COLUMNISTAS
Origen del mal

Quién podrá defendernos

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Chapulín colorado. Es torpe pero es un héroe. Ellos pierden pero sus ideas triunfan. | cedoc

El 28 de noviembre de 2014, en Cancún, estado mexicano de Quintana Roo, moría, víctima de un Parkinson avanzado, Roberto Gómez Bolaños. Tenía 85 años y su profesión era la de actor. A partir del 26 de noviembre de 1970 Gómez Bolaños divirtió y propició momentos de alegría a varias generaciones de sus compatriotas y de chicos y adultos de todo el mundo hispanohablante. En esa fecha estrenó uno de los tantos personajes de su fértil imaginación. El Chapulín Colorado, que apareció como parte de un sketch dentro del programa Los supergenios de la mesa cuadrada. Tres años más tarde, como consecuencia de la adhesión que había cosechado entre el público, El Chapulín pasó a tener un programa propio. Los episodios, que hoy se pueden recuperar y gozar en internet, se sucedieron hasta 1979, año de su última emisión. Ese personaje, al igual que El Chavo del 8, inmortalizaría a Gómez Bolaños como actor, guionista y productor.

El Chapulín (con su traje rojo coronado por un gorro con antenas similares a las que llevan las langostas, que en México se conocen precisamente como chapulines) solía aparecer súbitamente en circunstancias en que algún otro personaje, que se encontraba en serias dificultades, clamaba: “¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defenderme?” o, en caso de tratarse de un grupo, “¿quién podrá defendernos?”. La frase se convirtió en un clásico y se repite hoy, fuera de la pantalla, en la vida real, cuando alguna o varias personas, a pesar de transitar un trance complicado, conservan sentido del humor y de la ironía.

Érase un país en el que…

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Bien cabría desenfundarla en esta Argentina titánica (en referencia al Titanic y también a la heroica supervivencia de buena parte de su población), que navega con prisa y sin pausa hacia un futuro incierto y siempre temible, conducida por gobernantes y dirigentes cuya ineficacia, indiferencia, torpeza, deshonestidad moral e intelectual (además de otras posibles) se exhibe en cada decisión, cada acción y cada discurso. Cualquiera que haya vivido aquí en los últimos veinte años (o incluso en las últimas siete décadas), y que no haya perdido ni la memoria ni el registro de la realidad ni el pensamiento autónomo y crítico, sabe cuál es el origen del mal. Pero eso no lo resguarda, en pleno año electoral y durante la larga y patética agonía del peor gobierno de la así llamada era democrática, de experimentar la angustia de la incertidumbre, el desasosiego de no percibir una salida o una soga para emerger del fondo del pozo. Es entonces, cuando uno se siente protagonista, esta vez en tono trágico y no risueño, de un episodio de El Chapulín Colorado. Y surge la pregunta inevitable: “¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defendernos?”.

A la luz de los acontecimientos, no será la oposición. Al menos no del modo en que se muestra, en que actúa, en que exhibe con impudicia sus egoísmos, sus miserias, sus pujas vergonzosas por robarse unos a otros el queso que aún no poseen, pero que ya les despierta un apetito voraz. Una oposición incapaz de generar esperanza, de proponer programas, de explicarlos, de mostrar las herramientas y la capacidad para concretarlos. Incapaz también de fundar esperanza. Una oposición que invita cada día a preguntarse: ¿si así son en el llano, cómo serán en el poder? Y la respuesta da miedo.

Vendedores de bagatelas

Eso en cuanto a la oposición de los rejuntados por el cambio. La otra opción, el invitado que entró por la ventana mientras unos y otros se ladraban, el tercero en discordia, recoge la rabia, la impotencia, la desesperación de la ciudadanía burlada e indefensa y, perspicaz para registrar los puntos de dolor, promete eliminarlos a garrotazos y patadas en el traste, una solución, que en el caso de poder ejercerla, seguramente durará menos que un suspiro antes de acelerar la marcha hacia ninguna parte, o hacia la peor.

Alguna vez Roberto Gómez Bolaño se refirió así a su personaje: “El Chapulín Colorado se muere de miedo, es torpe, débil, tonto y, consciente de esas deficiencias, se enfrenta al problema, es un héroe, y pierde. Los héroes pierden muchas veces, pero después sus ideas triunfan”. No hay, definitivamente, un Chapulín entre nosotros. Lástima.

*Escritor y periodista.