COLUMNISTAS
disputas

Un asunto muy actual

Julio Cortázar 20221210
Julio Cortázar. | CEDOC

Cortázar publica “Torito” en 1956, como parte de Final del juego (más tarde además lo grabará y se editará en un disco). El cuento puede inscribirse sin dudas en esa zona más que considerable de la literatura de Cortázar que apunta a evocar a distancia (y qué mejor que la distancia para poder ponerse a evocar) la cultura popular argentina. El tango, el boxeo, los bailes de carnaval en Racing, el Luna Park, la vida de barrio. No le basta, sin embargo, con el halo de idealización que estimula la distancia parisina (está en París, pero no precisamente “anclao”); a ese mundo popular que añora metódicamente necesita ponerlo a salvo de un factor para él insoportable: el peronismo. Un cuento como “Las puertas del cielo” es casi un manifiesto acerca de esta cuestión, en el tramo en que el personaje de Mauro se diferencia del de Celina. Poner a salvo la “alta cultura”, o ponerse a salvo en ella, puede ser más previsible; ha de ser mucho más arduo, más complejo, más conflictivo, hacer lo propio con la cultura popular misma, tratándose del peronismo. Ese cuento en particular, por lo pronto, un cuento como “Torito”, se publica en 1956, pero en el epígrafe se retrotrae a las clases en el Mariano Acosta “allá por el año 30”. Retrotraerse para poder así recuperar una cultura popular no tocada todavía, no dañada todavía, por el peronismo. Retrotraerse para sustraerse: sustraerse del peronismo y reconciliarse con lo popular (un cuento sobre la fuga a París, como “El otro cielo”, concluye ni más ni menos que ahí: cuando se vienen las elecciones de 1946).

Aquí transcribo

Hay en cualquier caso un tramo de “Torito” en el que quisiera detenerme. Es la parte en la que se cuenta la pelea por el título mundial en Estados Unidos. Justo Suárez pelea y pierde, integrándose así a una serie de ídolos populares que pasaron por una circunstancia análoga, grandes campeones que perdieron “entre los gringos”: Justo Suárez, Luis Ángel Firpo, Gatica, Bonavena (que no peleó por el título del mundo pero peleó con Muhammad Alí). Cortázar inscribe en la voz de Torito (porque es con la voz de Torito que Cortázar escribe “Torito”) dos marcas de ajenidad: el no hallarse entre los gringos (“qué cosa tan rara, che, no te hallabas ahí”) y el echar de menos, durante la pelea misma, a la barra de la popular (“Aquí sí era lindo pelear, con toda la barra que venía (…), que lío que armaban en la popular (…), vos te creés que yo no oía distinto entre los gringos”). Cortázar es muy preciso en esa significativa distribución de espacios: el ring side, adonde van los figurones de la cultura de masas, y la popular, el lugar de lo popular (el cuento entero puede pensarse a partir de esa distinción: la de cultura de masas y cultura popular, que de hecho no son lo mismo). Al pelear en Nueva York, entre los gringos, al Torito de Mataderos le falta ni más ni menos que eso: la popular, lo popular. Como sabe, por experiencia, que desde el ring se escucha todo (leyó que no, pero es una “macana”: mentiras de los medios), Suárez sufre la vacancia de ese vocerío. Si pierde, como en efecto pierde, es al menos en parte por eso.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Ceños fruncidos

A este elemento de “Torito” de Cortázar podría asignársele hoy un cierto carácter anticipatorio. Porque está claro que el boxeo, como deporte, ha seguido en gran medida esa tendencia. Es decir, se ha ido convirtiendo progresivamente en un fenómeno de ring side (de ring side y de transmisión televisiva), ha visto cómo su entorno (el entorno del ring) se ha ido reduciendo paulatinamente al ring side. Un ring side con más glamour, si se trata de Las Vegas, o con tres o cuatro filas de sillas plásticas, si es en la calle Castro Barros por ejemplo. Para el caso, lo sustancial no cambia: queda el ring side y nada más. Las luces de los estadios se utilizan ahora no tanto para iluminar como para oscurecer, es decir, para disimular que, detrás de lo que se ve, ya no hay nada.

La lógica del espectáculo impone notoriamente un repliegue de lo popular o incluso su supresión, aun (y tal vez especialmente) en deportes populares. Se verifica en el boxeo: un deporte popular en el que la popular, en el que lo popular, quedó ya fuera de escena. ¿Y en el fútbol, mientras tanto? En el fútbol todavía no. O no tanto. O no del todo. La tendencia es también esa, pero permanece por el momento en disputa.