COLUMNISTAS

Por boca de ganso

Leo un curioso artículo del escritor peruano Santiago Roncagliolo que arranca diciendo que en su época universitaria el mejor argumento para seducir chicas era hablarles del cine de Godard. Es raro, porque Roncagliolo nació en 1975 y, veinte años más tarde, Godard estaba lejos de ser un afrodisíaco.

Quintin150
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Leo un curioso artículo del escritor peruano Santiago Roncagliolo que arranca diciendo que en su época universitaria el mejor argumento para seducir chicas era hablarles del cine de Godard. Es raro, porque Roncagliolo nació en 1975 y, veinte años más tarde, Godard estaba lejos de ser un afrodisíaco. Está claro que Roncagliolo habla por boca de ganso, impresión que se refuerza cuando escribe: “El único inconveniente era que había que ver sus soporíferas películas, pero en caso de emergencia uno podía salir del paso con algunos clichés del tipo ‘una mirada oblicua a la condición contemporánea’ o ‘un poema visual sobre la otredad’ que servían para describirlas a todas”. Entre todo lo que se ha escrito sobre Godard es difícil encontrar una frase tan de-satinada: nadie decía vaguedades semejantes sobre películas tan concretas como Sin aliento, Vivir su vida o La chinoise, filmes de la época en que Godard podía ser objeto de una fascinación masiva entre universitarios. En cuanto a lo de aburrido, los antiintelectuales de los 60 solían aplicarle el calificativo a Antonioni, no a Godard. Pero si Roncagliolo dice que, a mediados de los 90, Godard era el infalible “anzuelo para el sexo con intelectuales”, se debe referir a alguna variante del sexo solitario.
Pero esa premisa falsa resulta la base de la teoría que el autor intenta exponer a continuación. Después de una lectura apresurada de Godard, la canónica biografía de Colin MacCabe, Roncagliolo encuentra nada menos que una “aterradora revelación”: que no sólo los estudiantes de los 90, sino el propio Godard, un tipo poco agraciado, utilizaba el cine como su gran arma para conseguir mujeres. La conclusión (un caso particular del refrán “Todo lo que hacen los hombres es para levantarse minas”) se apoya en alguna remanida anécdota de Godard con Anna Karina y en las relaciones del cineasta con dos mujeres, Anne Wiazemsky y Anne-Marie Miéville (su mujer actual), que fueron también sus colaboradoras. Roncagliolo remata así: “Leyendo el libro de MacCabe resulta imposible dilucidar si las sucesivas parejas de Godard dieron forma a su obra o viceversa”. MacCabe, sin embargo, refuta esta tontería del modo más sencillo al hablar del grupo Dziga Vertov, la experiencia colectiva que intentó Godard a fines de los 60 y que desembocó en la codirección explícita de dos filmes con el filósofo y cineasta Jean-Pierre Gorin: “Lo que Godard nunca abandonó es la idea de colaboración. Para Godard, retrospectivamente, la colaboración fue la clave de la nouvelle vague, y en Gorin encontró a alguien cuyo deseo de colaborar era tan grande como el suyo propio”. Como si se burlara anticipadamente de Roncagliolo, Gorin suele decir en broma que él fue “la Yoko Ono de Godard”.
Roncagliolo es parte de la JLP, la Juventud Literaria Populista, una corriente de escritores con filial latinoamericana que, desde hace dos décadas, vienen haciendo una bandera de cierto cinismo light. El manifiesto de la JLP sostiene que el compromiso artístico es anacrónico, que las vanguardias son aburridas, que sus miembros “cuentan historias” y que los colegas los envidian porque venden muchos ejemplares. En esos lugares comunes (expuestos siempre como novedades) incurre nuestro autor durante una entrevista que apareció también la semana pasada en los diarios. Roncagliolo habla de “los escritores de mi edad” como si la poética de un autor se definiera –como el horóscopo chino– según el año de nacimiento.
Entre las obras de Roncagliolo he tenido la oportunidad de leer su novela Abril rojo, un thriller que transcurre durante los últimos meses de Fujimori. Soporífera sería un adjetivo benevolente para describirla: convencional y mediocre le caben con más propiedad. Pero corramos un manto de piedad sobre el personaje y, para terminar con una nota positiva, anunciemos que Jean-Pierre Gorin será, casi con seguridad, huésped del Bafici 2009.