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opinión

Dos grietas que siguen vivas

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Unidos. Antonio Cafiero y dirigentes dijeron presente en el balcón de la Rosada junto a Alfonsín. | NA

Cuánto cambió el escenario político y de opinión pública desde el atentado a la vicepresidenta? En una situación en la cual no hubiera grieta, descalificaciones, desprecio, convertir al adversario político en enemigo nos hubiéramos encontrado con una dirigencia política unida y una población que se hubiera expresado indignada independiente de las banderías políticas. Pero no es eso lo que sucede en la sociedad argentina. Cuando se produce el incidente de Semana Santa, Antonio Cafiero y dirigentes de la renovación peronista dijeron presente en el balcón de la Rosada junto a Alfonsín mientras adherentes al justicialismo estuvieron en las calles junto a los adherentes al gobierno radical. Todos sentían que había un enemigo común, un sector militar que atentaba contra la democracia que tanto había costado restaurar. Las cosas eran claras, el ellos o nosotros era democracia o dictadura. 

Es obvio que debemos preguntarnos por qué frente a un hecho como fue el intento de asesinato de la vicepresidenta de la Nación, que de concretarse podría haber tenido derivaciones impensadas, episodios de violencia civil incluidos, ni la política ni la sociedad reaccionaron buscando unirse sinceramente. ¿Pero estaban dadas las condiciones para que el conjunto de los actores sociales se sintieran motivados para  expresarse masivamente? Quienes se sintieron más movilizados emocionalmente por el atentado fueron mayoritariamente votantes del Frente de Todos

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Es obvio que debemos preguntarnos qué sucede. ¿La dirigencia del oficialismo generó un clima como para que dirigentes opositores subieran al escenario que se armó en la Plaza de Mayo? ¿Dirigentes de la oposición estaban dispuestos a subirse al escenario? ¿Los electores duros de unos y otros les  hubieran perdonado compartir el escenario en la causa común del repudio? Difícil que eso suceda si los dirigentes no dan señales previas de que están dispuestos a deponer diferencias. Y sin embargo, es un gesto que los sectores de población que no se sienten involucrados con la prédica de ninguno de los extremos hubieran agradecido.

El clima social previo al atentado viene mostrando un fuerte erizamiento, y las posturas duras dirigenciales y de sectores de poder no hacen más que atizar dicho clima. Se habla de que la grieta es la culpable de esto. Y se mira solo lo que sucede en la política. En mi opinión, no hay solo una grieta. Está la grieta entre dirigentes políticos junto a sus núcleos duros versus los otros núcleos duros y está la grieta entre un sector mayoritario de la sociedad y la dirigencia en general. 

Shock de confianza se necesita

Hoy hay sectores de la política y de la sociedad a los cuales la grieta les impide considerar la existencia de un enemigo común. Es que ambos bandos dicen ser defensores de la democracia y la república, pero hay un desacuerdo básico. Comparten el significante, pero no el significado. Y hay sectores de la sociedad que, angustiados por los problemas de su vida cotidiana, más el nivel de decepción que les genera la actuación de la dirigencia,  terminan viendo el drama de un intento de magnicidio como un espectáculo  que ocurre en las pantallas de la TV y en las redes. Estamos en problemas. Pero el que nada cambió después del atentado no es la respuesta adecuada. Se vienen produciendo cambios en el escenario político que seguramente tendrán consecuencias futuras. En el oficialismo, la figura de Cristina Kirchner fue ganando centralidad. Y dentro del oficialismo, mientras muchos se hacen eco del discurso oficial de que todo es culpa de los profetas del odio, que persiguen a Cristina, hay otros sectores que empiezan a decir que “nadie puede tirar la primera piedra” o “que es hora de bajar un cambio”. 

Por el lado de la oposición también hubo cambios. Ante el atentado algunos se solidarizaron de inmediato y otros siguieron atizando la grieta. Pero 

también siguieron  emergiendo los conflictos entre los dirigentes de la oposición. Antes la discusión parecía centrada  entre dirigentes del PRO y radicales. Ahora es fuerte dentro del PRO. En la opinión pública, ante el atentado se mezclaron los sentimientos de espanto, miedo, bronca y descreimiento sin que haya un vuelco en las tendencias que se venían registrando, pero con un leve crecimiento de las expectativas económicas. Gobierno y oposición  tienen la gran oportunidad de ayudar a cambiar el clima institucional y no en sentido partidario, sino en términos del bienestar del país.

*Consultor político.