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Tres pecados de Greta: ser mujer, joven y luchadora

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Ambientalista. Greta Thunberg no tiene pelos en la lengua para su activismo global. | AFP

Es muy interesante –y enciende una luz de alarma– lo que está sucediendo estos días como consecuencia de la conferencia mundial sobre el clima y (particularmente) las manifestaciones multitudinarias en apoyo a las demandas para que los Estados encaren acciones concretas que frenen las consecuencias del calentamiento global.

Para no entrar en profundidad –porque no es ese el objeto de análisis de este ombudsman– quiero centrarme en lo que genera quien aparece como emergente principal en estos movimientos, la sueca Greta Thunberg, una adolescente que se plantó ante los líderes de los países más poderosos del mundo para demandarles sin medias palabras acciones en defensa del planeta y de quienes lo habitamos.

Cuando señalaba que se trata de un caso interesante, me estaba refiriendo al aspecto comunicacional generado por este movimiento global y las reacciones a favor y en contra que venimos registrando cada día de esta semana. Las diatribas (no hay otra manera de calificarlas) vertidas por personajes públicos (Donald Trump, los Bolsonaro y otros conspicuos miembros del club de los dinosaurios) para descalificar a Thunberg han violado las fronteras del buen gusto y ofrecen un paupérrimo paquete de afirmaciones sin sustento científico alguno aunque con alto grado de fundamentalismo.

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En esa línea, aportan lo suyo los generadores de noticias falsas, de la mano de medios ultraconservadores y activistas de las redes sociales identificados con esas ideas. Es necesario estar atentos a lo que se dice, lo que se escribe y lo que se exhibe en textos e imágenes, porque la reacción desmesurada de quienes se niegan a aceptar la crisis por la que pasa la humanidad está acompañada por la virulencia de sus promotores. Lo curioso es que el fenómeno Greta recibe ataques desde sectores populistas (“Ella es sueca; ¿cómo puede definirse como víctima, cuando ha tenido una vida cómoda?”) hasta los más reaccionarios (“es financiada por George Soros”, afirmó de manera falaz el hijo de Jair Bolsonaro, diputado y autor de otras frases célebres por su espíritu cavernícola). En su cuenta de Twitter, Bolsonaro Jr. aseguró que la adolescente es apoyada por la Open Society, vinculada a Soros y conocida “por fomentar agendas de interés de la izquierda internacional, como la Fundacion Marielle Franco”. El texto es acompañado por un fotomontaje burdo que muestra a Thunberg ante un opíparo desayuno con fondo de niños marginados.

El sitio de investigación fayerwayer.com registró al menos tres fake news vinculadas a la adolescente de 16 años: 1) no es una niña rica –como fue falsamente definida–, una millonaria que hizo fortuna con un libro escrito junto a su familia, Our home is burning (Nuestra casa se está quemando) y con su militancia; todos los derechos de autor van a parar a ocho organizaciones benéficas. 2) Su inspirador político no es Soros sino Al Gore, reconocido activista ambiental; 3) Su condición por el síndrome de Asperger no subordina sus posiciones, según ella misma lo aclaró.

Greta tiene 2.300.000 seguidores en Twitter. Es, sin dudas, una precoz líder contemporánea, ayudada en buena medida por los recursos tecnológicos que maneja con fluidez.

Un informe que difundió hace tres días BBC Mundo, la cita en una respuesta a quienes la critican tanto: “Como habrán notado, los haters (odiadores, detractores en redes sociales) están más activos que nunca: me persiguen, critican mi aspecto, mi ropa, mi comportamiento y mis diferencias. Se les ocurren todas las mentiras imaginables y teorías de conspiración”.

Si no estuviésemos transitando el siglo XXI, podríamos definir lo que pasa con Greta y tantos otros luchadores por causas justas como un correlato actualizado del oscurantismo medieval.