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Siete años de cristinismo

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Esta semana se cumplieron siete años del mandato presidencial de Cristina Kirchner. En diciembre de 2007, la Presidenta asumía luego de ganar en primera vuelta con el 45%. Durante la campaña, bajo el eslogan “Cristina, Cobos y vos”, había prometido fortalecer las instituciones, una asignatura pendiente en el gobierno de Néstor Kirchner.

Desde aquel momento sucedieron muchos hechos que impactaron a la opinión pública. Una enumeración asistemática incluiría: la crisis del campo, la crisis financiera, la estatización de las AFJP, la derrota ante Francisco de Narváez, el decreto de asignación universal por hijo, el Fútbol para Todos, el enfrentamiento con el Grupo Clarín, la Ley de Medios, el fallecimiento de Néstor Kirchner, la reelección con el 54%, el Boudougate, la tragedia de Once, la reestatización de YPF, el intento de reformar la Justicia, el intento de re-reelección, el Báezgate, la derrota ante Sergio Massa, la reforma del Código Civil, la crisis del dólar, el desborde inflacionario, los fondos buitre y el default, la reforma del Código Procesal Penal, etc.

Transcurridos años y acontecimientos, las valoraciones sobre el kirchnerismo siguen radicalizadas. Así, a la época ganada se le opone la década perdida; a la promesa de institucionalización, la evidencia de control del Parlamento y la Justicia; al relato del modelo de crecimiento con inclusión, la gravedad de la inflación, la corrupción, el narcotráfico y la inseguridad; a la magnificencia del relato, la crudeza de la realidad. La metáfora de “la grieta” expresa el dramatismo de visiones antagónicas irreconciliables.

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La selectividad de la percepción es un clásico principio epistemológico que sostiene que sólo vemos lo que podemos o queremos ver; el resto lo ignoramos o negamos.

La grieta. Los kirchneristas creen en las buenas intenciones declamadas por la Presidenta, a las que ven plasmadas en actos de gobierno investidos de virtud. Los hechos contrarios son negados o atribuidos a maldades ajenas.

Los antikirchneristas, en cambio, parten de un supuesto distinto al que aplican una lógica similar: la única intención kirchnerista no es el bienestar del pueblo sino la conservación y acumulación del poder. En consecuencia, la razón anti K advierte que detrás de cualquier medida aparentemente noble, se esconde un verdadero fin de carácter innoble.

La fórmula de cada cosmovisión resulta simple, casi de sentido común. Para un espíritu K, la acumulación de poder no es un defecto, sino una necesidad para enfrentar a los enemigos del pueblo. Para un espíritu anti K, en cambio, las supuestas virtudes del Gobierno no han sido más que subterfugios demagógicos para afianzar el poder. Dentro de un año Cristina Kirchner deberá entregar el poder a su sucesor. Entonces la grieta formará parte de la historia. O no.

 

*Director de González Valladares Consultores.