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Príncipe Mauricio

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Lejanía. Que Macri lidere desde el principado de Mónaco pone en cuestión a los dirigentes que son liderados por él. | Pablo Temes

Durante la última campaña electoral no dejó de advertir que si triunfaban Alberto Fernández y Cristina Kirchner, el país se hundiría en el desmanejo económico y el populismo venezolano. Regresarían la corrupción, la falta de libertad de expresión, la violencia discursiva, las presiones judiciales, los aprietes a empresarios y el aislamiento internacional.

Es de suponer que al menos una parte del 40% que lo votó le habrá creído y habrá quedado atormentada ante la inminencia de lo que Mauricio Macri pronosticaba que ocurriría.

Tour. Por eso llamó la atención que al día siguiente de dejar el poder, abandonara toda comunicación con ese electorado que había creído en él y en las desgracias que caerían sobre todos. No solo no habló más: nueve días después se fue a Qatar junto a su esposa para ver la final entre Flamengo y Liverpool. Y a su regreso, partió de vacaciones a la Patagonia, desde donde cada tanto enviaba imágenes idílicas junto a su familia.

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El 16 de febrero, tras dos meses de dejar a sus votantes a merced de lo que aseguraba que vendría, reapareció para declarar: “Nuestro espacio llegó para quedarse en la política argentina.” Pero él no se quedó.

Una semana después volvió a irse, esa vez a Punta del Este para el casamiento de la hija de Nicky Caputo y, casi sin escala, siguió viaje hacia una conferencia en Guatemala. Planeaba continuar a París y Ginebra, en su condición de presidente de la fundación FIFA, pero el Covid se lo impidió.

Así como el rol de Cristina ante Alberto es asimilable al de una reina de una monarquía constitucional (ella...

La cuarentena lo obligó a recluirse en su casa varios meses. Hasta que el 13 de julio viajó a Paraguay, invitado por el ex presidente Horacio Cartes. Fue un viaje de horas y no quedó claro si fue por la FIFA o por negocios personales.

El viaje más largo lo hizo a partir del 30 de julio y todavía dura: comenzó en París y siguió por la Costa Azul, ahora sí en plan de descanso. El tour terminaría en Suiza, en donde se dedicaría una semana a sus tareas en la federación internacional de fútbol.

Online. ¿Qué lleva al ex presidente a no comunicarse con esos millones de votantes que creyeron en lo que él advertía y se quedaron conviviendo con las “hordas populistas”? ¿Está seguro de que todos entenderán su derecho a descansar durante ocho meses tras cuatro años de tensiones? ¿Y no cree que, más allá de su derecho, su goce desde uno de los lugares más caros del mundo puede ser irritativo en medio de la mayor crisis económica y sanitaria de la historia?

No solo son preguntas periodísticas, son las preguntas que se hacen en privado sus ex funcionarios y dirigentes del radicalismo y del propio macrismo.

Esta semana, el gobernador Gerardo Morales verbalizó esa preocupación sobre la ausencia de Macri: “El país está atravesando una situación muy difícil y hay que estar”. Y cuando en RePerfilAr, el nuevo noticiero de NET TV, se le preguntó cuánto hacía que no hablaban, reconoció que no lo había hecho desde que se fue del gobierno, salvo un par de mensajes duros que se cruzaron un día antes, en medio de la difícil situación sanitaria de Jujuy. La conductora Úrsula Ures Poreda le preguntó qué decían esos mensajes y él le respondió: “Mejor ni le cuento, no le voy a contar ni el mensaje de él ni mi respuesta”. Después comparó esa relación con la que mantiene con Alberto Fernández: “La verdad es que no pasan dos días sin que el Presidente me llame”.

En la misma emisión de RePerfilAr se le preguntó a Diego Santilli sobre la posición del referente opositor y, lejos de justificarla, el vicejefe porteño dijo que solo podía responder por lo que estaban haciendo Rodríguez Larreta y él.

En defensa de Macri, se dice que tomó la decisión de no hablar para no entorpecer la gestión de Larreta en la Ciudad “ni que se diga que le pone palos en la rueda al gobierno nacional”, pero que igual “siempre está conectado online, hoy es como estar acá”. Otros señalan que “él no es un político tradicional, ni nunca lo fue, hace lo que siempre hizo, sin hipocresía”.

Atípico. La forma en que Mauricio Macri propone su liderazgo opositor inevitablemente pone en cuestionamiento a los que son liderados por él. O sea, a los que aceptan ser conducidos por videollamada.

En la columna de la semana pasada, se intentaba entender el verdadero rol de Cristina Kirchner en el esquema de gobernanza nacional, aceptando que no es el de una simple vicepresidenta. Por haber elegido a quien ocupa el Poder Ejecutivo y por la influencia que ejerce sobre él, se asimilaba al rol de una reina de una monarquía constitucional.

¿Cómo entender el rol de su contraparte opositora?

Macri no fue el típico político que llegó al poder tras una tradicional construcción de décadas. Lo hizo sin estructuras partidarias formales, sin marchitas, sin próceres ni relatos épicos.

... lo designó e influye sobre él), el de Mauricio se parece al de un monarca parlamentario: reina, pero ya no manda 

Vino del establishment empresario en el que su padre Franco fue rey, pero a él no lo dejaron o no pudo ser su heredero. Y cuando decidió entrar a la política lo hizo como lo haría un buen CEO: eligió con profesionalismo al mejor asesor de imagen, Jaime Duran Barba.

En el armado de Cambiemos, el ala política lo aceptó como expresión del antiideologismo social que había dejado la década kirchnerista. Emilio Monzó cuenta que cuando lo vio por primera vez, Macri no terminó la reunión con un “nos vemos” o un simple “chau”. Le dijo: “Podés retirarte Emilio”, como un príncipe despediría a un súbdito.

Quienes más lo aceptan como es son los que, como él, vienen del mundo empresario. Son los que reivindican que “Mauricio nunca fue demagogo como los políticos”. Claro, la demagogia es un arma de quienes deben seducir a los demás, para que los voten y para gobernar con quienes no siempre piensan igual.

Macri no necesitó demasiada demagogia para llegar al poder. Necesitó sí de un buen marketing para transmitir ideas de gestión simples y supuestamente eficientes. Por eso nunca le gustaron los discursos, que implican largos esfuerzos de convencimiento.

Monarquías. Tanto Cristina como Mauricio representan liderazgos extremos, acordes a un país extremo, partido entre dos reinos en guerra. Se construyeron mutuamente y, al andar, confirman con sus actos lo que unos y otros esperan de ellos.

Sus liderazgos no solo hablan de los dirigentes que los aceptan, sino de los millones de personas que los eligen.

Para seguir con la metáfora de las monarquías para explicar la excepcionalidad argentina: así como el rol de Cristina se parece más al de una reina de una monarquía constitucional que al de una simple vicepresidenta, el de Mauricio Macri como líder opositor se asimila al monarca de una monarquía parlamentaria. Su poder hoy es más formal que real, reina pero ya no manda.

Todavía nadie dice que su reinado terminó, pero ya hay herederos que trabajan en ese sentido. No les será tan fácil.

En la marcha opositora de mañana habrá miles de personas que lo siguen considerando su líder. Aunque ejerza ese liderazgo desde el principado de Mónaco.