La ignorancia política, producto de la extendida indiferencia ciudadana ante las propias responsabilidades respecto de la conducción y el futuro del país, permite que se instalen creencias erróneas acerca del funcionamiento democrático y de los derechos y deberes a la hora de votar. Es un deber ciudadano concurrir a votar cuando hay elecciones. Si no se cumple con él se pierde el derecho a la queja. Tal como ocurre en un club, en un consorcio o en tantos otros escenarios en los que la elección de dirigentes determina destinos. No es un deber firmemente establecido, y aunque hay una ley al respecto, no es de esperar que se acate en un país en donde reina la anomia y no solo las leyes no se cumplen, sino que las penalidades por ello no se ejecutan. El ojal y el botón. Lo cierto es que votar se trata, sobre todo, de un deber moral.
Deberes y derechos son inseparables. Donde existe uno está el otro. El derecho de una persona es el deber de otra y, a su vez, quien tiene un derecho tiene deberes. No hay convivencia civilizada posible si se rompe este circuito. De manera que existe el deber de votar y el derecho de hacerlo. Pero aquella ignorancia mencionada permite instalar creencias, que, llegado el caso, pueden sostenerse como amenazas, acerca de a quién y cómo votar. Quizás la más popular y masiva sea la que dice que el voto en blanco favorece en definitiva al candidato ganador. Cuando un oficialismo presiente la derrota sustenta que no es así y cuando se intuye triunfador sustenta lo contrario. Lo mismo ocurre con las fuerzas opositoras. En definitiva, se trata de manipulaciones para obtener ventajas, ya que, como se sabe, en temporada de caza electoral todo vale. La cuestión es hacer creer que un voto en blanco es un voto nulo, que reduce la suma total de votos emitidos y aumenta el porcentaje del candidato que está primero en los cómputos. Sin embargo, tal como señala la ley electoral, el voto en blanco es un voto válido. Se cuenta como tal, no se anula ni se impugna. Un sobre vacío es un voto tan legítimo como el que contiene una boleta. De modo que no aumenta el porcentaje de nadie, sino que reduce el de todos.
Pero hay algo más, algo muy importante en cuanto al voto en blanco. Tal voto es una opinión. Es el modo en que un ciudadano, cumpliendo con su deber de votar y ejerciendo el derecho de hacerlo, emite un mensaje claro: “Ningún candidato me representa, ninguno me ofrece una visión de futuro, no creo en la promesa de ninguno, y ninguno presenta un programa, o al menos un programa creíble”. Hoy en día un voto en blanco dice también: “Estoy harto de sus miserables internas, tanto de unos y de otros, de oficialistas y opositores, de su absoluta indiferencia ante mis problemas y pesares, de su indignante desidia ante el estado de la sociedad, ante la pobreza, el hambre, la pésima educación, el deplorable sistema de salud y la creciente y mortífera inseguridad. No soporto más los niveles de corrupción obscena y exhibicionista que despliegan de manera impune y a costa de mis impuestos y de mi trabajo. Con este voto les confirmo que no tengo confianza en ninguno de ustedes, que no la merecen, y que mi voto sólo será diferente cuando alguien lo merezca por sus valores transformados en conductas, por sus programas sustentados en realizaciones previas y en argumentos sólidos, por capacidad de liderazgo empático, compasivo y transformador”.
Un voto en blanco no es un voto castigo, es un mensaje propositivo. No es un voto contra alguien, sino que es un voto por nadie, porque lo que hay como opción es nadie. En la Argentina el voto castigo ya se ha ejercido demasiadas veces sin ningún resultado. Los castigados siguieron siempre ahí, sus sucesores fueron, con buenas razones, los próximos castigados y, al final de la película, el único verdaderamente castigado por aquellos a favor de quienes votó fue el emisor del voto castigo. Para validar un partido político se le exige el 1,5% de los votos totales. En 2019 hubo 1,58% de votos en blanco. Un partido. El voto en blanco no es un voto silencioso. Es un fuerte grito en la noche.
*Escritor y periodista.