Göran Therborn es un politólogo, sociólogo y economista sueco particularmente interesado por el efecto que produce la desigualdad en las sociedades posmodernas. Formado en la tradición marxista y doctorado en 1974 con una investigación sobre los vínculos entre ciencia, sociedad e ideología, publicó en 2017 La desigualdad mata, un desafiante ensayo donde sostiene que las diferencias de ingresos y de condiciones de vida representan una violación de la dignidad humana, que no debe ser interpretada tan solo como una cuestión material: se trata de un ordenamiento sociocultural que determina el funcionamiento de la humanidad
Docente de la Universidad de Cambridge, Therborn advierte que la pandemia ha creado una instancia superior de desigualdad, ya que el coronavirus se ha convertido en un gran promotor de las diferencias preexistentes en una sociedad, tal como lo demostró en “La ‘pandemia de la desigualdad’ y el futuro del mundo”, un valioso paper presentado a principios de año.
“La pandemia del Covid-19 ha transformado el panorama social en el mundo: el coronavirus ha intensificado y acelerado las tendencias de desigualdad dominantes –aseguró el cientista social nórdico–. La estructura de clases ha cambiado al dividirse las clases principales entre los segmentos de personas afortunadas y personas desfavorecidas. La intimidad humana se ha visto seriamente dañada por el agravamiento de la crisis sanitaria, la pobreza y los problemas de salud mental en el seno del hogar”.
Therborn sostiene que la desigualdad es un ordenamiento sociocultural que determina el funcionamiento de la humanidad.
Solo veinte meses después del primer caso de Covid detectado en Argentina, el impacto del virus en términos de desigualdad, parafraseando a Therborn, es evidente y alarmante. Para dar cuenta del efecto que tuvo la pandemia en los sectores de menores recursos basta con acceder al último informe presentado esta semana por Unicef.
En los hogares argentinos con menores de 6 años la mitad de los niños evidencia problemas de alimentación, uno de cada cuatro manifiesta dificultades en la comunicación y cuatro de cada diez enfrenta inconvenientes en el sueño. La mayor proporción de este flagelo poscoronavirus se evidencia entre las familias con menores ingresos.
El sondeo también advierte sobre la inestabilidad laboral y la falta de recursos en los sectores más carenciados para adquirir productos relacionados con necesidades básicas. Es, hay que decirlo, una complejidad que afecta, principalmente, a los menores. “La primera infancia es el grupo poblacional que registra más dificultades”, advirtió Luisa Brumana, directora de Unicef en Argentina.
Pese a que el momento epidemiológico permite más flexibilidad y habilita, por ejemplo, la realización de actividades presenciales en instituciones educativas de nivel primario y secundario, la investigación realizada por el principal organismo de las Naciones Unidas dedicado a la niñez asegura que hay secuelas que persisten en el impacto emocional: muchos niños y niñas han manifestado un aumento de la contrariedad a la hora de retornar a las aulas para revincularse con su espacio educativo. El problema es mayor entre los menores que no tuvieron ni contacto con sus docentes ni acceso a clases virtuales durante gran parte del año pasado.
La quinta Encuesta Rápida de Impacto por Covid fue realizada entre octubre y noviembre de este año y también muestra un aumento en las formas inadecuadas de cuidado de los más pequeños, ya que el 8% se queda a cargo de un hermano menor de 18 años y el 12% se queda sólo y en condiciones muy precarias cuando los padres salen a trabajar y ningún adulto puede responsabilizarse de su atención.
La mitad de los niños evidencian problemas de alimentación producto del impacto del Covid en la Argentina.
El trabajo de Unicef también alerta sobre el nocivo legado socioeconómico de la pandemia. De acuerdo con los resultados de la encuesta, un 50% de las personas adultas vivió alguna situación de inestabilidad laboral desde el inicio de las restricciones impuestas por el Covid, porcentaje que aumenta al 60% cuando el análisis se concentra en las mujeres.
A raíz de esta situación, el 62% de las familias enfrenta en estos momentos la obligación de sufrir reducciones en sus ingresos, relacionados en la mayoría de los casos a consumo de primeras necesidades y casi 4 de cada 10 se vieron obligados a dejar de comprar alimento por no tener dinero.
La proporción de argentinos en situación de emergencia tras el paso del coronavirus representa en la actualidad el porcentaje más elevado desde que la investigación comenzó a realizarse en abril de 2020, cuando se inició el coronavirus en la Argentina. Además, este indicador también demuestra fuertes diferencias entre distintos sectores sociales: se dispara hasta el 84% en situaciones de pobreza y llega al 71% en familias numerosas.
La encuesta también advierte que el 27% de los hogares se ha endeudado y, frente a la falta de ingresos, un tercio de los adolescentes se vio obligado a empezar a trabajar o a salir a buscar empleo durante la cuarentena por lo que debió relegar su educación y, en su gran mayoría, no retomó sus estudios. El porcentaje aumenta entre los jóvenes de más bajos ingresos.
Tras el paso del Covid, la Argentina es hoy más desigual en comparación con la stuación social prepandemia.
Para analizar la desigualdad que se establece en una sociedad es necesario reparar en el coeficiente de Gini, ideado por el estadístico y matemático italiano Corrado Gini, responsable del Departamento de Estadística del Ministerio de la Guerra de Italia durante la Primera Guerra Mundial, miembro de la “Comisión para los problemas de la Postguerra” y asesor de la Sociedad de Naciones.
El coeficiente Gini es un número entre 0 y 1, donde 0 corresponde con la perfecta igualdad y donde 1 representa la perfecta desigualdad. Según las estadísticas del Banco Mundial, los países europeos son los que ofrecen menos desigualdad, como Islandia con 0,243, mientras que los países africanos son los que enfrentan la mayor desigualdad, como Sudáfrica con 0,630.
De acuerdo a las estadísticas oficiales elaboradas por el Indec, el coeficiente Gini para el tercer trimestre de 2021 en Argentina fue 0,434, mientras que en el tercer trimestre de 2020 había sido 0,451, lo que demuestra que ya se habría alcanzado el techo de la desigualdad producida por la pandemia.
Sin embargo, el país está todavía muy lejos de los niveles prepandemia, ya que mientras en el tercer trimestre de 2019 el índice Gini había sido 0,449, para el tercer trimestre 2018 ese coeficiente era 0,424. El dato refjeja que la desigualdad social argentina es ahora mucho más grave de lo que era antes del efecto devastador del coronavirus.
Therborn sostiene que cuando la pandemia se extinga, se necesitará al menos un cuarto de siglo para recomponer los desajustes en término de diferencias sociales causados por el Covid en el mundo. Para Argentina, que arrastra una década de crecimiento negativo, un nivel récord de pobreza y una inflación desatada y galopante, el desafío de lograr una sociedad más igualitaria podría ser aún más complejo.