COLUMNISTAS

Una víctima más

Un análisis de las declaraciones del doctor Luis Moreno Ocampo, al ser entrevistado por Magdalena Ruiz Guiñazú para Perfil.

Experiencia. Intervino en el Juicio a las Juntas y en la CPI.
| Pablo Cuarterolo

El punto de partida, en este caso, son unas declaraciones periodísticas. Entrevistado en una indispensable pieza periodística por nuestra colega Magdalena Ruiz Guiñazú, quien fuera fiscal adjunto en el juicio a las juntas militares en 1985, Luis Moreno Ocampo, ha dejado como respuesta a las inquisitivas e inteligentes preguntas de Magdalena, algunas definiciones que en lo personal no me sorprenden, pero que no deben dejar de ser comentadas. No por la importancia específica de Moreno Ocampo, quien hizo aportes a la noción del castigo a los responsables de crímenes aberrantes, no solo como ayudante del fiscal Julio César Strassera, sino además como integrante del Tribunal Penal Internacional, cargo que ocupó en La Haya durante algunos años.

Pero a las preguntas frontales e inteligentes de Magdalena, Moreno Ocampo responde de manera aviesa, o literalmente las elude. Sus palabras explican mucho mejor que yo las que pudiera, en este punto, aportar. En el curso de este reportaje, que se publicó este domingo 5 de octubre en Perfil,  Magdalena dice: “Y hablando de los 70, usted habrá visto, Moreno Ocampo, que “el relato” kirchnerista se ha apoderado del tema derechos humanos como si no se hubiera hecho nada antes de sus gobiernos. Es cierto que no era obligatorio firmar un hábeas corpus pero, como bien dice el fiscal Strassera, no hay ningún hábeas corpus que lleve la firma de quienes hoy subrayan que antes del kirchnerismo no se había hecho nada en ese tema”. La respuesta de Moreno Ocampo comienza primero con una ensalada incomprensible: “Argentina tuvo tres años donde el tema logró un consenso absoluto. La gente votó, Alfonsín lideró con el 52% y el peronismo se ajustó”.

Perdón, ¿el peronismo se ajustó, Moreno Ocampo? “Pero el peronismo en época electoral, tenía gente como Triaca, que estaba de acuerdo con Viola. Después se ajustó”. Reitera el verbo “se ajustó”, un verbo que me intriga y desconcierta. ¿Cómo se ajustó? ¿En qué se ajustó? ¿Qué hizo el peronismo, que no aceptó formar parte de la Conadep? “Después se ajustó con Cafiero y Bittel (se refiere a Antonio Cafiero y (a Deolindo Felipe) Bittel”, el candidato a vicepresidente de la Nación en 1983 que cerró aquel acto inolvidable en la Plaza de la República, en el que Herminio Iglesias quemó el féretro con la imagen de Alfonsín). “Lo cierto es que el peronismo se renovó y empujó a Alfonsín más lejos todavía: el juicio a las juntas, la Conadep, donde había gente que no pertenecía a ningún grupo político, que generó el Nunca Más, que sirvió de base para el juicio a las juntas”. Esto es una mentira que vulnera hasta el respeto que merece la sociedad argentina cuando le están hablando a través de un medio. ¿El peronismo “empujó” a Alfonsín? ¡El peronismo se resistió y de hecho se negó a formar parte de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas! Estos son los datos de la historia.

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Los derechos humanos no eran una temática peronista en 1983, y comenzaron a serlo lentamente a fines de los años ‘80 pero nunca de manera institucional. Más adelante, siempre respondiendo a las preguntas de Magdalena Ruiz Guiñazú, Moreno Ocampo dice: “Reitero: fue un momento único”. No le responde a la pregunta, al asunto del hábeas corpus y que durante veinte años de democracia la oligarquía santacruceña, o sea el matrimonio kirchnerista y todo su cortejo, no hablaron, mencionaron ni dieron jamás ningún tipo de testimonio sobre lo que había pasado hasta 1983.

