La Argentina vivió la transición de la época colonial al capitalismo entre 1900 y 1920. El puerto de Buenos Aires constituía su esencia, allí se exportaba ganado, se comerciaba con granos y sobre todo, había una incesante actividad ilegal producto de barcos bucaneros que atracaban en él. El resto de la Argentina era otro país. Cada provincia subsistía con lo que producía, la mayoría hundida en el hambre y la miseria. Dios era su esperanza.
Un momento importante fue cuando se dejó de salar la carne para mantenerla lo más fresca posible y poder ingerirla. Luego, arribaron los inmigrantes y empezó la productividad agrícola-ganadera que mejoró con la llegada de los trenes ingleses. Desde entonces y hasta ahora la Argentina no salió de ese esquema, solo con atisbos de actividad industrial que puedan iluminar un poscapitalismo, la verdad es que este aún no ha desembarcado en nuestras playas.
Lamentablemente, y para desilusión de muchos, el presidente Macri no fue la excepción. Y a esto se le agrega un enorme problema en la comunicación que lo pega a ese capitalismo ya desarticulado en los países del primer mundo. Así lo dicen los periodistas que importan e impactan en la realidad de la Argentina de hoy (Morales Solá, 3 de febrero 2019: “El Gobierno se equivoca más de lo que acierta en el manejo de la comunicación”).
A diferencia de la gestión en épocas de elecciones, que es brillante, a cargo de Jaime Duran Barba, la comunicación de gobierno del presidente Macri lleva un solo apelativo: es por lo mínimo mediocre, por no decir mala.
Se trataba de elevar el rasero, pero no se pudo. Para dar un ejemplo, el rasero comunicacional del kirchnerismo fue un ejemplo de lo que hay que hacer: Néstor primero y Cristina después elevaron el rasero comunicacional, crearon un mundo, construyeron un sujeto: el perfil del enemigo, construyeron la historia como les venía bien, crearon un futuro, eliminaron los escollos del camino, crearon ideología, construyeron pueblos amigos y pueblos enemigos, inventaron una realidad económica favorable (inexistente). Crearon creencia. Que para eso está la comunicación de la gestión de gobierno. El rasero llegó muy alto. Se podría comparar con lo que hecho en el nazismo, con una diferencia. Durante el régimen nazi, los miembros del gobierno creían en lo que la comunicación decía, lo cual no les impedía los actos de latrocinio y corrupción. En el caso del kirchnerismo, algunos se la creyeron (tal es el caso de Agustín Rossi) y otros, como la misma Cristina Kirchner, estaban absolutamente convencidos de que era una mentira necesaria para poder perpetrar el robo, el latrocinio, la corrupción.
La comunicación de la gestión de gobierno del presidente Macri es pobre, no pasa de comunicar al modo en que ya lo hacían desde la época del viejo peronismo. Con un pie en la cornisa y otro en el aire, Macri no logra encaminar la economía. Así está obligado al sanbenito de referirse solo a ella: a cuánto está el dólar, cómo va la inflación, el tipo de cambio, los nuevos impuestos, las relaciones con FMI, a cuánto asciende la deuda, y los aumentos de tarifas. Como se observará, la comunicación es casi una tragedia, solo se comunica lo dramático. La oposición va tomando nota de esto y ha sacado un libelo que circula por las redes, se llama “las 20 mentiras de Macri” y allí están enumeradas, por ejemplo, el hambre cero, la lluvia de inversiones, etc.
Otro aspecto que remite a la época militar es la comunicación de la gestión de obra, es una comunicación a lo “Cacciatore”: puente que se levantó, autopista que se inauguró, calle que rehízo, casas que se habilitaron; esta es una comunicación abiertamente relacionada con el cemento.
Luego existe la comunicación de gestión de la pobreza. Allí la figura omnipresente es Carolina Stanley, una suerte de Sor Teresa de Calcuta, lo cual, si observamos bien, convierte a la Argentina en… Calcuta.
Esta es la verdad de la pobre gestión de la comunicación del gobierno del presidente Macri.
Falta algo, la que lo descubrió, lo dice y se queja de ello es Elisa Carrió. Falta creatividad.
La comunicación, tal como lo quiere el presidente Macri por su propia formación, está en manos de ingenieros, en este caso, de comunicación.
Pero hay que admitirlo: no se les derrama una gota de creatividad.
Para colmo, el Gobierno se jacta de usar las herramientas de las “nuevas comunicaciones” Y así caemos en el enorme error de un ministro como Marcos Peña tirando una aguja en el océano de Facebook, con la enorme noticia de que “Ahorramos más de $ 1.300 millones en compra de medicamentos y aumentamos los tratamientos para pacientes con cáncer”. ¿Alguien estuvo allí en el minuto en el que había que leerlo? Luego, para poder leer bien la noticia desarrollada hay que entrar a la página del Ministerio de Salud y Desarrollo Social, pero… ¿Quién lo hace? Ahí debió haber un equipo de comunicación que tomara la noticia del mismo Facebook (no le vamos a sacar al ministro las ganas de dar el notición así en el océano de Facebook). E inmediatamente desarrollar toda una campaña tanto para redes sociales actuales, como para la comunicación tradicional.
Lo triste del caso es que el Presidente quedó aislado, su equipo de comunicación actual lo ha blindado y nadie puede acercarse a ofrecer su aporte. Hubo grupos de comunicadores con proyectos. Uno con uno interesante, que propone siete estamentos para salir de esta situación y alcanzar el estado de poscapitalismo, pero fueron eyectados de la periferia de las oficinas presidenciales.
El resultado es lo que se observa, y es en detrimento del propio presidente, al que se dice rodear con protección.
*Periodista