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Defensor de los Lectores

Un artículo, una carta y las claves para entender ambos

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Sarlo-Capurro. Una historia que envuelve política, empresas, vacunas y otros ingredientes. | cedoc

En el Correo de hoy se destaca una carta inusual para este espacio, casi siempre dedicado a cobijar la correspondencia de lectores dirigida a su fundador, su jefe de redacción y este ombudsman. En verdad, tratándose de un mail dirigido a otra persona, también habitual ocupante de espacios en PERFIL, ocuparé este texto en aclararles a los lectores quién es su firmante y a quién está dirigida y por qué, para finalmente aclarar algunos puntos que podrán ser claros para sus protagonistas, pero no para el conjunto de la audiencia del diario.

Doris Capurro, la firmante, es pieza central hoy en materia energética desde su posición al frente de Luft Energía, una empresa dedicada a las energías renovables. Su biografía la muestra, además, como una experta en materia de comunicación institucional, política y corporativa: dirigió Capurro y Asociados, creó la encuestadora Ibarómetro y sigue atendiendo las necesidades de comunicación de empresas y políticos. Su marido, Marcelo Capurro (en quien reconozco, junto a Jacobo Timerman, uno de mis maestros) condujo la redacción de La Opinión y La Razón. 

Quiero rescatar, para aclarar más el tema, los párrafos iniciales de la columna de Beatriz Sarlo que Capurro cuestiona o critica (PERFIL. Domingo 9, páginas 6 y 7, “De qué política hablamos”, https://www.perfil.com/noticias/columnistas/de-que-politica-hablamos). Escribió Sarlo: “En 2003, Héctor Timerman me invitó a almorzar. Sabía ya que Kirchner iba a ofrecerle el consulado en Nueva York, que sería solo un preámbulo a su carrera diplomática y política. Me pasó una pilita de datos sobre los Sielecki y los Sigman, como para demostrar sus vínculos firmes con el capitalismo argentino. Timerman no se presentaba como un aventurero sino como un hombre sólidamente instalado. Yo había publicado muchas notas en su revista Trespuntos, desde que apareció en 1997, pero nunca, hasta ese año 2003, su dueño me había invitado a almorzar. (…) Los apellidos que Timerman puso sobre la mesa de aquel almuerzo, tales como Sielecki y Sigman, no tenían para mí casi ningún significado. Daba por hecho que los capitalistas locales buscaban subterráneas o abiertas alianzas con los políticos para la protección y engrandecimiento de sus empresas”.

En verdad, para el lector poco informado (nadie tiene por qué saber todo de todo) sobre los avatares políticos y económicos, el costado personal de algunos de los nombrados en la carta de Capurro es aún menos conocido. El fallecido canciller Héctor Timerman estaba casado con una de las herederas (y mujer fuerte) de una de las empresas y familias más poderosas del país, generadas por el empresario Manuel Sielecki, inmigrante polaco que llegó al país en la década del 20 del siglo pasado y constructor de una fortuna potenciada por su inserción en la industria farmacéutica, en particular el laboratorio Phoenix. Se asoció con Hugo Sigman y su esposa, Silvia Gold, y crearon Elea, importadora de vacunas contra la polio, tras la epidemia de los 50, por solo mencionar un hito de este laboratorio que hoy tiene ramificaciones internacionales. Como empresarios, Sigman y Sielecki son los únicos (a excepción de Carlos de Mendiguren) citados por Sarlo para ejemplificar vínculos entre la política (Timerman, esposo de Anabel Sielecki, heredera del imperio creado por su padre) y empresarios. Hoy, Sigman y la herencia Sielecki son los mayores jugadores nacionales en el complejo tablero de los fabricantes y proveedores de vacunas contra el Covid-19.

Presentados los personajes, el lector podrá ampliar buceando en otras fuentes para entender por qué Sarlo escribió lo que escribió y por qué Capurro le salió al cruce.

Este ombudsman es neutral.