“A partir de allí – dice Moreno Ocampo, se complicó la vida” ¡Se complicó la vida! Vaya frase de un fiscal - porque el proceso de Alfonsín no incluía juzgar a los de abajo”. O sea, aparece la objeción “por izquierda”. No es que Alfonsín hizo mucho: hizo poco. Tendría que haber juzgado a 14.000, 18.000 militares. Eso sí: “Surge algo muy interesante –dice Moreno Campo– el rol de la justicia internacional, del juez Garzón”. Habla del ex juez español Garzón, actualmente, empleado público en la Argentina contratado por Cristina Kirchner. “Quien le abrió la puerta a investigar – sigo citando a Moreno Ocampo - fue Kirchner para que Garzón, con su energía, empujara para que se anulara la Ley de Obediencia Debida. La Corte Suprema empezó a cambiar y entonces Kirchner lideró la reapertura de los juicios”.

Más adelante, Moreno Ocampo, en respuesta a los temas que le va proponiendo Magdalena: agrega “Después de Alfonsín, entre los líderes políticos quien empujó luego el tema fue Kirchner”. Es una verdad a medias. Por un lado es cierto, y el que no lo reconoce es muy necio, que durante el gobierno de Néstor Kirchner se reabrieron los juicios una vez que fue revertida la inconstitucionalidad de aquellos procesos judiciales. Pero esos procesos judiciales, como le debe sobrar inteligencia para comprender al abogado Moreno Ocampo, estaban acotados por la debilidad de la época, porque como él mismo dice en el curso del reportaje, Pinochet sacó el 44% de los votos en Chile. En seguida le pregunta Magdalena, con muy buen criterio –me impresionó la agudeza de sus preguntas y la manera que tiene Moreno Ocampo de hacerse el tonto- “¿Y qué opina acerca del prólogo que se adosó al “Nunca más” en 2006, dejando sentada la opinión de gente que, en aquel momento, nunca participó en la elaboración del informe?”.

Respuesta de Moreno Ocampo: “El tema sigue vivo en Argentina. Es un debate sobre lo que nos pasó”. En buen romance: no quiere responder. No puede responder. Sí sabe, pero no quiere. O sea, no tiene una sola palabra de crítica para el hecho de que este Gobierno haya reinventado el prólogo delNunca Más, en aquel momento firmado por el hoy fallecido Eduardo Luis Duhalde.

Entonces, le dice Magdalena: “Pero sería interesante, por ejemplo, que los que enmiendan el “Nunca más” hicieran otro informe acerca de los desaparecidos en tiempos de la Triple A de López Rega, ¿no es cierto?”, le pregunta Magdalena. Moreno Ocampo otra vez mira para el otro lado: “Esa fue una pelea con Antonio Tróccoli -¿el prólogo de Ernesto Sábato al Nunca Mas fue una pelea con Antonio Tróccoli?- que pertenecía, como Ricardo Balbín, al ala conservadora del radicalismo. Habían negociado con los militares”.

Este compilado de desbarajustes no me sorprende, porque cuando uno estudia el derrotero de Moreno Ocampo, es congruente con otros zigzags y otras gambetas retóricas. Pero lo impresionante no es solo la tenacidad y perspicacia con que la colega lo expone, sin juzgarlo a este hombre que, cuando quiere no responde y, cuando responde, lo hace faltando a la verdad.

Pareciera una historia del pasado porque se hunde en lo que sucedió en la década del ‘80. Pero es de profunda actualidad porque si algo ha marcado el derrotero y la peripecia de los gobiernos kirchneristas, cuando falta un año para la renovación presidencial, es su empeñosa e infatigable tarea por reescribir la historia. Ante Moreno Ocampo, uno puede preguntarse: ¿él fue víctima de la reescritura de la historia, porque es un ingenuo muchacho al que los Kirchner le han lavado la cabeza? No es ingenuo, ni ignorante. Efectivamente, también ahí ha llegado parte de este formidable proceso cultural de rehacer la historia argentina al sabor y paladar de los que gobiernan, pretendiendo que la historia puede ser manipulada impunemente.

Y, ¿sabe qué, Moreno Ocampo? La historia no puede ser manipulada. En todo caso puede ser toqueteada durante un tiempo, hasta que todo vuelva a su cauce. Las declaraciones que ha dado, más allá de algún párrafo acertado, son vergonzosas, así como el reportaje es admirable.

(*) Editorial emitido en Radio Mitre, el lunes 6 de octubre de 2014.