Las tres célebres preguntas kantianas son: ¿Qué puedo conocer? Respondida en Crítica de la razón pura. ¿Qué puedo hacer? Respondida en Crítica de la razón práctica. Y ¿qué puedo esperar? Respondida en Crítica del juicio. Hacerse para 2021 las tres grandes preguntas que Immanuel Kant se hizo entre 1787 y 1790, cuando escribió estos tres libros, resulta oportuno para un comienzo de año. Y no de un año cualquiera, sino después de atravesar el año caracterizado por la incertidumbre.
Hay que comenzar reconociendo que aun quienes saben mucho es poco lo que pueden saber sobre el futuro, como bien enseñó la pandemia derrumbando nuestras pretensiones de certidumbre. Aceptando esa limitación, para 2021 en materia económica sería esperable una inflación significativamente mayor de la prevista en el presupuesto: 50% en lugar de 29%, y, de ser así, un dólar oficial que tendrá que acompañar esa mayor pérdida del valor de la moneda argentina y llegue a diciembre, en lugar de a los 102 pesos previstos en el presupuesto, a alrededor de 130 pesos.
Las expectativas de los argentinos para 2021 reflejan un statu quo. Igual, peor y mejor se reparten por igual
Una inflación cercana al doble de la prevista en el presupuesto permitiría solucionarle al Estado las consecuencias de que tampoco se alcancen otras previsiones optimistas del presupuesto o el acuerdo con el FMI. Por ejemplo, para reducir el déficit fiscal en 2021 a 4,5% del producto bruto incluyendo intereses o 3% sin estos, la mitad del de 2020 con 8,6% y 6,6% respectivamente, como pediría el FMI hará falta reducir los subsidios a los servicios públicos y subir las tarifas de energía el 40%. Pero como por cuestiones electorales solo se las aumentaría un 9%, para no elevar el déficit, será necesario recaudar más y licuar gasto público, para lo cual una inflación más alta resultaría funcional.
Algo que sí sabemos que va a suceder y es un punto de apoyo para cualquier pronóstico de 2021 es que en octubre habrá elecciones, por lo que, además de generar presión sobre el déficit fiscal por atrasar la recuperación de las tarifas, agregará otra presión adicional por más subsidios sociales ante el aumento de la pobreza que se acumuló durante tres años consecutivos –2018 a 2020– de caída del empleo, tratando de evitar conflictividad en las calles en la medida en que se termine de perder la inhibición a marchar, que parcialmente generó el coronavirus.
En este contexto no sería improbable que un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que requeriría algunos grados de ortodoxia económica, incómodos para el Gobierno antes de octubre, se termine posponiendo. “Nuestro compromiso continuará tanto tiempo como sea necesario para que Argentina tenga claridad sobre sus objetivos de mediano plazo”, dijo sugerentemente su directora, Kristalina Georgieva. Resulta obvio agregar que un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional mejoraría la economía y su falta la empeoraría.
Lo que no quita que Martín Guzmán continúe trabajando para lograr un déficit fiscal menor y, aunque con las tarifas no lo vaya logrando, lo ayuda la aprobación de la nueva fórmula de indexación de las jubilaciones que en 2021 hará que pierdan en relación con la inflación, aunque en un futuro pudieran ganar si la economía mejora y la inflación baja.
Lo mismo con el crecimiento de la economía previsto en el presupuesto en 5,5% y no resulta improbable que pueda ser más del 6% después de haber caído el año anterior en torno al 10%. Y si bien el aumento de sueldos no le va a ganar a la inflación como se aspira, habrá mucha más gente con empleo que hoy está desempleada.
Lo que suceda en Brasil, China y Estados Unidos también nos afecta, y todo parece indicar que, positivamente, Brasil demandó más exportaciones industriales, China demandó más exportaciones alimentarias (con precios de materias primas cada vez más altos) y Estados Unidos, menos agresivo con Biden que con Trump.
Pero así como se sabe que las elecciones de octubre son un condicionante sabido y previsible, los efectos de una segunda ola de coronavirus y, por el contrario, de una vacunación exitosa, alterarían para peor y para mejor cualquier pronóstico.
Un repaso histórico sobre el pedido de la vicepresidenta para en 2021 alinear precios, salarios, jubilaciones y tarifas. Entre 2015 y 2006 (ya sin Lavagna) el kirchnerismo multiplicó por 9 los salarios y jubilaciones, por 3 las tarifas y por 4,5 la inflación y el tipo de cambio. En sus cuatro años, Macri aumentó los salarios y las jubilaciones por 4,2 y 4,6 respectivamente, las tarifas por 9,5, el dólar oficial por 7 y la inflación se multiplicó por 5 haciendo que el salario real cayera 23%.
Combinando oportunidades y amenazas, la economía que se puede esperar en 2021 es la de un proceso de transición sin definiciones contundentes, propio de un gobierno de coalición que ganó las elecciones por una diferencia no concluyente y al que no le será fácil revalidar sus credenciales.
Habrá bueno y malo en dosis repartida. Crecimiento pero más inflación. Más trabajo pero salarios peores
Qué pase en esas elecciones sí creará un horizonte diferente al actual sea cual fuere el resultado. Paradójicamente, un triunfo de la oposición podría mejorar las expectativas económicas ayudando a Alberto Fernández en sus últimos dos años de mandato.
Siguiendo el falsacionismo de Karl Popper, para quien todas las teorías deben ser puestas en cuestión para comprobar su rigor, veremos en diciembre próximo si esta prospectiva, la técnica que estudia los escenarios futuros y les asigna posibilidad de ocurrencia, sale airosa o, como tantas veces sucede, en gran medida por la existencia de variables ocultas y dinámicas cada vez más complejas en sociedades más numerosas y con mayor cantidad de interacciones entre sí, todo termina siendo diferente de lo esperable.
Buen año, amigo lector.