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Defensor de los Lectores

Tiempo preelectoral y el rol de las redes sociales

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INTERNET. El valor de la información es mayor que su cotización económica. | cedoc

“Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”.

Esto que escribió el maestro polaco del periodismo Ryszard Kapuncisski tiene un renovado valor desde que las grandes corporaciones que dominan el mundo de las redes sociales (cada vez más influyentes en la conducta, la formación y la elección de vida de las personas en todo el mundo) han invadido un territorio que hasta ayer nomás era sembrado y cosechado por los medios de comunicación tradicionales, para bien o para mal de la opinión pública. En general para bien, si se trata de medios no contaminados por facciones políticas, intereses comerciales, presiones de diversos ángulos del poder. La política de esas megaempresas es usar la información ajena –es decir, no producida ni generada por las redes, sino incorporada a ellas sin pedir permiso– en una difusión muchas veces sin control ni regulación alguna, lo que ha llevado a la creciente dificultad para separar lo que es verdadero de lo que no lo es. Y, para colmo,  haciendo de esas producciones ajenas una mera mercancía que se vende según la influencia de la red o de sus componentes.

En 2016, poco tiempo después de haber sido puesto en marcha su portal informativo Bez.es (que ha dejado de ser actualizado desde hace un tiempo), su cofundador, Juan M. Zafra –profesor universitario, periodista, colaborador del diario El País y de la Radio Nacional de España, y experto en comunicación institucional y corporativa– señaló en un reportaje que “no se puede vivir en una burbuja de mentiras y en un negocio basado en la extorsión y el chantaje durante mucho tiempo”. Y agregó: “Desgraciadamente, el entorno general no anima mucho a esto, pero en algún momento habrá que sacar la basura y adecentar el local (...) Hay ciudadanos que diferencian lo que es el ruido de lo que no lo es, aunque a veces les guste asomarse a la basura”.

Este ombudsman se ocupó en algunas de sus intervenciones de la creciente contaminación noticiosa que viene motorizada por buena parte de los contenidos en redes sociales. Para los lectores de este diario no está de más volver sobre el tema cuando en estas semanas la presión de los influencers (nuevas estrellas del universo internet) sobre la opinión pública se mezcla con las campañas preelectorales que acaban de reanudarse.

“Se debate, aún, si la existencia de un instrumento tan poderoso como lo es internet responde a las necesidades de la gente de manera positiva o si el exceso de recurrencia a ese medio de acceso a la información ha contribuido a generar una suerte de analfabetismo masivo en relación con la noticia, sus detalles y sus interpretaciones”, decía la columna del ombudsman en abril de este año.

Recordaba en ese artículo la virulencia con la que Umberto Eco, el semiólogo italiano, criticó en no pocos textos y entrevistas la evidente labilidad de los datos que reproducen las redes sociales. Decía Eco que “internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo. (…) Te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada”.  Y agregaba mi columna: “En un reportaje para La Stampa, de Turín, Eco afinaba más la mira, centrándola en la por entonces novedosa irrupción de las redes sociales, que –en sus palabras– “les dan derecho a hablar a legiones de idiotas que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.

Visto lo que se viene publicando en las redes sin filtro alguno y con clara intencionalidad en la mayoría de los casos, reitero mi propuesta: no creer a fe ciega lo que dicen los medios y mucho menos lo que proponen los usuarios de las redes.