Simon & Schuster publicó recientemente dos libros que ayudan a comprender a Donald Trump y las pequeñeces del poder: Too Much and Never Enough: How My Family Created the World’s Most Dangerous Man”, de su sobrina Mary Trump, y The Room Where It Happened: A White House Memoir, de su ex asesor John Bolton.
Retrato psicológico. El primero es una biografía del padre de Trump, Fred, que a los 17 años fundó la Trump Organization y construyó un imperio inmobiliario. Hijo de inmigrantes alemanes, adhirió a las ideas de la supremacía blanca y fue arrestado a los 21 años en un choque de la policía con miembros del Ku Klux Klan. Donald siguió esa inspiración y la Justicia le citó en 1973 por prohibir a sus empleados que vendan o arrienden sus inmuebles a personas de raza negra.
Mary es una psicóloga que analiza a su tío desde una perspectiva profesional, con mucha información acerca de la familia. Permite entender a ese Trump presbiteriano, que reprime a la gente para tomarse una foto en la vereda de una Iglesia Bautista. El texto es ameno pero tiene un sesgo. Tuvo conflictos con Donald por el testamento de su abuelo al que impugnó porque, según ella, estaba demente y manipulado por sus tíos Donald, Maryanne y Robert.
Donald se unió a la la empresa Trump cuando tenía 22 años y vivió aplastado por la personalidad de un padre frío, distante, autoritario. Según la psicóloga, Fred limitó el acceso del hijo a sus propios sentimientos, lo que “pervirtió sus percepciones del mundo y dañó su capacidad para vivir en él”.
La autora cuenta detalles de la vida personal de Trump. Dice que siempre fue tramposo, que pagó a una amigo para que rinda su examen de ingreso a la Universidad de Pensilvania. También que a pesar de su enorme fortuna era tacaño y ahorraba en Navidad, usando canastas viejas y bolsos anticuados, comprados en baratillos, para envolver los regalos. Su hermana Maryanne, abogada prestigiosa y ex jueza del Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos, describió a Donald como “un payaso sin principios”.
Disfuncional. Trump es fruto de una “familia malignamente disfuncional” en la que el privilegio y la ansiedad fueron de la mano, el dinero fue el único valor, se toleraban las mentiras y no existía la posibilidad de pedir disculpas. Agrega que padece un “trastorno de personalidad antisocial (criminalidad crónica, arrogancia, desprecio por los demás) y trastorno de personalidad dependiente (incapacidad para tomar decisiones o asumir la responsabilidad, incomodidad para estar solo)”.
Según ella, sufre una “discapacidad de aprendizaje larga y no diagnosticada” que le hace difícil procesar información. “Él sabe que nunca ha sido amado” y su inseguridad le lleva a buscar zonas de confort como Twitter y Fox News porque siempre ha sido y será un niño aterrorizado”.
Cuando Donald habla en sus memorias acerca de su padre, dice que aprendió de él “sobre la dureza de un negocio muy difícil, las motivaciones de las personas y la competencia y la eficiencia”. Según Mary su influencia “fue sofocante y destructiva, emocionalmente lejana, cruel y controladora”. Fred fortaleció las peores características de su hijo: la intimidación, la falta de respeto a los demás, la carencia de empatía, la inseguridad y una ansia de reconocimiento que les alejó a ambos de la realidad y les hizo creer en sus propios mitos.
Los textos muestran que es falso que el imperialismo de Estados Unidos naneja lo que pasa en nuestros países
En 2017 la familia Trump se reunió en la Casa Blanca para celebrar los cumpleaños de dos hermanas del presidente. Donald señaló una fotografía enmarcada detrás del escritorio de la Oficina Oval en la que aparecía un hombre bigotudo con cabello oscuro y aire dominante. Dijo “¿no es una gran foto de papá?”. Generalmente guardamos fotografías de nuestros seres queridos para mirarlas y añorar buenos momentos. En este caso parecía que la fotografía tenía el propósito opuesto. Donald no la tiene para recordar a Fred, sino para que su padre pueda mirar a este niño asustado, indeciso, en la cima del poder, para finalmente aprobarlo.
Donald Trump, apeló inútilmente ante la justicia para impedir la publicación del libro de Mary, cosa que repitió en estos días para que no se publique el texto de John Bolton.
Sin ideas. Bolton ha sido uno de los asesores de Seguridad Nacional más polémicos. Se hizo famoso cuando promovió la invasión a Irak con el falso argumento de que Saddam Husain tenía armas de destrucción masiva. En su desempeño con Trump elogió a Jair Bolsonaro, al que calificó de “socio con ideas afines”, y abogó por una intervención militar en Corea del Norte e Irán.
En su libro largo y minucioso describe a un Donald Trump sin personalidad, vacilante, incapaz de formular un plan, carente de ideas que proporcionen coherencia a su mandato. Alerta sobre el peligro del “desorden” que constató en la Casa Blanca, armado por un presidente intemperante, narcisista, bastante ignorante, capaz de tomar decisiones arriesgadas, imprevisible. Según Bolton, Trump no tiene interés en gobernar, lo único que le interesa es llamar la atención para lograr la reelección.
