El mundo está cambiante e inasible, resulta difícil pensar modelos rígidos de interpretación. La pospandemia nos encuentra tratando de digerir los cambios, que se están produciendo en la dinámica de las relaciones humanas, en las relaciones laborales, en los sistemas económicos y en los acontecimientos políticos.
La invasión Rusa a Ucrania rompe con la idea de la globalización. Sabemos que las cosas no son como eran antes, pero no sabemos cómo serán en el futuro. Por eso resulta difícil comprender los dogmatismos en la interpretación de los acontecimientos y en las propuestas de solución de problemas.
Hay quienes piensan que el mundo gira hacia la derecha y otros hacia la izquierda. Preferiría que pensemos que el mundo cambia, que los viejos dogmas ya no sirven y vayamos analizando con cuidado cada uno de estos cambios, porque si no, podríamos sacar conclusiones equivocadas. El Estado de Bienestar del que Europa se jactaba y muchos miraban con admiración está en crisis.
La inflación y los problemas con la energía generan conflictos sociales y paro en Francia. Acaba de renunciar la primera ministra de Gran Bretaña, que llegó con sus propuestas dogmáticas tradicionales y se estrelló contra la pared de la realidad. Subir o bajar impuestos ponen a los gobiernos en crisis. Se fue en tiempo récord y cuestionada por quienes la propusieron. Londres girará al laborismo o seguirán los tories.
En Italia ganó la derecha, pero la coalición de gobierno no logra ponerse de acuerdo, el factor Putin parece haber desencadenado las divergencias. Y no se trata de algo menor. La nueva derecha europea es antieurocentrista, si pudiera saldría del euro. También es racista, anti-inmigrante, y rechaza lo que atente contra los valores del statu quo. Pero, cómo explicaría entonces abrazarse a quien habla de volver al viejo imperio zarista. Difícil de compatibilizar, en EE.UU., el Tesoro decidió que hay que levantar las tasas para terminar con la inflación y la onda expansiva de estas decisiones llegan a todo el mundo. Podrán contenerla o llevarán a la economía a una recesión de la cual será difícil salir. Nadie lo sabe.
Mientras tanto aquí, entre nuestros dirigentes los dogmatismos resaltan. Muchos siguen pensando lo mismo que antes de la pandemia respecto a lo que hay que hacer para resolver los problemas del país, no porque no entiendan que durante dos años la sociedad estuvo recluida y sufrió las consecuencias económicas del parate, sino porque no registran los cambios en el mundo y el cambio en los deseos poblacionales de cómo disfrutar la vida incluyendo los cambios en la relación con el trabajo presencial. Estamos ante una sociedad menos paciente, más demandante y que le perdió la confianza a la política. No se trata solo de sí se llega a fin de mes, sino de cómo se vive cotidianamente.
Entre otras cosas, Gran Hermano volvió con éxito porque seleccionó prototipos que expresan en gran parte la diversidad social que viene expresándose a diario. Nuestros halcones de derecha o izquierda siguen discutiendo sobre lo mismo. Estado o mercado, política de bienestar o meritocracia. Y no es que la discusión no sea válida, el problema es que las fórmulas en las que encuentran las soluciones son viejas.
Encontramos algunos ejemplos del siempre pensar lo mismo, en el último libro de Macri, donde no hace más que reafirmar las creencias guía que siempre tuvo, y que no supo implementar. Su autocrítica refiere a que le faltó velocidad en la aplicación. También en las soluciones que plantea un ala izquierda del peronismo y la izquierda en general, planteos que son conceptualmente las mismas que predican hace ya tiempo. Por eso cuando aparecen personajes como Milei que se definen como antipolítica y tienen la habilidad de expresar un discurso diferencial es capaz de captar sectores del electorado que aparecen vedados al resto.
Tanto ex votantes de Cambiemos, como del Frente de Todos convergen en mirarlo con atención, cuando dice que no privatizaría Aerolíneas Argentinas sino que se lo entregaría a los trabajadores, le hace un guiño a un sector antisistema y puede captar por rebeldía juvenil, y cuando critica a la casta conecta con quienes creen que el gran problema argentino es la corrupción política, y la ineficiencia en la gestión pública, y cuando habla de cerrar el Banco Central y dolarizar, es difícil que un candidato presidencial de Cambiemos pueda aceptar esas ideas.
No sabemos qué va a pasar en 2023. Preferimos no arriesgar pronósticos y ser más útiles, intentando estar atentos a los cambios que están llegando.
*Consultor político.