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Pasar el invierno

Invierno 20240330
Caída de hojas | Unsplash | Oliver Hihn

Y de pronto, el otoño se abalanzó sobre nosotras. Nunca antes había experimentado con tanta nitidez ese paso equinoccial.

Los días previos la lluvia había insistido en descargar su caudal impiadosamente. El calor no sólo no mermaba sino que, con la humedad, parecía solidificarse. Pero el 21 a la madrugada tuvimos ya que manotear algún saco a mano antes de salir a darles de comer a las perras, el cielo ya totalmente despejado y clarísimo.

En el campo todo es más nítido: las estrellas del cielo, los cambios de estación, el silencio (cuando se puede disfrutar de él).

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En el medio del jardín delantero apareció una ronda de hongos. Al principio tenían forma de bala de cañón, pero después se abrieron como paraguas gigantes. Las lluvias habían terminado con el repiqueteo de las bellotas del roble sobre el techo de chapa. Fueron los primeros anuncios de un estruendo que nos acompañará todo el otoño. Alertas, las ardillas de los alrededores se acercan a la casa, movimientos que las perras observan con grandes expectativas.

En el campo todo es más nítido: las estrellas del cielo, los cambios de estación

La pereza vegetal empieza a sentirse. El pasto pegó su último estirón antes de llamarse a resistir la escarcha matutina. Las plantas entran como en receso, pero todavía aprovechan los últimos calores. Las naranjitas empiezan a juntar panza (después de las heladas, recién, podrán comerse). 

El tubo de gas que debería durarme más de un mes, me costó cuarenta y tres mil pesos ($ 43.000). ¡Y después los citadinos se quejan del costo del gas natural! Probamos la chimenea y la salamandra. Funcionan bien. Pero tenemos poca leña así que habrá que ir a comprar. Mientras tanto, nos arreglaremos con los restos de ramas caídas durante el verano.

Hay algunas estufas eléctricas que podríamos instalar, pero no nos atrevemos a hacerlo sin comprobar previamente el costo del kilovatio. Hace algunos años debimos instalar paneles solares. No lo hicimos porque entonces no nos convenía y ahora me arrepiento. ¿No sería buenísimo que el Sr. Milei nos ayudara a liberarnos del yugo del Estado en materia energética? Que nos otorgue créditos blandos para instalar paneles solares. O, en su defecto, que devuelva los fondos de investigación que nos arrebataron.

Algo como para pasar el invierno.