La semana pasada estuvo destinada a recordar el 25 de noviembre, día para eliminar, sancionar y prevenir la violencia de género, algo que no disminuye en el país. También iniciamos los 16 días de activismo que culminan el 10 de diciembre,
Día de los Derechos Humanos. Todo esto mantuvo el tema en la opinión pública, que es lo que se busca con estas celebraciones. Simultáneamente, hubo muchas manifestaciones de violencia institucional y social.
Sabemos que todas las formas de violencia social e institucional impactan sobre la violencia de género. Está reconocido y probado que en las sociedades con importante violencia social e institucional hay altas tasas de violencia de género, por eso es clave promover la eliminación/disminución de la violencia social e institucional para disminuir la basada en el género. No son fenómenos aislados sino asociados.
Por eso nos preocupa el aumento de las distintas formas de violencia social e institucional. Esta semana, en el ataque de policías a jóvenes que culminó con la muerte de uno de ellos, el asesinato de un joven en la ocupación de un predio por civiles armados para vengar al grupo ocupante, el ataque a la sede del diario Clarín, son ejemplos de la creciente intolerancia social que profundiza cualquier diferencia y genera grietas.
Intolerancia que se traduce en violencia social e institucional, y su naturalización es tan peligrosa como la de la violencia de género, pero además la impacta.
Por eso todos los esfuerzos y acciones para desnaturalizar la violencia de género caen en saco roto si no desnaturalizamos la social e institucional.
Es urgente disminuir la violencia institucional y social en el país. Para eso necesitamos líderes políticos, funcionarios gubernamentales, sociales, mediáticos, artísticos, sindicales, deportivos y toda la sociedad que acaben con el discurso de intolerancia actual y acepten y reconozcan las diferencias promoviendo su superación por la vía del diálogo y la negociación
Esto no es solo para los políticos, si bien ellos tienen gran responsabilidad al fomentar la grieta, sino también para todos los otros líderes. Las prioridades además de los políticos alcanzan principalmente al deporte, a los medios y a la vida sindical.
Respecto a algunas formas de violencia institucional, las fuerzas de seguridad son claves, porque a diario hay ejemplos de excesos en las distintas fuerzas. No todas aparecen en los medios o nos enteramos, pero existen; por eso, que aún sigan disparando a jóvenes y/o a adolescentes porque sospechan solo por ser jóvenes o adolescentes es inadmisible.
Pero para controlar y cambiar esto, además de una adecuada formación continua de estos agentes se necesita que no queden impunes. Para esto necesitamos una Justicia digna y capaz de juzgar con la misma vara a todos los que comenten delitos, cualquiera sea su cargo, jerarquía y/o capacidad de influencia, y esto incluye una imparcialidad que no excluye la corrupción; al contrario, esta se ha naturalizado. La ostentación de bienes de funcionarios judiciales que no pueden justificar con sus ingresos no llama la atención ni menos merece repudio social.
Todo estos son indicadores de lo arraigada que está la corrupción y cómo los valores sociales la jerarquizan y no la condenan Si no cambiamos esto, poco vamos a conseguir en la lucha por eliminar y prevenir la violencia de género.