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Un país al margen de la ley

En 1992, Carlos Nino advertía sobre el uso salvaje de los espacios públicos, la naturalidad con que se evaden las responsabilidades cívicas, la permisividad para toda conducta irregular, la extensión de la corrupción, sintomas de la “anomia” del país.

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Único. Chávez y Kirchner se aliaron para cobrar un “rescate mafioso” a empresas. | cedoc

Así se llamó el libro que publicó Carlos Nino en 1992, usando el concepto “anomia” de manera inversa a la original. Durkheim lo acuñó para referirse a grupos que se aíslan de la sociedad poniéndose al margen de las reglas de conducta comúnmente admitidas. En esta columna lo usamos durante las últimas elecciones, porque los datos decían que había una alta correlación entre el voto por Cristina y la actitud anómica de los votantes. No decíamos que todos sus votantes fueran anómicos, pero sí que tenía más aceptación entre aquellos que tienden a no cumplir con la ley. De hecho, sus triunfos más contundentes, con el 80% de los votos, los obtuvo en la población carcelaria.

Nino publicó su libro en 1993. Al leerlo vemos que el kirchnerismo solamente agudizó algo que venía dándose desde hace décadas. El autor dice que Argentina es un país al margen de la ley por el uso salvaje de los espacios públicos, la naturalidad con que se evaden las responsabilidades cívicas, la permisividad para toda conducta irregular, la extensión de la corrupción.

Ilegalidades. Distingue tres tipos de ilegalidad frecuentes en el país: la individual, propia de sujetos que irrespetan la ley porque les conviene; la de los conflictos sociales, que lleva a algunos a desconocer a la autoridad legítima; y la anomia boba en la que la falta de respeto a las normas perjudica a todos. La principal forma de la anomia “boba” es el comportamiento “chicanero” que aprovecha los intersticios que existen en las normas para satisfacer fines personales. En nombre de la “avivada” se permite cualquier comportamiento y puede ser visto como un signo de tontería cumplir con las normas. Según el autor, en Argentina hay una tendencia recurrente a la ilegalidad de todo tipo, que va desde la economía informal hasta la corrupción pública generalizada.

Desgraciadamente no hay un acuerdo real con que la forma de resolver los conflictos es la democracia y no la violencia. Buenos Aires es la única ciudad del mundo en la que se anuncian todas las mañana los cortes de calle del día. Cuando existe una dictadura como la de Videla o la de Maduro, no hay más remedio que organizar protestas para debilitar al régimen de facto y lograr que vuelva la democracia. Quienes tienen la valentía de organizarlas tienen el apoyo y la admiración de la mayoría.

Cuando vivimos en democracia, los líderes deben ganar el favor de la gente para impulsar sus tesis. Durante la última huelga, Pablo Micheli dijo que si no cambiaban el modelo económico en tres días, Macri debía irse a su casa. Miceli no es un economista prestigioso en el mundo, lo conoce un 32% y el 20% lo ve mal. Es un personaje irrelevante que no tiene desde dónde cuestionar al Presidente. Hugo Moyano es muy conocido, su aceptación está siempre por debajo del 20% y su rechazo, cerca del 70%. Roberto Baradel es un líder docente que nunca dicta clases y se dedica a impedir que los maestros lo hagan. Lo ve bien un 14% de los argentinos y mal un 60%. Cuando han preguntado a los encuestados si quisieran que su hijo sea alumno de Baradel, es fácil imaginar cuál fue el resultado. Ni qué hablar de la imagen de Hebe de Bonafini y Luis D’Elía, que tienen imágenes todavía peores que las de los dirigentes sindicales.

Cuando estos personajes asoman, endurecen el apoyo a Macri, porque la mayoría no quiere que vuelvan al poder. Desgraciadamente, los sindicatos figuran como la institución más desprestigiada de la Argentina. Un 80% de los ciudadanos no confía en ellos. Cuando se pregunta acerca de las motivaciones de los sindicalistas para organizar movilizaciones, una amplia mayoría menciona su temor a ir a la cárcel por los negocios turbios de sus empresas y las de sus familiares.

Corrupción. Este tipo de datos fueron parte de la anomia que analiza Nino en su texto. En la última década se desató en América Latina una corrupción sin precedentes. La hija del coronel Chávez de Venezuela tuvo en Andorra 4 mil millones de dólares, ahora están extraditando a su enfermera, que tiene 2 mil millones. Son cifras que no se escuchaban hace veinte años porque la riqueza de nuestros países no daba para tanto.

El escándalo de los cuadernos de Argentina ratificó viejos comentarios, pero su impacto a nivel internacional es brutal. No hay otro caso en el que el presidente de un país  haya organizado una red de extorsión en la que trabajaban altos funcionarios, y personas que se hicieron ricas cuando los Kirchner gobernaron la provincia de Santa Cruz y luego la Argentina. Están también procesados empresarios que pagaron para conseguir contratos. Fue un gobierno peculiar que no defendió a los argentinos, sino que se unió a gobiernos extranjeros para chantajearlos. Según se ventila en otros juicios, la ex presidenta y sus allegados se aliaron con Irán para encubrir uno de los mayores atentados de la historia argentina en la AMIA. En el caso de dos empresas importantes del país, parecería que el chantaje pasó los límites de lo imaginable. Kirchner y Chávez se aliaron para cobrar un rescate mafioso por los activos y las personas que trabajaban para empresas argentinas en Venezuela. Presidentes cobrando rescates y sociedades que no se sorprenden, por eso son expresiones de la anomia generalizada.

