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Un sincretismo libertario

Dolar Milei
Dolar Milei | Perfil Cedoc

Una amiga actriz ha querido aprovechar su popularidad y la cantidad de gente que la quiere (o que la quiere en redes) para mandar un mensaje respetuoso en el que sugiere –con el corazón en la boca– no votar a Milei. Se le llenó el muro de mensajes de odio, no sabemos si de los mismos que antes eran fans, de trolls, o simplemente de odiadores seriales que están viviendo sus momentos dorados. Repiten en diversos tonos de violencia los mismos argumentos, copiados desde una misma matriz: la presuponen una corrupta que vive del Estado (primer pecado), una privilegiada insensible porque ha logrado trabajar de lo que le gusta (segundo pecado), la consideran horrible como persona y ahora también como actriz (tercer pecado), suponiéndole pobrezas técnicas que antes no veían. Sé que importa poco, porque esas personas detrás de las firmas no existen realmente, es decir, sólo existen cuando firman con odio. En la vida real vuelven a disolverse en el magma indiscernible del que está hecho todo público, todo pueblo.

Sin embargo, me parece interesante el fenómeno porque evidencia una forma de sincretismo algo novedosa. Para que se dé sincretismo tiene que existir un elemento mágico-simbólico y una zona moral que identifique como pecado todo lo que el creyente cree que debería ser de otra manera y también un templo que haga visible el ícono: el muro de una estrella. El elemento mágico-simbólico se llama ahora libertad y en su esquivo nombre se desatan odios turbulentos. 

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No hay manera de contestar a las tres pecados mencionados porque las evidencias de la realidad los destruyen antes de formarse, pero para el creyente abotonado a una operación sincrética se trata de fe y no de razón. Y se trata de insultar y no de poner en conflicto unas ideas.

El terraplanismo funciona igual y es más inocuo. Sólo busca aunar grupos de disidencia como si fueran una familia de parecidos. Que la disidencia sea contra la redondez de la tierra o contra la justicia social poco importa en el procedimiento de sincretismo: una cosa mágica se posa sobre otra no tan mágica y la torna apetecible, distinta, de otra naturaleza. Le da además aspecto novedoso, aunque se trate de argumentos no sólo viejísimos sino también muy cercanos en tiempo y forma. Pero tanto en la geofísica como en la economía hacen falta unos saberes, que en general el odiador ha descartado por complejos, entonces lo que queda es vociferar y unirse a otros, como en irracional manada.

Escribo manada irracional y pienso que sólo en el humano puede darse este fenómeno porque requiere una parte simbólica (que a los animalitos les resbala). No parece haber en condiciones de naturaleza manadas de elefantes, abejorros, cebras o cocodrilos que actúen tan irracionalmente por imitación. Ni siquiera en los lémures, que corren a suicidarse en masa cuando la población aumenta y escasea el alimento. Incluso en ellos el suicidio colectivo goza de un sentido natural.

Este odio no es ni natural ni productivo. Es social. Conducirá seguramente a un destino parecido al del lémur.