¿Cómo hace Cortázar para escribir su cuento “Tango de vuelta” saliendo del género fantástico, metiéndose con los cuchilleros, desafiando a Borges y, sobre todo, creando un tiempo de lectura casi sincrónico, idéntico con el de la escritura? En general, casi por ley de la física, leer y escribir son tiempos sucesivos. Primero se escribe y luego se lee. Imposible saltear esa diferencia. Hoy en día, todo el mundo escribe, y aunque la era digital acorta muchísimos los tiempos de recepción, la lectura viene después, el like viene después, se linkea después de haber visto o leído. Es un segundo tiempo. Y es el tiempo que define.
Cortázar, anterior a las redes, entendió la frase como enlace. Consiguió acercar al lector al momento de la escritura. Como si ahora se estuviera leyendo esta columna al mismo tiempo en que la escribo. No se trata de una pirueta literaria. Cortázar retrasa el destino, o lo adelanta. En todo caso, lo reta. Interviene el tiempo con la escritura. Octavio Paz decía que las palabras son el verdadero tiempo, no el tic tac del reloj. Y hay algo del vértigo cortazariano que, leído entre líneas, da la impresión de un tránsito distinto. Transcribo algunas frases de este genial cuento tardío. Su protagonista es un médico o enfermero que le gusta anotar retazos de la vida: “Cuando escribo veo lo que estoy escribiendo, lo veo realmente, lo estoy viendo a Emilio la mañana en que llegó de Ezeiza…” Leemos a la par que el narrador observa lo que va describiendo. No Cortázar, su personaje; muy atento a lo que le cuenta la gente, recibe historias y le gusta escribirlas en cuadernos, aunque no las publique. “Lo que me gusta es escribir y cuando termino es como cuando uno se va dejando resbalar de lado después del goce, viene el sueño y al otro día hay otras cosas que te golpean la ventana, yo trabajo en una clínica, me gusta cuando se me acaba un cuaderno, porque algo golpea en la ventana y así vamos de nuevo, lo mismo una ambulancia que un nuevo cuaderno.”
Escribir porque sí, sin buscar un efecto, una aprobación. Si vale la pena estar vivo, también lo vale escribir lo vivo que de la vida (y de la lectura) se anota. Resalto esta escritura de Cortázar porque está viva, remite al otro, incluye al lector, genera tiempo. Suspenso, trama. Gozamos al leer esos párrafos que nos involucran sin saber cómo ni porqué, pero ahí estamos con Cortázar, leyendo mientras su personaje escribe “un vómito de tiempo e imágenes”.
Me pregunto a dónde irá a parar todo lo que se está escribiendo en las redes. ¿Son textos que incluyen al otro, o el like es una forma de deshacerse de lo leído, más una expulsión que una convocatoria? ¿Cómo escribir en las redes incluyendo a los lectores en una discusión sin que sea un vaciadero de opiniones? ¿Cómo volverlo una aventura conjunta? ¿O solo se busca la aprobación, sin otra consecuencia que el descarte? ¿Se podrá escribir en redes con impulso cortazariano, en busca de un lector participante? Ya no podemos negar esta forma de circulación de las opiniones, ideas y ocurrencias. Si todo el mundo está escribiendo, aunque sea una línea por día, ¿sería muy utópico pensar en redes cóncavas más que convexas?