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Seis señales de que estamos frente a un híper-liderazgo

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Rodeado. Massa no solamente enfrenta el desafío de regenerar expectativas económicas: también las de la política. ¿Será capaz? | Pablo Cuarterolo

Lo híper es mucho. En lo social, exceso. Lo que rompe límites establecidos o genera nuevos límites de difícil conmensurabilidad. Por eso también es provocativo, nuevo y deslumbrante. Así pasa con lo que se entiende como híper-liderazgos, casi siempre, emergentes de fuertes olas de crisis que barren con liderazgos existentes y hacen tiritar al status quo previo.

Un híper liderazgo parte de una reacción excepcional –como oportunidad–, que alguna persona aprovecha ante una crisis de representatividad. O más bien, reacciones no planificadas frente a amenazas severas a la paz, a la estabilidad, a la democracia o a cualquier cosa que aumente la incertidumbre.

Pensando en la sociedad que les presta atención, cuando los abraza o los acepta, se transforma en una manifestación de carácter defensivo, casi de resguardo ante lo inestable. La crisis posibilita y los híper-liderazgos están ahí, agazapados, listos para subir al centro del escenario.

Su carisma suele promocionarse mostrando los sentimientos y hay grandilocuencia 

Primera señal: son cortoplacistas y oportunistas. No como connotación negativa. Cortoplacistas porque su obsesión pasa a ser el domar la dinámica disruptiva de las crisis que son las que les permiten aflorar sólo en ese momento. Y oportunistas porque una cosa es la voluntad de estar y trascender, y otra la planificación, tener un plan. Va de suyo una interesante dosis de osadía y audacia que tienen.

Fue dicho que su contexto de surgimiento son las crisis, pero trabajan para la continuidad democrática liberal. Son personas del juego democrático. No hay un molde de híper-liderazgo, aunque la academia generalmente está de acuerdo en que el auge de los híper-líderes se debe a la crisis de la democracia representativa y al cambio hacia una democracia postrepresentativa. Esta idea de Flaminia Saccà involucra partidos políticos derruidos por lo que pasa a ser la propia persona la que termina representando la ideología, la que define una nueva estructuración de las organizaciones, quien se convierte en su voz, define las condiciones de membresía y tiene la capacidad para influir en la formulación de políticas. Híper-personalismo es la sustancia de un híper-liderazgo.

Segunda señal: se definen, se creen y se muestran como excepcionales porque surgen excepcionalmente. Esa excepcionalidad transforma a estas personas en una especie de “all in one”. Toda la institucionalidad, toda la liturgia, toda decisión les compete. El modo en que construyen poder es equiparando/fusionando la figura del liderazgo con el propio sistema. “El sistema soy yo” (el sistema democrático).

Sergio Massa
Sergio Massa (FOTO: Télam)

Ritualizan sus apariciones públicas. Suelen obsesionarse por lo estético y lo visual. Su carisma suele promocionarse mostrando abiertamente los sentimientos. Grandilocuencia. Intensidad. Inmediatez. Sentimientos sin filtro. Golpes de efecto. Mucha presencia. Discursividad destinada a transmitir confianza. Y a cada rato, gotas de humildad.

Estos liderazgos entienden la aceleración de la producción y distribución de noticias. Comprenden y juegan en la vorágine del aumento de la percepción de urgencia y responden a ella. En crisis, toman decisiones complejas.

Apelan a una retórica coloquial y llana. Simplifican los problemas, los descomponen e ignoran algunos aspectos relevantes. Algunas veces privilegian el sensacionalismo sobre la precisión y los medios, por ende, también privilegian el sensacionalismo sobre la precisión en su cobertura. La idea de “super ministro” en Argentina se instaló y no se discute. Apelan a esquemas cognitivos y heurísticas que se manifiestan como atajos para identificar y comunicar las características centrales de una situación.

De uno u otro modo intentan mostrarse como providenciales otorgando un sentido moral de la dirección elegida y provocando entusiasmo cuando es convincente y atractiva para algunos, pero también se convierte en problemática cuando flaquean frente a las demandas éticas de un liderazgo que surge con mucho poder y vértigo, pero mucho más con expectativas ilimitadas. Estas suelen ser sus peores enemigas. Por eso de nuevo: más gotas de humildad.

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Sergio Massa (FOTO: Agencia NA)

Tienen un carácter performativo asociado a lo heroico, lo transformacional y en ciertas ocasiones, mesiánicos. Se entregan como víctimas de una complejidad que les reclama su sacrificio. Y sigue el goteo de humildad.

