Ocurrió la semana pasada pero ¿qué importa la minucia del tiempo frente a la prepotencia de la eternidad? En su última gira, nuestra Presidenta le solicitó al ministro de Cultura de Egipto que llevara la muestra de Tutankamón a la Argentina, “así tendríamos el honor de ser el primer país (excepto Egipto) donde se exponga este tesoro de de la humanidad”.
Imaginemos que la exposición se lleva a cabo. Apenas se establece el acuerdo, nuestro gobierno contrata a una empresa de seguridad encargada de proteger al faraón milenario en la sala de exposición elegida. Para hacer la diferencia, la empresa reemplaza los detectores láser por lamparitas bipines (¡total!). Una superbanda asociada con un caza recompensas ligado a una empresa aseguradora que cotiza en Wall Street establece un plan de acción para apoderarse de la momia. Naturalmente, como la superbanda debe realizar múltiples tareas delictivas para llegar a fin de mes, subcontrata a un grupo de rateros que a su vez delega la operación, previa cometa, en probados barrabravas. La noche del hurto, los barrabravas entran por la puerta equivocada y, a cambio de quedarse con la momia expuesta (que es, por supuesto, una réplica), se levantan el original, que se guarda en una sala especialmente destinada a los especialistas de nuestra escuela de egiptología. Ebrios, los barras confunden el lugar de la entrega y se pierden a la altura de Rosario. Tutankamón termina en una sala de cultos afro de un barrio periférico, con una manta de colores puesta encima del cajón: la diosa del mar. Gracias a discretas presiones de Guillermo Moreno, la noticia del robo no ha salido en los diarios, lo que no impide que distintos sectores vayan en procura de delincuentes y cuerpo del delito, en pos de negociar rescate por vida o protección para la vida carcelaria. El barrio periférico se inunda: Tutankamón sale flotando directo a las turbinas de Botnia. Mientras tanto, un conocido ebanista está fabricando una copia de la copia para engatusar a los propietarios, llegado el momento de que el fiambre vuelva a casa… Como la secuencia es infinita, puede ser interrumpida. En un desierto como la Argentina todo lugar es bueno para perderse.
*Periodista y escritor.