Ya estamos transcurriendo el año electoral. Faltan once meses para las elecciones de octubre 2009, y la proximidad de la votación encendió los motores de la usina oficial de ataques a la prensa que, con los meses, irá subiendo su temperatura. En el Panorama Político de la edición de ayer, sábado, de PERFIL (ver http://fon.gs/camion/), Alfredo Leuco explicó cómo “el gobierno de los Kirchner está potenciando el más formidable operativo para controlar a los medios de que se tenga memoria desde la restauración democrática”, apelando a todas las herramientas posibles, como los piquetes de los camioneros de Moyano frente a los centros de distribución de diarios y revistas de la Capital o intensificando la compra de medios a través de empresarios amigos para ponerlos al servicio de su causa, que no se limita a elogiar al Gobierno, sino fundamentalmente a denostar a opositores y periodistas independientes.
Hace casi dos años, cuando las anteriores elecciones se acercaban, se notó la intención de daño que tenían algunas publicaciones, como la revista 7 Días, que dedicó varias tapas y carteles de vía pública al único propósito de herirme para mellar la credibilidad de este diario y de la revista Noticias. En su in crescendo de mentiras, llegaron a publicar como título de una de sus tapas que yo nunca había estado detenido en El Olimpo durante la dictadura. Relajados y burdos, no les preocupó que mi desaparición hubiera sido registrada por los diarios de la época y constara en la Conadep y en las causas judiciales que investigaron El Olimpo. Pero sí tuvieron el cuidado de no degradar con mentiras a otras publicaciones de la misma editorial que publica 7 Días, como por ejemplo la revista Veintitres, que se mantuvo al margen de esos ataques.
Un revival de aquella campaña, que se extinguió con aquella elección, renace hoy al ritmo de una nueva votación, pero sumando ahora a los ataques a la revista Veintitres, que había logrado preservarse gracias al esfuerzo profesional de sus periodistas, el legado de prestigio de su fundador, Jorge Lanata, y el merecido reconocimiento de varios de sus columnistas. Probablemente, muy a su pesar, el tema ya exceda a su redacción.
Aunque sea una lástima, desde la perspectiva de sus dueños, en la carrera hacia el final de cualquier meta que se presenta esquiva, sea preciso redoblar la apuesta hasta consumir todo capital material o intelectual porque no habrá futuro sin presente y de nada valdría preservar lo que luego no se continuaría.
Ku Klux Klan. En la última edición de Veintitres, en una nota de tapa titulada la “Fundación buitre. Atlas, el think tank de la derecha argentina”, a la que se considera una “sociedad secreta de represores, políticos y economistas que apuesta a la catástrofe” y que contaría con “periodistas, represores y políticos entre sus miembros”, se me incluye como parte de la misma. Peor aún: la fotografía de mayor tamaño (y la única de un periodista) que ilustra la nota es una con mí imagen, seguida de la de Martínez de Hoz, Suárez Mason y María Julia Alsogaray. Suárez Mason, jefe del Primer Cuerpo de Ejército durante la dictadura, fue quien ordenó mi detención el 6 de enero de 1979, cuando me llevaron a El Olimpo. De María Julia Alsogaray recuerdo el juicio que le hizo a Editorial Perfil (y a mí personalmente) en la década pasada, después de aquella famosa tapa de la revista Noticias en la que aparecía cubierta sólo por un tapado de piel. Y a Martínez de Hoz nunca lo vi en mi vida. Ni siquiera hablé por teléfono con él, como sí lo hicieron los periodistas de mayor edad que yo.
Aparezco en esta especie de Ku Klux Klan local (al que no conozco y tampoco puedo calificar) por el sólo hecho de que en el año 2007 me otorgaron el premio “Valiente defensa de la libertad”, en el rubro Periodismo. Es cierto, pero aclaro que ni fui a recibir el premio. Como les sucede a otros periodistas, me otorgan decenas de premios por año que tienen escaso valor. Respondo siempre que no puedo ir a recibirlos por falta de tiempo y, por una mínima cuestión de buena educación, acepto que los entreguen en la editorial u otra persona los reciba en mi nombre, como en este caso.
Hasta aquí, podría tratarse sólo de la visión sesgada de quien realiza una nota, o simplemente de un error, como los tantos errores que también comenten las publicaciones de Editorial Perfil y de los que nosotros mismos damos cuenta en la sección Correo Central. Pero la semana anterior tuve otro episodio similar con la revista Veintitres.
Me llama Graciela Borges, una amiga entrañable de quien me consta su sincero afecto porque nos conocemos desde hace veinte años, para decirme: “Jorge, estoy preocupada porque aparecí en la tapa de la revista Veintitres firmando una solicitada en contra de la revista Noticias por la nota que publicó criticando lo que el Gobierno le paga a los artistas, y yo no firmé nada ni di mi autorización para que coloquen mi nombre. ¿Justo a mí, que me llaman ‘madame Fontevecchia’, me ponen en tu contra? ¿Tan poco informados están?”. Le dije que, al ver su firma, deduje que quizás algún otro firmante tampoco había prestado su nombre específicamente para el fin que fue usado y decidí no contar públicamente lo sucedido.
Es la acumulación de esa experiencia con la nota de esta semana de Veintitres, sumada a la compra de Radio Del Plata por Electroingeniería, empresa muy cercana al Gobierno y vinculada al Caso Skanska, en sociedad con el propietario de la revista Veintitres, más el bloqueo de los camioneros de Moyano a los centros de distribución de diarios y revistas, lo que despertó mi inquietud y la presunción de que podríamos estar viviendo una nueva escalada de aprietes a la prensa. Quizá sea injusto y esté uniendo temas con motivaciones aisladas: de ser así, pido anticipadamente disculpas a la revista Veintitres, pero apelo a la vocación periodística de su redacción para que escape de las presiones que pretendan utilizarlos si tal cosa sucediera.
Respecto de Moyano, este diario fue querellado por el líder de la CGT, trámite que se sigue en la Justicia. Confío en un veredicto que nos dé la razón y no suceda como en la década del 90, cuando ganábamos los juicios que Menem nos hacía en las instancias normales y luego los perdíamos en la Corte Suprema.
Vale recalcar que durante el piquete de los camioneros del martes pasado hubo una saña especial contra nosotros, porque fue golpeado Luis Ferreira, gerente de nuestro centro de distribución, y las publicaciones que no pudieron distribuirse fueron las revistas semanales de Editorial Perfil y Publiexpress.
Una reflexión final: una técnica de guerra en la que la moral y la verdad son suntuarias es golpear al núcleo del adversario acusándolo de exactamente el atributo opuesto al que sería su fortaleza. No me animaría a sostener que un pensamiento de izquierda sea más virtuoso, pero sí puedo decir que mi pensamiento se encuentra muy lejos del de derecha en el que adictos al Gobierno pretenden encasillarme, precisamente porque no lo soy.