Dice que carece de información elemental, que no sabía que Finlandia no es parte de Rusia, que ha dicho a veces que sería “cool” invadir Venezuela porque “en realidad es parte de Estados Unidos”, pero también ha pensado en reunirse con Maduro y admira a dictadores como Erdogan o Putin.
Trump “suplicó” a Xi Jinping que incrementara la compra de productos agrícolas norteamericanos, para ayudar a su reelección. Cuando Xi hizo algo en esta dirección, Trump dijo que era “el líder más grande en la historia china”. En 2018 en una reunión con Theresa May, algún funcionario inglés habló del Reino Unido como de una “potencia nuclear”. Trump preguntó sorprendido a May “¿En verdad son ustedes una potencia nuclear?”.
Rusos. A la luz de toda esta información queda claro que una persona tan elemental habría sido incapaz de usar herramientas sofisticadas como las que supuestamente le proporcionaron Cambridge Analytica y una red rusa experta en fake news.
Desde el sentido común es absurdo que los rusos sean los mayores expertos del mundo en campañas electorales negativas. Nunca supieron lo que es la democracia ni saben lo que es una campaña, pero es un mito que está instalado, omo estuvo a principios del siglo XX el de los los beneficios de la radiación para la salud que hizo daño a tanta gente.
En cuanto a los trolls y la posibilidad de manipular a los electores con algoritmos, hay mucho de fantasía para sacar plata a políticos ignorantes. Existen empresas que ofrecen esos servicios diciendo que han trabajado con éxito en las cinco ultimas campañas de Argentina, México, Ecuador y otros países. Estuvimos envueltos en varias de ellas, sabemos que no los contrataron porque pocos políticos entienden del mundo digital. Por lo demás es imposible que hayan usado técnicas que hace veinte años no existían.
Muchas élites, especialmente políticas, tienen poca información y son fáciles víctimas de estafadores. Siempre asoman asesores que dicen haber puesto veinte presidente en distintos países. La prensa los entrevista embelesada. Un consultor que dice que ha puesto un presidente es un ignorante. Nadie pone presidentes, son los candidatos los que con sus aciertos y errores ganan o pierden las elecciones. Los consultores simplemente pueden ayudar con sus conocimientos.
Campañas e imperialismo. Es ridículo que un profesional haya trabajado en veinte países en pocos años. Cada campaña requiere mucho tiempo de investigaciones, estudios, reflexiones, para comprender al país y el entramado de intereses reales y simbólicos que lo constituyen. Recuerdo siempre la imagen de un candidato presidencial argentino al que visitó, ante las cámaras de televisión, un homónimo del asesor de Obama al que había contratado. Llegó directamente de Ezeiza y le dijo que “tiene que ser más fuerte, firme”. Hablaba en inglés, el candidato en castellano, pero pretendía entenderle. ¿Cómo alguien que no conocía Argentina, ni al candidato, ni a los opositores y sobre todo que no tiene investigaciones que analicen lo que siente la gente podía dar consejos? Nuestro complejo de inferioridad sudaca nos expone a esos disparates.
Estudiando los textos sobre Trump luce graciosa la idea de que el imperialismo norteamericano maneja con perversidad todo lo que ocurre en nuestra países. Nunca piensa en América Latina como no sea para dar golpes de efecto publicitarios con México o Venezuela. Cuando llegó a La Paz el Presidente Bush, que era un sabio comparado con Trump, dijo que estaba contento de aterrizar en la capital de Brasil. Suponer que el imperialismo se dedica a derribar a Evo Morales es disparatado porque la mayoría de sus funcionarios ni siquiera sabe dónde está Bolivia.
Hemos participado en cursos y seminarios que ha dictado la Escuela de Posgrado de Gerencia Política de la Universidad George Washington en casi todos los países americanos. En diciembre del 2008 estábamos en el parlamento de un país centroamericano. Un diputado de color me preguntó “¿será posible que cuando jure como Presidente Obama sea leal a sus principios o nos traicionará para defender al imperialismo?”. Me atreví a informarle que Obama había sido elegido presidente de los Estados Unidos. Se enojó.
Un candidato presidencial ecuatoriano ofrece poner una base militar de su país en Taiwan para obligar a China para que le indemnice por haber propagado el Covid-19. Hace pocos años algunos argentinos se entusiasmaron luchando en contra de los fondos buitres porque el juez Griesa iba a ser un protagonista de la campaña presidencial norteamericana. Nunca nadie supo de su existencia. Los revolucionarios creían que al no pagar, ponían en riesgo a la economía del imperio, pero la suma total de la deuda era menor a lo que perdió Google en una mañana de crisis.
Las metas apocalípticas y los liderazgos mesiánicos esconden con frecuencia biografías atormentadas. Como dice José Levi, es mejor desconfiar de los mesías y buscar líderes que simplemente pretendan que la gente tenga más sueños y menos insomnios.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.