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UN PAIS EN SERIO

Un año en el que pasaron cosas

El 2018 se va sin las protestas típicas de diciembre. Deja también el debate por el aborto y el matrimonio desigualitario con el FMI.

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—Ya terminamos el brindis de fin de año y mi oficina en la productora está llena de copas; de botellas vacías o abiertas y a medio llenar; de restos de sanguchitos, turrones, servilletas sucias… en suma, un asco.
—Solemos hacer el brindis en la sala principal, pero esta vez se rompió el aire acondicionado y no tenía plata para arreglarlo. Andamos con algunos problemas financieros. Es que veníamos bien. Pero pasaron cosas. Entonces vinimos a mi oficina y nos encerramos todos allí. Además, de ese modo ahorrábamos un poco de consumo de electricidad.

—Ya se fue casi toda la gente y Carla, mi asesora de imagen, y yo nos quedamos solos con un único objetivo: aprovechar al máximo las ventajas del aire acondicionado. Ella se pone a leer en su celular comentarios en Twitter donde me llaman “violador”, “pedófilo”, “machirulo”, “abortero”, “feminazi”, “patriarcal”, “montonero”, “comunista”, “liberal”, “anarquista”, “payaso”. Y, lo peor de todo, me acusan de usar ojotas con medias y de comer pizza en cono. El horror.—Carla empieza a reírse a carcajadas de los comentarios. Me mira, mira el Twitter, vuelve a mirarme y se ríe más fuerte. Lo está pasando bien. Antes de deprimirme aún más, me siento a la computadora y me pongo a escribir.
—¿Qué hacés? –me pregunta después de un rato Carla, que sigue con una sonrisa en la boca, pero parece que se aburrió un poco de leer comentarios.
—Escribo mi columna política –respondo, ofendido–. Estoy haciendo un balance del año.
—¿De todo el año? ¿Para qué? Basta con hacer solo un balance de diciembre para saber lo que pasó en el año.
—Carla, se está terminando el año, es bueno repasar qué dejó este 2018. ¿Por qué iba a hablar solo de diciembre?
—Porque no hubo ni un solo saqueo, ni una sola manifestación, ni una sola represión policial. Y eso en un año en el que el transporte público aumentó un 300% es bastante, ¿no?
—Tenés razón –reconozco–. No tuvimos ni un chino llorando, ni siquiera un Gordo Mortero. El único personaje que conocimos públicamente este diciembre fue Rodrigo Eguillor. Que es como el motochorro de La Boca, pero cheto y acusado de abuso sexual. Un asco.
—Aburridísimo todo –dice Carla–. Por eso creo que la frase del año la dijo Nicolás Dujovne, cuando afirmó que era increíble que no tuviera costo social semejante ajuste.
—No sé qué me llama más la atención: que el Gobierno logre semejante proeza o que el Gobierno logre que un ministro admita semejante barbaridad.
—Insisto, para mí es la frase del año –dice Carla–. Y mirá que fue el año del “pasaron cosas”…
—Fue también el año de la Marea Verde, fue el año de las mujeres, fue el año en que se discutió el aborto…
—Hay que reconocer que, aunque no se haya aprobado la ley, Macri habilitó el debate por el aborto en el Congreso.
—¿Vos decís que esto equipara a Cambiemos con la Ley de Matrimonio Igualitario que impulsó el kirchnerismo?
—Sin dudas –responde Carla–. Aunque no se haya aprobado la ley, fue un triunfo político del Presidente. Aunque luego Macri haya impulsado otra ley: la de matrimonio desigualitario.
—¿Matrimonio desigualitario? ¿De qué estás hablando?
—Del matrimonio entre la Argentina y el FMI. Un matrimonio más desigual que el de Adelfa y su marido; que el de Fariña y Jelinek; que el tuyo con Victoria.
—¿Vos decís que ese matrimonio no nos conviene? –pregunto.
—¿Vos me estás hablando en serio? ¡Claro que no nos conviene! Se vienen tarifazos en los primeros meses del año para calmar a los mercados.
—O sea que lo mejor en este momento sería terminar este matrimonio, divorciarnos del FMI.
—Claro, el problema ahora es que después de ese divorcio habría que establecer una cuota alimentaria –explica Carla.
—Pará un cachito. El matrimonio con el FMI no tiene ni seis meses. ¿Y vos decís que ya tenemos hijos?
—Es que el FMI ama tanto a sus planes de ajuste que son como sus hijos.
—Lo que decís no parece ser una buena noticia para el Gobierno –afirmo–. ¡Se viene un año electoral!
—Dicho así no, pero el Gobierno siempre puede equilibrar la balanza. El tema ahora es ver cuánto pesa.
—¿Cuánto pesa qué? –pregunto, algo desconcertado.
—Cuánto pesa la pesada herencia –concluye Carla–. Esa es la mejor hija que tiene el Gobierno en este matrimonio desigual. La más confiable, la más presentable. La única que justifica la enorme cuota alimentaria que cuesta mantenerla.