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Todos los caminos llevan a La Plata

Alberto Fernández trata de recuperar protagonistmo ante la “mesa de los lunes” que reúne a Máximo Kirchner, Sergio Massa y Axel Kicillof.

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Pato negro. | Pablo Temes

Empleando una lógica puramente estadística, podría pensarse que en una elección con cinco listas disponibles todas tendrían la probabilidad de alcanzar el 20% de los votos. Esto pasaría si los votantes sortearan su decisión en el cuarto oscuro.

Se sabe que esto no pasa, pero las razones por la que los votos se concentran en sólo las dos listas principales nunca son del todo explicativas. Sin embargo, en casos de crisis política aparecen las anomalías. Un ejemplo próximo fueron las elecciones de primera vuelta de Perú, donde la lista “ganadora” de Pedro Castillo sacó el 19%, las tres siguientes en el 12 y el 13% y las cinco sucesivas entre el 5 y el 9%. Otro caso similar se produjo en las elecciones de convencionales constituyentes en Chile de mediados de mayo. Las cuatro primeras listas obtuvieron entre el 15 y el 20%.

Identidades. La primera hipótesis por la cual los votantes normalmente se inclinan por dos principales listas es que el tradicionalismo orienta el voto. Así funcionaron la mayoría de los partidos políticos en Europa y Estado Unidos en la posguerra. En Argentina, la tradición política bipartidista se dividió entre peronismo y radicalismo. Esta teoría pareció derrumbarse en 2015 cuando Cambiemos le ganó al Frente para la Victoria. Allí la hipótesis mutó: a la identidad política peronista se le contrapone la antiperonista, que habría nutrido de votos a Cambiemos. Sin embargo, hay quienes sostienen que el kirchnerismo no es exactamente lo mismo que el peronismo, lo que llevó a que, en esa elección, Sergio Massa obtuviera nada menos que el 21,4%, lo que obligó a la segunda vuelta.  Esta postura clásica plantea que las divisiones de clase en la sociedad se reproducen en el voto. En Inglaterra por ejemplo los obreros votaban laborismo y los demás, a los conservadores, cuestión que se termina con Tony Blair. Hoy el lugar común es que los pobres votan al peronismo y los no pobres buscan otras opciones, una división difícil de probar empíricamente, y que sugiere la existencia de una especie de servidumbre.

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Transmutaciones. La segunda hipótesis indica que los votantes siguen liderazgos, personas con capacidad de irradiar ideas y sobre todo emociones. En ciertas condiciones y situaciones históricas, no hay dudas de esto. Pero una cosa es votar el líder y otra es que el líder mande a votar a otra persona. La posibilidad de trasferir del voto, en especial cuando el receptor es alguien ajeno a los votantes es impredecible. Un ejemplo histórico exitoso fue el llamado de Perón votar a Arturo Frondizi en 1958. El desarrollista ganó con casi el 50% pero ni Perón puedo evitar el 10% de voto en blanco y el 10% de abstención. También se puede discutir las condiciones de la elección entre Scioli y Macri, y las dudas sobre la “calidad” del llamado de Cristina a votar a Scioli. Como contrapartida se puede observar que Esteban Bullrich (casi desconocido para los sectores populares) le pudo ganar a Cristina por un poco menos de 400.000 votos. Claro, también había otras dos listas que capturaron votos que de otra forma hubiera nutrido a Unidad Ciudadana: 1País de Massa que sacó un millón de votos, y Cumplir de Florencio Randazzo que sacó medio millón. Los partidarios de las vías alternativas se preguntan si parte de esos votos están disponibles. El otro gran interrogante es qué hubiera pasado si Cristina no se hubiera integrado a la fórmula ganadora del FdeT: ¿hubiera podido llamar a votar a Alberto Fernández exitosamente?

Evaluaciones. La tercera y más racional de las hipótesis es que los ciudadanos votan valuando la gestión de gobierno. Aquí se elige mirando el pasado, antes que el futuro. De este principio se desprenden los mandamientos que indican que los oficialismos pierden si la economía está en recesión, gobierno que devalúa pierde, y también que los votantes retirarían su apoyo si su capacidad de consumo se reduce. El voto se remitiría más a las perspectivas particulares que de las realizaciones colectivas. De allí se explica que la seguridad como tema no influiría en el voto, así como tampoco la corrupción. Con la gestión económica como el gran ordenador electoral, se plantea que las elecciones de medio término son un plebiscito sobre el gobierno: se aprueba o desaprueba. Esta postura anula las dos anteriores, acá ya no importan las tradiciones o el liderazgo, es voto es 100% pragmático.

Adiós a la brújula. Las tres hipótesis principales que explican el voto, parecen excluyentes, pero no lo son: coexisten. Aunque en determinados momentos pasa a predominar alguna. Hoy aparece una cuarta, vinculada al acontecimiento, es este caso aplicable al coronavirus. Como explica Alain Badiou el acontecimiento produce una repolarización de las relaciones sociales con implicancias políticas, la mayoría de las veces inesperadas. La hipótesis del oficialismo es que la gestión exitosa (a falta de resultados positivos en materia económica) implica llegar al 12 de septiembre con la mayor parte de la población vacunada.

Patricia Bullrich por su parte entiende que la cuestión de la vacuna polariza y se lanza a atacar con la cuestión Pfizer. A través de sus prácticas discursivas Bullrich se convierte en el Cisne Negro de Juntos por el Cambio y la pone más cerca de la ruptura que de la oportunidad para capitalizar los errores del gobierno y el descontento de las capas medias.

No es difícil de imaginar que si hubiera una PASO entre Bullrich y María Eugenia Vidal en CABA el voto se podría dividir de tal forma que el FdeT podría dar un sorpasso inesperado.

También la decisión de enviar a Diego Santilli a encabezar la lista en PBA implica el riesgo de no ser competitivo en las secciones más pobladas de la geografía bonaerense.

Por el lado del FdeT, el operativo clamor para llevar a Daniel Scioli al tope de la lista bonaerense implica una movida de Alberto Fernández para no quedar totalmente aislado de la toma de decisiones, cuando se observa que el centro magnético se trasladó a La Plata con la famosa mesa de los lunes que reúne a Axel Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa.

En estos precisos momentos la clase política está enfrascada tomando decisiones electorales pensando simultáneamente en marcas (H1), candidaturas (H2) y temas de campaña (H3) con un ojo puesto en 2023.

 

*Sociólogo (@cfdeangelis).