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DEBACLE?

Un eco lejano

Aunque el derrumbe de la burbuja capitalista nos encontró firmes en medio de la marejada y sin necesidad de un plan B, el Gobierno lo acaba de formular de puro previsor, sólo para aumentar la euforia de empresarios y trabajadores. El mayor paquete de medidas de la era Kirchner es tan abundante que viene con ministerio incluido y hasta con un nuevo modelo de diplomacia.

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Aunque el derrumbe de la burbuja capitalista nos encontró firmes en medio de la marejada y sin necesidad de un plan B, el Gobierno lo acaba de formular de puro previsor, sólo para aumentar la euforia de empresarios y trabajadores. El mayor paquete de medidas de la era Kirchner es tan abundante que viene con ministerio incluido y hasta con un nuevo modelo de diplomacia. Sin embargo, la firmeza de nuestra economía —el INDEC nos anuncia que el crecimiento sigue siendo espectacular, no hay inflación, disminuye el desempleo, aumenta la recaudación fiscal, se mantiene el superávit, se dispara el consumo y se reduce el porcentaje de pobres e indigentes– y el acierto de nuestras políticas –frente a los agoreros y a los gurúes de la City– nos permiten ponernos de ejemplo frente al mundo y nos colocan frente a una gran oportunidad. Aunque no sepamos cuál es esa oportunidad, tenemos un indicio: la Presidenta advirtió durante su gira africana que el imperativo de la hora es ganar nuevos mercados.

Sin embargo, aunque todo va bien puertas adentro, el mundo está desquiciado por no habernos hecho caso en su momento. Y frente al desastre mundial debemos prepararnos, no para sufrir, sino para seguir creciendo. No es que la situación nos haya afectado. Por el contrario. La actividad económica se mantiene aun antes de lanzar las grandes obras públicas y las empresas no han despedido a un solo trabajador. Y si lo han hecho, el Gobierno y el compañero Moyano ya revirtieron las medidas. (El compañero Moyano también nos ha sugerido que se ocupará de impedir la distribución de las malas noticias si así resulta necesario). Pero nuestra posición es tan buena que antes de evitar despidos facilitaremos nuevas contrataciones y en lugar de impedir que se fuguen los capitales lograremos que vuelvan. Así, el ciudadano común verá pasar la debacle internacional desde la comodidad de su hogar como si fuera un eco lejano. Las medidas resultarán tan eficaces que pronto nos preguntaremos si no nos estuvimos entrenando para una batalla que nunca se produjo. Porque, después de todo: ¿dónde está la crisis?


*Periodista y escritor.