Cuesta precisar el calibre de la última detención del sindicalista Pata Medina. Pero se supone que, en término de votos, será un misil aún más favorable al Gobierno de lo que fueron los cartuchos por el encarcelamiento del dueño de La Salada antes de las PASO. Nunca más oportunas las dos diligencias de una denigrada Justicia y la coincidencia en el calendario: ambas, previas a los comicios. Pero cualquier sospecha verosímil sobre un plan partidario se derrumba ante un fenómeno no calculado: la contribución escandalosa de los dos encausados, quienes promovieron un alboroto insensato frente a la aparición policial, uno tiroteando a los efectivos, el otro con sus barras bravas anunciando que incendiaría la provincia si se les ocurría esposarlo.
Horas de televisación en directo para observar el salvajismo de los acusados, sus ostentaciones, la riqueza inexplicable y, finalmente, una resistencia de utilería. Ni Duran Barba podía imaginar el desatino de estos personajes, menos el servicio que le brindó a su campaña oficial el Pata Medina, un espontáneo émulo de José López y sus bolsos en el monasterio. Agradecida, María Eugenia Vidal: ella estimuló las investigaciones de la Justicia, no casualmente se ejecutaron en su territorio. A su vez, Macri cobra derechos de autor y propaga un slogan incuestionable: esta inmundicia mafiosa no se desmanteló en el gobierno de Cristina, menos se hubiera expuesto en una administracion de Scioli. Yo lo hice.
Rinden estos operativos de índole sindical debido al desprestigio de la actividad: en las urnas y, sobre todo, en la repentina calma inoculada a sus dirigentes, quienes pasaron de propiciar una huelga a pedir entrevistas –las otras filiales bonaerenses de la Construcción, por ejemplo– para jurar que no son iguales a Medina. Por lo visto, desde que una de las preferidas militantes de Macri, Gladys González, intervino al Caballo Suárez en Marítimos, estos procedimientos judiciales resultan más lucrativos que invertir en Lebacs. De ahí que restan incógnitas sobre el futuro judicial de organizaciones flojas de papeles como Porteros (por una compañía adhoc de seguros) y Metalúrgicos (por unas pistas escabrosas que reveló un abogado al que detuvieron con un abultado paquete de dólares rumbo a Montevideo).
Sin embargo, esta vara de limpieza y depuración que protagoniza una Justicia denunciada por venal, intenta un desafío de mayor envergadura en lo político: poner en la superficie, enjuiciar, desplazar y hasta encarcelar a dos ex presidentes de la Argentina, Carlos Menem y Cristina de Kirchner, ambos de una misma extracción. No se sabe aún si el spread a ganar en estos procesos será tan jugoso como el que hasta ahora ha provisto la corrupción en los sindicatos y en el mercado negro.
Si uno atiende la euforia de ciertos colaboradores directos del Ejecutivo, escucha: “Van a ir todos presos”. De los ex mandatarios a colaboradores cercanos (De Vido, Boudou y personajes de menor cuantía). Hablan, claro, como si le endulzaran los oídos a Elisa Carrió, inauguraran un nuevo ciclo de vida y nunca hubiesen estado en el poder. No han elegido un campo de batalla fácil, el Senado, cámara que debería expedirse en un plenario contra la incorporación del legislador riojano y la legisladora bonaerense quitándole los fueros. Allí el Gobierno carece de mayoría, mantiene una compleja relación de billetera con las provincias, y sus embajadores (Michetti, Pinedo) a lo sumo cosechan más saludos que influencias. Para colmo, la reciente deserción del socio radical Angel Rozas, ex gobernador del Chaco, revela que hasta la tierra escriturada también aparece minada. Aún así, el camino correcto que se atribuye el Gobierno reclama que ese cuerpo no sea cómplice ni encubra a quienes han sido condenados en la Justicia. De ahí que tanto Menem como la viuda de Kirchner hoy no sólo están en campaña para conseguir una banca, también para defenderla antes de ocuparla.
Ya lo había advertido Menem antes de las PASO cuando casi no pudo ser candidato por una condena a prisión (causa armas). Para él, el expediente fue impulsado por el oficialismo aunque el proceso ya lleva más de 20 años (como otro juicio por sobresueldos del cual fueron apartados 47 funcionarios y ahora sólo quedan Menem y otros dos ministros). De ahí la versión de que, angustiada, la hija Zulema telefoneó a su amiga Juliana, la esposa del Presidente, para recordarle historias comunes de amistad y picardías, y reprocharle lo que le están haciendo al Papi. Justo a él, dicen, que se preocupó por ciertos juicios que antaño pesaron sobre la familia de la primera dama (Awada) y, en particular, le puntualizó presuntas intervenciones de su padre en el proceso de contrabando que padeció Mauricio durante su gobierno. No terminó bien el diálogo, cuentan. Tampoco el que mantuvo, días más tarde, el propio Menem con el mandatario, a quien el riojano le confesó sus penurias con la Justicia. –“Pero yo, Carlos, sobre esos temas, no puedo hacer nada. Es un poder independiente la Justicia”, arguyó Macri casi como si hablara con la prensa y el riojano un cronista sin formación primaria.
Esa gentil indiferencia, sin embargo, obligó –según el relato– a que Menem respondiera: “Mira, Mauricio, no te olvides que yo también fui Presidente. Y por diez años”. Para agregar, antes de la fría despedida, un recuerdo sobre el horrible secuestro que padeció el ingeniero, el esfuerzo que él hizo para liberarlo y descubrir a los autores, añadiendo su participación como jefe de Estado para pagar el rescate.
Al margen de la veracidad sobre el anecdotario (los hechos ocurrieron, los contenidos siempre se interpretan), lo cierto es que Menem elegido senador por La Rioja el 22 será cuestionado en sus fueros a los pocos días por una condena efectiva en la causa armas.
Le quedará al plenario del Senado, más tarde, determinar si le corresponde privarlo de esa cobertura y dejar que vaya preso. Algo semejante podría ocurrir con Cristina y sus fueros –que no le alcanzarían, obvio, a su hija Florencia–, un tema que la obsesiona inundada de causas, y para quien un Menem castigado podría ser un antecedente que cuestionara también su libertad. Sería paradójico que ambos compartieran un mismo y desagradable sino.