Tercera señal: se exhiben y se autoproclaman elegidos. Pero elegidos para un sacrificio porque son irrepetibles, justos para la ocasión. Son la última salvaguarda antes del abismo.

La espectacularización define sus modos de aparición, primordialmente digital. Paolo Gerbaudo plantea que mucho de su surgimiento está cerca de representar la mitología de democracia directa que rodea la proliferación de partidos digitales. No siempre se da así, aunque es más común en estos tiempos. Sin embargo, convierte la democracia en un ritual del poder soberano, es decir apela a la lógica de la política directa, estableciendo vínculos inmediatos y cotidianos con la ciudadanía.

Cuarta señal: son seres mediáticos digitales. Se legitiman como liderazgos digitales. Los híper-liderazgos se comportan como una celebridad. La visibilidad se traduce en relevancia; y tal relevancia se convierte en fuente de legitimidad ensaya Majid KhosraviNik, y no al revés como hubiera pensado Max Weber. Vale decir: la visibilidad les da poder y el poder les da visibilidad.

Expresan, mayormente, posturas esperanzadoras, visiones positivas del devenir. Y buscan diversidad en sus apoyos. Su apelación a una búsqueda de un futuro rico en diversidad suele ser su talento, que deja verse a través de una perspectiva de pensamiento nueva u oxigenante ante situaciones previas altamente polarizantes y en contextos que reclaman cambios. Ante ideas que quizás no son suyas, se las autoatribuye, dicen José María Lassalle y Jordi Quero.

Minimizan los antagonismos sociales, políticos e ideológicos y son indescifrables 

Más bien rechazan los grandes antagonismos y son prototipos de figuras conciliadoras. Minimizan los antagonismos sociales, políticos e ideológicos. Rechazan clivajes derecha-izquierda. Rechazan lo dicotómico y, por ende, se transforman en indescifrables. Defienden políticas “necesarias en un momento y lugar dados antes que valores ideológicos claros.

Emmanuel Macron respondía en una entrevista en el diario Challenge en el 2016, cuando le preguntaban si Francia está fracturada políticamente: “La hora es seria para nuestro país. El desafío es preservar su cohesión, organizar su reconciliación. Estamos viviendo un período de fractura de Francia: ahora hay varias Francias. Estas lágrimas que atraviesan nuestro país producen una profunda crisis y perturban nuestro imaginario colectivo… La política ya no puede contentarse con dirigirse a públicos diferentes y antagónicos; es imprescindible encontrar los caminos de reconciliación entre las dos Francias: la que vive la globalización y las grandes transformaciones en el trabajo como una oportunidad y la que le teme; la Francia de los nómadas felices y la Francia de los sedentarios que sufren”.

Quinta señal: la huella ideológica está dada por las decisiones políticas, pero no por la defensa explícita de valores ideológicos. Procuran ser personas más positivas que negativas, más conciliadoras que antagonistas. Las políticas visibilizan los trasfondos ideológicos, más que la ubicación explícita en el continuum ideológico izquierda-derecha. Ello no quita que puedan ser categóricos en muchas principios o decisiones, pero se exteriorizan más juicios morales o juicios racionales que ideológicos.

 Finalmente, parafraseando el razonamiento de Benjamin Moffitt, los híper- liderazgos tienen una relación recíproca con las crisis: surgen y ganan consenso en coyunturas críticas, pero también es cierto que contribuyen a realizar y crear una percepción social de la crisis, en primer lugar, a través de una estrategia de dramatización y por ende de emotividad de los asuntos públicos que no siempre legitima el largo plazo.

 ¿Un híper-liderazgo puede transformarse en un super liderazgo? Sí, cuando además de domar el bravío corto plazo, también aporta un modelo de pensamiento constructivo. Cuando además de buscar dirigir, intenta orientar el largo plazo creando legitimidades que perduren, modelando instituciones que no estén entalladas al liderazgo fulgurante de turno. Cuando es capaz de guiar a otros y hacer que la ciudadanía desencadene sus propias motivaciones y potencialidades. Cuando no impone su voluntad a los demás por poder jerárquico o carismático, sino que busca la autodisciplina y el autocontrol. Cuando hace que las personas se sientan incluidas, que confíen, pero no dependan. Cuando logran un mito de gobierno dentro del juego democrático.

Sexta señal: los híper-liderazgos surgen de a ratos, los súper liderazgos no. Estos últimos no solo gestionan: más que todo, dejan un legado.

*Director de la Maestría en Comunicación Política de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral.