Ese 29 de agosto de 2012, Cristina Kirchner fue directo al asunto. Dijo: “Tengo pasión por construir cosas. Me encanta verlas terminado muy rápido”. La escuchaban, arrobados, algunos integrantes de lo que se suele llamar “el mundo del espectáculo” de la Argentina. Actores como Juan Leyrado, Nancy Duplaá, Pablo Echarri, Andrea del Boca, Antonio Gasalla; productores como Gastón Portal, Sebastián Ortega y Claudio Villarruel; eran testigos privilegiados del anuncio de la creación del llamado polo audiovisual en la Isla de Marchi.
La presidente, como siempre, en un punto fue extraordinariamente cándida, casi translúcida: “Cuando me trajeron el proyecto, no sabía que existía la Isla de Marchi, un espacio público que no tiene ninguna utilidad”. Y ahí fue cuando soltó su frase, que estoy recordando: “Tengo pasión por construir cosas. Me encanta verlas terminado muy rápido”. Los actores y la gente del espectáculo, más la corte habitual, aplaudió a rabiar. “Este es un Gobierno de realizaciones”, deben haber pensado. ¿Nacía? el Polo Audiovisual. Supuestamente sería una cantidad de instalaciones que habrían de reciclarse en ese predio de 12 hectáreas situado al final de la calle Benito Correa, detrás de Puerto Madero.
Claro, la presidente obviaba algunas realidades tangibles: allí, en la Isla de Marchi, ya funcionaban, hace años y lo siguen haciendo, la Dirección de Vías Navegables, la Escuela de Capacitación del Sindicato de Obreros Marítimos, talleres, depósitos y obradores de la empresa Roggio, empresas de dragado y la Escuela Nacional Fluvial, que la propia presidente había inaugurado allí mismo en mayo de 2009, en la ex Ciudad Deportiva de Boca. Así que el decreto presidencial 1722/2012, de septiembre de 2012, postulaba que, como el predio estaba “subutilizado”, la ANSES debería formar una sociedad anónima encargada de licitarlo, y un comité evaluaría los proyectos inmobiliarios que se presenten. Ordenaba la presidente, en septiembre de 2012, desafectar los inmuebles para destinarlo a la creación de un Polo Audiovisual.
Cuando Hugo Chávez todavía tenía salud, y fungía como el hombre fuerte de Venezuela, en una oportunidad hizo una visita a una serie de edificios de Caracas, recogida fielmente por las cámaras de televisión. "En aquella casita que está allá vivió Bolívar recién casado. Allí ahora hay unos negocios... ¡Exprópiese!". De la mano de su hija María Gabriela, Chavez recorrió un domingo de 2010 un barrio de Caracas, época de auge de su legendario programa de televisión Aló. El cáncer no había aparecido y su dedo acusador apuntaba de esquina en esquina. "¿Y ese edificio?", pregunto de pronto, como un juez listo para dictar sentencia. "Tiene comercios privados de joyerías", le respondió el alcalde caraqueño Jorge Rodríguez. La respuesta de Chávez fue terminante: "¡Exprópiese, exprópiese! Tenemos que convertir esto en un gran centro histórico".
La presidente argentina debe haber visto esa escena y le tiene que haber dado una importante cantidad de envidia. Se debe haber dicho que ella también podría hacer lo de Chávez. Le trajeron el proyecto del Polo Audiovisual y ella dijo “desaféctese todo lo que hay y créese aquí un Polo Audiovisual”. Ese Polo Audiovisual anunciado en 2012 no fue, no es, ni será. La pregunta importante es ¿cuántos de estos anuncios se han acumulado estos once años en la Argentina? ¿Qué porcentaje de la épica nacional y popular y del modelo inclusivo está sazonado de anuncios que nunca pasaron de eso, anuncios?
El Gobierno nunca se sintió siquiera obligado a aclarar, explicar, dar cuenta, justificar lo que se anunció pero no se hizo. Han abundado, sobre todo en el campo del espectáculo, que a la presidente realmente la fascina como el de la cultura, estas proclamas que son puros caprichos imperiales de una persona que parece entusiasmarse rápidamente y con la misma rapidez pierde el fervor por las cosas que ella misma anuncia.
Desde luego que ya había y sigue existiendo hay un polo audiovisual aquí en la ciudad de Buenos Aires, pero eso nunca lo tomó en consideración la presidente, porque uno de los rasgos centrales de la obra de su gobierno es que todo lo que hace tiene que ser fundacional, como si la Argentina hubiese nacido el 25 de mayo de 2003, y todo preexistente es viejo, retardatario, oligárquico, excluyente, mientras que todo lo hecho desde aquel momento tiene la virtud de lo novedoso, lo único, lo inefable. No ha sido así.
Para el año que viene se está preparando a un costo realmente monumental la inauguración del reciclaje del ex Palacio de Correos de Buenos Aires como centro cultural. Es una obra redundante, para la cual nadie ha proyectado un presupuesto para los años por venir. La presidente nunca pisó, con tacos altos, o sin ellos, el Teatro Colón, pero ella sí quiere pisar el nuevo centro cultural, ese palacio que están construyendo a un costo descabellado. La ciudad de Buenos Aires va a tener, en consecuencia, no uno, sino otro nuevo y gigantesco auditorio de música.
La idea del Gobierno se resume en inaugurar. Su idea es el espectáculo, el acto. La puesta en escena es uno de los conceptos centrales de la acción y de la obra del kirchnerismo. Poner en escena es, esencialmente, dar por iniciadas o inauguradas obras, al sólo efecto de mostrarlas, sin que haya de por medio un plan de subsistencia en el largo plazo.Porque el elefante azul que van a inaugurar el año que viene en el Palacio de Correos, una vez inaugurado y luego de las primeras semanas de anuncios mediáticos, ¿cómo habrá de sostenerse? ¿Quién habrá de conducirlo? ¿Con qué criterios? ¿En qué áreas? ¿Con qué recursos? ¿Con qué programación? ¿No habrá redundancias con el Teatro Colón? Nada de esto está pensado.
Es lo que pasó con el reciente Encuentro Federal de la Palabra, pomposa denominación para una batalla ideológica en la que el Gobierno gastó una cantidad inconcebible de dinero, cuyo monto, sin embargo, nunca conoceremos, apoyado en una campaña publicitaria sin precedentes, al sólo efecto de hacerle sombra a la Feria del Libro, cuya inauguración se habrá de realizar esta semana, y que es el acontecimiento cultural por antonomasia de la ciudad de Buenos Aires. Este Encuentro Federal de la Palabra fue, naturalmente, un fracaso. Casi nadie fue, excepto la gente arreada por el Gobierno con transporte público. Pero la idea obsesiva es dar la batalla cultural, contrapartida a lo que ellos denominan la Argentina liberal, la Argentina neoliberal, la Argentina retardataria.
Lo cierto es que el anunciado “Polo Audiovisual” fue un alarde retorico más, uno de los tantos en la larga lista que algún día habrá que confeccionar, de proclamas que solo eran palabras.
(*) Emitido en Radio Mitre, el lunes 21 de abril de 2014.