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Tomar nota del hartazgo

Esa debería ser la prioridad de la clase política argentina en general como respuesta al humor social.

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¡A las urnas! Cristina Fernández. | Pablo Temes

El Gobierno transita consuetudinariamente el camino de la sinrazón. Es un ámbito en el que demuestra sentirse cómodo. Todos los días genera hechos que dejan al desnudo la lógica de la ilógica, algo tan propio del kirchnerismo. La muestra de esta semana ha sido todo lo sucedido alrededor del dramático conflicto de violencia que se viene desarrollando desde hace largo tiempo en la Patagonia. Al respecto, una aclaración necesaria: no se trata de toda la Patagonia ya que hay una provincia que no se ve afectada por esta minúscula horda de delincuentes violentos. Por si algún lector no lo advirtió, esa provincia es Santa Cruz. Qué pasaría si algunos de los así llamados líderes espirituales del RAM dijese que el terreno donde están emplazados algunos de los hoteles de la familia Kirchner son lugares sagrados y los usurparan?

La carta del Presidente a la gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras, es de una inconsistencia supina. Y la presentación a favor de Facundo Jones que hizo el embajador argentino ante el gobierno de Chile, Rafael Bielsa, parece sacada de El Reino del Revés, donde un “ladrón es vigilante y otro es juez y que dos y dos son tres”, tal como lo describiera con proverbial maestría la inolvidable María Elena Walsh.      

En el Gobierno hay una gran preocupación porque el tiempo les juega en contra. De aquí al 14 de noviembre se tachan los días en el almanaque y todos coinciden en que es prácticamente imposible hacer que se noten los beneficios de las medidas económicas mayoritariamente cortoplacistas impuestas por la Rosada, como el aumento del salario mínimo, la reconversión de planes sociales en trabajo genuino y todo el aparato clientelista puesto al servicio del “plan Platita”. Los números con los que cuenta el oficialismo no son suficientes para revertir el resultado de las PASO, al menos a tres semanas de la contienda definitiva.

No obstante –desde el punto de vista matemático– lo sucedido en las PASO en la provincia de Buenos Aires puede ser revertido. Por eso, en lo alto del poder se decidió jugar una carta que no tuvo peso en las primarias. Para el Gobierno, sería el as en la manga para mejorar los resultados finales: el protagonismo de los intendentes. “Sabemos que no jugaron a fondo. En parte es entendible, dieron su mensaje. No toleran a Kicillof, pero tampoco se van a inmolar en las generales. Además, el escenario cambió. Ahora hay varios jefes comunales en los lugares donde se toman las decisiones”. Esa es la lectura que hacen desde la Casa Rosada en un baño de realismo. La intervención de Martín Insaurralde en el Gabinete de la provincia de Buenos Aires –aunque algunos eufemísticamente la califican de “virtual”, en los hechos es absolutamente “fáctica”– generó “un terremoto en el entorno del gobernador” –aseguran–.

En el gabinete nacional y en las segundas líneas ocurre algo similar. Insaurralde, Juan Pablo de Jesús, Gabriel Katopodis y Juan  Zabaleta no solo ocupan puestos de poder sino que actúan de manera directa sobre las políticas públicas que pueden tener un efecto directo sobre el Conurbano. En definitiva es poder para los intendentes. “Pueden recomponer fibras que antes estaban cortadas. Aceitar vínculos y agilizar la ayuda –reconoce un peronista que sabe lo que es el terreno.

Hartos de ver a los políticos enfrascados en sus peleas personales

La lectura más directa es que ahora van a jugar con todo. Por eso no llama la atención el almuerzo que mantuvo el Presidente el viernes con parte de su gabinete y más de 15 jefes comunales. Les pidió que salgan a la calle e hizo especial hincapié en el control de precios. Todos los inspectores de las intendencias deben salir a controlar que no haya nuevos aumentos. La orden fue “escuchar a la gente y caminar por el territorio”.

Los jefes comunales saben que si el resultado es adverso, al menos tendrán garantizada la asistencia del Gobierno en los próximos dos años del mandato. La mayoría apuesta a salvar la ropa. El clima entre ellos es ahora mucho más distendido.

“Aunque a Kicillof y a La Cámpora no les guste, tuvieron que salir a pedir auxilio a los que mandan en el territorio. Nunca se debe su-bestimar a la política clásica” –dijeron en el entorno de un intendente peronista.

Hay una realidad que la dirigencia política –toda– debería tener en cuenta a partir de lo que vienen experimentado quienes vienen caminando la calle, tanto en el oficialismo como en la oposición: una parte creciente de la población está harta de las conductas de la dirigencia política en general.

Harta de verla enfrascada en peleas personales.

Harta de verla atada al poder para vivir de él.

Harta de muchas de sus conductas.

Harta de ver sus mezquindades.

Harta de ver que, con sus políticas, han hecho de la Argentina una fábrica de pobres.

Harta de ver su falta de eficacia para solucionar los problemas, que hacen de la vida diaria una penuria.

Harta de ver que sus hijos se quedan sin futuro.

Harta de ver pulular al delito, sin que nadie haga algo serio para prevenirlo y combatirlo.

“Harto ya de estar harto, ya me cansé de preguntarle al mundo por qué y por qué”, canta Joan Manuel Serrat en Vagabundear. Es lo que les está pasando cada vez a más argentinos. La dirigencia política vernácula debería anoticiarse cuanto antes de ello.