La Fundación Princesa de Asturias otorgó el premio, edición 2023, al escritor japonés Haruki Murakami (74 años). El mismo consta de una escultura de Joan Miró y 50 mil euros, un diploma y una insignia. Establecido en 1981, la Fundación contempla personalidades destacadas en ocho categorías, entre ellas Letras, reconocimiento que recibieron escritores como: Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Günter Grass, Doris Lessing, Arthur Miller, Susan Sontag, Amos Oz, Margaret Atwood, Ismail Kadare y Philip Roth. Desde hace años que Murakami es considerado como candidato al Premio Nobel de Literatura en las apuestas y este galardón genera nuevas expectativas entre sus lectores.
El nutrido jurado del Asturias (que contó con Juan Villoro y Leonardo Padura), consideró “la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo, pero también el cuidado del cuerpo o la propia reflexión sobre el quehacer creativo. Su voz, expresada en diferentes géneros, ha llegado a generaciones muy distintas. Haruki Murakami es un gran corredor de fondo de la literatura contemporánea”.
Cabe preguntarse por qué corre y de quién escapa, si de los lectores o de la literatura
Sin evaluar los méritos para el Premio, la expresión “gran corredor de fondo de la literatura”, más que un guiño al galardonado parece un chiste, tal vez de Padura, de Villoro, o de ambos… Porque si el referido publicó De qué hablo cuando hablo de correr –sobre su afición a la práctica de la carrera pedestre de larga distancia–, también cabe la pregunta sobre por qué corre y de quién escapa a la carrera, si de los lectores o de la literatura.
Lejos de esto, más de treinta libros de Murakami fueron traducidos a no menos de cincuenta lenguas, vendiendo millones de ejemplares. Para un hombre que comenzó a escribir a los 29 años, luego de regentear un bar temático en torno al jazz (llamado Peter Cat), luce más que modelo de éxito. Y su formación literaria proviene del hogar. Los padres eran profesores de literatura japonesa, y un abuelo sacerdote budista, de allí que lo intelectual fuera terreno conocido; estudió teatro en la Universidad de Waseda, Tokio.
Eso sí, para un Japón en plena reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial a través del Plan Marshall, era un fiel admirador y consumidor de la cultura occidental, cuestión que al día de hoy el círculo académico-literario nipón no le perdona. Demasiado extranjero para ser japonés, algo que habla bien de él: nada como el desprecio de los nacionalistas, como le ocurrió a Borges. Fiel a dicha admiración, tradujo al japonés novelas de Scott Fitzgerald, Raymond Carver, Truman Capote, John Irving y Paul Theroux.
Como para lapidar a sus detractores, Murakami es el narrador japonés más leído de su generación. Su mayor éxito es la novela Tokio Blues, publicada en 1987. Le siguen títulos como Crónica del pájaro que da cuerda al mundo; 1Q84; Underground; De qué hablo cuando hablo de escribir; Kafka en la orilla; Sauce ciego, mujer dormida. Su última novela se lanzó en Japón el pasado 10 de abril, se titula Machi to sono futashikana kabe (La ciudad y sus muros inciertos).
“Escritor popular”, sensible a los males contemporáneos, en esta última entrega expande una breve novela que publicó en 1980 bajo el mismo título, en una revista literaria. Allí el amor adolescente idealizado se diluye en la fantasía y el recuerdo de un hombre maduro, al que la falta de afecto lo abruma en la era de la comunicación. El olfato de Murakami sigue intacto.