COLUMNISTAS
el adios al tata brown, un campeón del mundo

Valiente, amable, imprescindible

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El hombro roto. Así jugó la final del Mundial ante Alemania. Puro coraje. | cedoc

Perseverancia. Esa es la palabra para describir a uno de nuestros héroes del fútbol argentino. Esta semana se nos fue el Tata Brown. Escribo esto con la piel de pollo y las lágrimas acumuladas. La muerte duele siempre. Cuando es de alguien con un corazón tan puro, un coraje admirable y una entereza constante, duele más. Tenía 62 años, un tipo joven que nunca se rindió dentro de la cancha y peleó hasta el final de sus días. El fútbol argentino está de luto y le rinde un sentido homenaje.

Días de mucha tristeza se viven en nuestro fútbol. El 9 de este mes falleció Oscar Malbernat, el histórico capitán del Estudiantes campeón del mundo en Old Trafford ante Manchester en 1968. Cinco días después, también nos dejó el Chulo Rivoira, personaje emblemático del Ascenso. Dos tipos entrañables que formaron parte de este deporte que tanto nos gusta a los argentinos y a las argentinas. El 13 de agosto, un día antes de la muerte de Rivoira, falleció el Tata. Ese hombre que nos dejó el esfuerzo como bandera, nos mostró con el ejemplo que nunca hay que rendirse. “Ni se le ocurra sacarme porque lo mato”, le gritó al doctor Raúl Madero, quien había mirado al banco donde estaba Carlos Bilardo. A los diez minutos del segundo tiempo de la final en México 86, el Tata chocó con un alemán que le terminó rompiendo la articulación del hombro derecho. Cuando Madero lo atendió, notó enseguida la gravedad de la lesión. Poco le importó al número 5: aprovechó la distracción del doctor y se metió de nuevo en la cancha. Mordió la camiseta y le hizo un agujero al frente. En esa rotura, enganchó su dedo e inmovilizó todo lo que pudo su brazo. “¿Cómo hacés para salir en una final del mundo?”, se preguntó el Tata todos los días de su vida. Sobre todo, con lo que él tuvo que pasar para estar ahí. A tres meses del Mundial, quedó libre de Deportivo Español, equipo para el que estaba jugando. Bilardo lo consideraba fundamental y lo llevó igual. Se entrenó con ellos y la prensa atacó fuerte. Decían que iba porque le cebaba mates al técnico. A raíz de un problema de salud de Passarella, Brown se ganó la titularidad en México. El tiempo le dio la razón a Bilardo y al esfuerzo del Tata. En esa final ante Alemania, que terminó 3-2, el primero de los goles fue un cabezazo de Brown. “Dale, Tata, que si vos jugás bien yo juego bien”, lo arengó su amigo Diego Maradona antes de cada partido. Eso era Brown para el grupo.

Este fin de semana, el fútbol argentino le brindó el homenaje que se merece. Antes de cada partido, los capitanes de los equipos se acercan al círculo central y con un agujero en sus camisetas, enganchan sus dedos, tal cual lo hizo el ex entrenador de Almagro y Chicago, entre otros equipos. Gran gesto para recordar a uno de los hombres que nos llevaron a la gloria.

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En una sección de un programa de tele para el que trabajaba, me tocó homenajear a grandes jugadores que llevaron a lo más alto nuestro fútbol. El Tata fue uno de ellos. Pude ir a su casa y tuve el privilegio de conocer el altar que tenía dedicado a toda su carrera. Un hombre predispuesto, muy amable. Siempre con los sentimientos a flor de piel. De la escuela pincharrata, con los valores de Estudiantes muy presentes, al igual que la selección argentina. Nunca pudo esconder su orgullo por haber sido parte del club de La Plata y de la Selección. No solo fue parte, sino que quedó en la historia por todos sus logros. Los campeones del 86 son un grupo muy unido, esa esencia se ve y se siente cada vez que alguno habla de ese Mundial. Con Bilardo como líder, el que les transmitió sus enseñanzas y su impronta. La unión de esos jugadores se mantuvo para siempre. Hasta el final de los días. En el contexto de un proyecto que se llamaba “Es la hora de alentar”, tuve el enorme placer de pasar días junto a estos campeones. Nery Pumpido, Oscar Ruggeri, Carlos Tapia, Héctor Enrique, Oscar Garré, Julio Olarticoechea, algunos de los ídolos con los que recorrí el país. En los últimos dos viajes estuvo Brown. Con la enfermedad ya avanzada, pero sin perder la sonrisa. Con los recuerdos intactos y los detalles de esa vuelta olímpica histórica. También conmovía ver el cuidado de sus compañeros y amigos. El Tata era de los más queridos y ellos querían que estuviera ahí. Lo protegían de todo y valoraban su presencia.

De los imprescindibles para el grupo, para el cuerpo técnico y para la gente. Esos hombres que enaltecieron al fútbol y te transmitían sus sentimientos con solo estar parados en una cancha. Hombres que hicieron a la Argentina el país futbolero que es hoy. Ninguna enfermedad pudo borrar sus recuerdos sobre el Mundial. Nada ni nadie borrará nuestros recuerdos del Tata y su gloria.