COLUMNISTAS
El poder

Verdad teatral y falsedad política

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La vis cómica. Obra de Angulo el Malo donde se muestra el poder del teatro. | cedoc

Es tan falso todo por estos Buenos Aires, que lo más parecido a la verdad aquí, al fin y al cabo, es el teatro”. Sobre el final de la obra La vis cómica, Angulo el Malo, cabeza de una pequeña y patética compañía llegada a estas costas desde España en busca del éxito que Europa le negaba, arriba a esa triste conclusión. La acción de esta inspirada, lúcida y aguda… ¿comedia?... ¿tragedia?... escrita y dirigida por Mauricio Kartun se desarrolla en una Buenos Aires virreinal, barrosa, precaria y atravesada por pequeñas y miserables intrigas. Cuatro intérpretes en estado de gracia (Horacio Roca, Cutuli, Luis Campos y Stella Gallazzi) encarnan a los personajes: el tal Angulo, el poeta y dramaturgo que le da letra, la esposa del actor, que terminará como amante del dramaturgo, y Berganza, el sabio y astuto perro que ordenará y explicará la trama con una ironía, visión y perspicacia que no alcanzan los humanos.

La desaforada ambición de Angulo por desplazar al pregonero oficial (personaje esencial en aquella época, que no solo propagaba los bandos sino que además oficiaba de verdugo), su labilidad para pasar de la indignación moralista ante las matufias del poder a una desvergonzada obsecuencia hacia ese mismo poder cuando este cambia de manos (llega un nuevo virrey) y le concede el cargo ansiado, así como su desfachatez tanto para manipular a su troupe como para decir y desdecirse, para afirmar una cosa y luego negarla o cambiarla por la opuesta, desatan la risa del público y también la congelan cuando se advierte hasta qué punto aquel país incipiente es este de hoy y aquellos personajes (así en la política como en el arte) están aquí, ahora, entre nosotros. Tanto la perspectiva de la narración, que elige mirar desde el fondo histórico, como el genial artificio del perro relator, tomado de las novelas ejemplares de Cervantes, ponen un distanciamiento brechtiano que permite asistir a esta ceremonia con conciencia de lo que se está viendo.

Mercado persa

La frase de Angulo según la cual en esa Buenos Aires que huele a podrido (por el barro que produce un río sin piedras y por las tramoyas políticas) lo más parecido a la verdad es el teatro se ve confirmada por esta obra de Kartun actualmente en cartel. Angulo comprobará que transar con el poder nunca es gratuito, y que las manchas sangrientas que esa transa deja en las manos y en la conciencia son indelebles. Pero, como comprobamos cada día en los que gobiernan, en los que gobernaron, en los que aspiran a gobernar y en los amanuenses que se les acercan desde las usinas de la intelectualidad, esa mugre no se asume, sino que se intenta trasladar a chivos expiatorios con maniobras burdas e irresponsables. Los integrantes de esta compañía, que llegan a aquella Buenos Ayres (con y, tal como se escribía en la época) encarnan también el sueño de hacerse “la América”, pero sentirán que la mentada generosidad de la acogida no es tal. Exige sacrificio, constancia, visión, atributos que tantos inmigrantes desplegaron y con los que transitaron tiempos y territorios difíciles, y de los que hoy apenas parecen quedar rastros, salvo las honrosas excepciones que, como de costumbre, mantienen al carro en la senda.

Quienes asistan a la representación de La vis cómica no estarán ante una liviana y obvia sátira política, sino ante una exquisita muestra del poder del teatro como ceremonia a un tiempo catártica y reveladora. Cuando los patéticos personajes de la política real y actual que cada espectador detecte allí como si fueran sombras chinescas en el fondo de una caverna hayan desaparecido y sean oscura memoria (más allá del poder que tengan hoy), esta obra podrá seguir subiendo a escenarios con la impronta de los clásicos. Pulida escritura, brillantes diálogos, sensible captación de los vericuetos del alma humana y un uso del humor como maravillosa tijera para desnudar reyes que se creen vestidos de oropeles. Estos desaparecerán, el teatro permanecerá. Lo dice el propio Angulo: “Falsa de verdad la verdad en el teatro. Pero falsificada nunca”. Al revés de la política, invariablemente falsa y falsificada.

*Escritor y periodista.