Algunos detalles que se han publicado en la prensa internacional parecerían de Macondo. La exótica imagen de monjas de claustro cargando bolsos con dinero parece propia de un film de Almodóvar. Cuando José López dice que cuando le dieron los bolsos lo primero que pensó fue depositarlos en el convento. ¿Qué relación tenían los valijeros con un recinto de clausura en el que había tantas cámaras de seguridad?

La historia de Daniel Muñoz, secretario de Kirchner que fabricó bolsos para quedarse con una porción del dinero que empacaba para su jefe acumulando cerca de cien millones de dólares, tiene su contraparte en una banda integrada por jueces, fiscales, camaristas, oficiales de la policía, que quisieron secuestrar a su hija para pedir un rescate. No hay otro presidente en América Latina que haya usado el avión presidencial para llevar decenas de bolsos con billetes a una pequeña ciudad en la que no servían para nada. Cuando las autoridades averiguan el destino de ese dinero se sabe que se robaban entre ellos, los cómplices que ayudaron a ocultarlo saquearon los depósitos.

En estos días hubo un aluvión de dólares húmedos en la City que probablemente vienen de valijas enterradas y sirven para financiar las “movilizaciones populares que pretenden desestabilizar al Gobierno. Se filmó nítidamente a un grupo de activistas que tomó el Indec, hizo algo de vandalismo y a la salida pasó por una camioneta recogiendo la paga por su trabajo. Hay mucho dinero húmedo financiando la protesta. Es muy caro organizar ollas populares en el centro de la ciudad porque se necesita transportar comida, ollas y la gente que vaya a comer. Es un costoso acto de circo para agitar. ¿Quién pone tanto dinero? Unas maestras de Moreno cocinaban comida gratuita para cientos de niños que la necesitaban. Un grupo de activistas secuestró a una de ellas, escribió en su vientre, con un punzón “No Olla, causando pánico en las voluntarias, que se disolvieron. Las pistas apuntan a un grupo político, vinculado al municipio, que no admite competencia en su negocio de administrar las necesidades de los pobres.

Pero lo más grave no está en la corrupción de estas élites, sino en lo generalizado de las conductas anómicas y la falta de reacción de la sociedad, que las avala y vive con ellas sin hacer nada. Grupos de delincuentes amenazan a ciudadanos modestos para que se plieguen a paros que defienden los negocios de sus jefes. Zonas enteras

del país, con cientos de miles de habitantes, funcionan sometidas a redes delincuenciales. Las historias desopilantes del Caballo Suárez son superadas por las del Pata Medina, que sembró el terror en un sector de la provincia de Buenos Aires con una red de chantaje. Hay sitios en los que las autoridades han armado verdaderas redes de terror para someter a la población.

Un estudio de la Universidad Católica reveló que hay cerca de un millón de personas vinculadas al narcomenudeo a las que habría que sumar las decenas de miles que introducen y transportan el alijo. Si aceptamos la tesis de Nino de que el país al margen de la ley se sustenta en el comercio informal, tendríamos que acordarnos de La Saladita y otras organizaciones semejantes. Todos estos personajes tienen algo en común: pertenecen al mismo grupo político, les gusta el mismo liderazgo, votan por la misma cantata. Son millones.  

Todo esto se articula con un relato y un discurso apocalíptico según el cual el imperialismo, el gobierno, los ricos, atacan a los líderes populares que quieren que caiga este gobierno para que vuelva a funcionar con tranquilidad el país al margen de la ley. Actualmente un 30% de argentinos quiere que en el país no existan reglas claras, que crezca la economía informal, que el pariente barra brava incremente sus ingresos ejerciendo la violencia, el delito, el narcomenudeo. No se enojan con los acusados por la Justicia de dar golpes delincuenciales para convertirse en millonarios. Querrían ser como ellos.

A lo largo de los años han votado por candidatos peronistas, no creen ni les importan las acusaciones que se le hacen a Cristina cuya popularidad entre ellos se ha consolidado, son más fanáticos que antes. No es nada extraño. Pasó con Perón, proscripto durante 18 años, acusado de todo lo imaginable, pasa con Lula, acusado de corrupción y preso, pasa con Keiko Fujimori, hija de Alberto, condenado por corrupción.

Es ingenuo creer que el Gobierno arma el escenario electoral y la “prefiere como adversaria”. Ella representa objetivamente al país del que habla Nino que para algunos solo puede ser gobernado por los peronistas.

Se ha endurecido también el respaldo a Macri en otro sector. Existe un tercio de la población furioso con todo esto, que no quiere que vuelva el pasado ni en su estado puro, ni edulcorado.

 

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.