El pasado se suele evocar, muchas veces, inconscientemente desde el sesgo del presente. Hay un paisaje idílico construido en torno a la socialdemocracia escandinava y, más allá de sus grietas y contradicciones, la distancia desde donde se mira –un país latinoamericano, por ejemplo– se configura un edén.
Las últimas elecciones generales en Suecia en 2022, con un índice de participación del 84% –cifra que contrasta con la abstención reciente en CABA y que está siendo objeto de múltiples análisis– han dado, como casi siempre, el triunfo a los socialdemócratas pero esta vez la segunda fuerza fue Demócratas por Suecia, un partido de extrema derecha que desplazó a los conservadores a un tercer lugar quienes, finalmente, formaron gobierno con los demócrata-cristianos y los liberales, pero gracias a los votos de los ultras en el Parlamento, imprescindibles para sumar una mayoría.
Este marco político, quizás, sea el punto crítico de un síntoma que se puede rastrear en la obra de Maj Sjöwall y Per Walhlöö publicada entre los años 1965 y 1975. En esa década esta pareja de escritores, a lo largo de diez novelas –una por año–, no solo fundaron las bases del género negro europeo, sino que describieron el ocaso de la vitalidad política de la socialdemocracia en términos de fomento del espacio social y el deterioro del Estado de bienestar.
Martin Beck, el policía que protagoniza la serie, es un excelente funcionario en un sistema fallido que alcanza, a pesar de su perfil gris, la condición de héroe al abrirse paso en sistema ineficiente.
He recordado estas novelas porque en una plataforma acabo de ver una miniserie sueca 8 meses (Doktrinen, título original en sueco) que retoma bajo el formato de un thriller, el marco político de aquel país.
En 8 meses una periodista de mediana edad malvive como freelance de un periódico de Estocolmo, hasta que revela un escándalo, a partir de un soplo, que provoca la caída del ministro de Exteriores. Esto da un vuelco exitoso en su vida y acaba siendo contratada por el sucesor del cargo en esa cartera. La serie describe un marco de la antipolítica, al punto de que el nuevo ministro es elegido a través de una consultoría y resulta ser un tecnócrata que se define ni de izquierda ni de derecha, y cuyos puntos ciegos en su biografía son los que alientan la trama de la serie. Mientras se suceden los seis capítulos, se pone énfasis en una primera ministra socialista alejada de la calle y al frente de máquina burocrática lenta y falaz. Como contraste de este escenario, un poder real va cobrando fuerza en la figura del nuevo ministro con la premisa de disolver la estructura democrática. Todo esto es previsible, pero existe un detalle que rompe el plot clásico del modelo de series nórdicas y es que –perdón por el spoiler–, la protagonista, al final, acaba motu proprio en el lado oscuro. Esta novedad normaliza el nuevo tiempo de disolución.
Martin Beck, el policía de Sjöwall y Walhlöö, no hubiera dado este paso contra sí mismo.
Cuando en 2013 le dieron el Premio Pepe Carvalho a Maj Sjöwall en el marco del festival BCNegra de Barcelona, le hice una entrevista en la que describió la deriva de la socialdemocracia desde los años sesenta hasta entonces, amalgamándose con los conservadores hasta conformar un ensamble de dos actores prácticamente idénticos.
Hoy, como en casi todos los países europeos, el bipartidismo mutó en dos bloques con múltiples partidos. En Suecia, los del centroderecha han confluido junto a los ultras para poder gobernar. Hasta que la derecha radical, más pronto que tarde, podría conseguir la mayoría.
Como en Italia o como en Argentina, para quedarse. Y esto no debería ser otro spoiler.
*Escritor y periodista.