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Votos o devotos

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Borges | Cedoc

¿Cómo empezó todo esto? ¿Por qué se agudiza la polarización? Injurias, burlas, desprecio. ¿Qué es esto? ¿Qué parte de lo humano pretende regir un mundo cada vez más poblado y con la naturaleza herida? Es el colmo de la idiotez acentuar los conflictos en lugar de apuntar a una coexistencia afectuosa y ¡creativa! Eso no invalida las diferencias pero, así como crecer implica dejar caer prejuicios y ampliar el entendimiento, la historia podría superar el eterno retorno de lo iracundo, y pasar a un estadio más amable y considerado. “Los zurdos nos van a llevar puestos”, dijo el Presidente. Avalada por la polisemia, ¿se trata de quedarse con los puestos? ¿Qué es lo que importa? ¿Lo mejor de este mundo es el triunfo patético del yo? Hasta la expresión empobrece: uno mismo. El uno igual a sí mismo, el uno solo, lo mismo de uno, la mismidad. El ombligo del capitalismo. La trampa de lo indivisible, etimología de individuo. ¿Es un problema inherente al poder o a la falta de educación de los que detentan el poder? No me refiero a la ignorancia, todo lo contrario; más bien a cierta inteligencia aparentemente notoria pero obcecada, y limitada por la propia certeza, proclive a las aversiones y repudios.

Por eso me gusta mucho cómo Borges califica la inteligencia, a partir de una mirada afectiva, sin mediciones de coeficientes o estándares competitivos. Del libro Autobiografía, nos llega esta apreciación: “Mi padre era muy inteligente y como todos los hombres muy inteligentes, también muy bondadoso”. ¡La bondad como uno de los rasgos distintivos de la inteligencia! Y más adelante, agradeciendo los valores recibidos, agrega: “Él me reveló el poder de la poesía: el hecho de que las palabras sean no solo un medio de comunicación sino símbolos mágicos y música”.

El observador desconcertado

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En tiempos de malas palabras, no las que reivindicaba genialmente Fontanarrosa, sino las que dañan, desatienden, socavan, ¿cómo recuperar la fe en lo humano sin música y poesía? Ante la proliferación de cultos y divinidades, ¿no apaciguaría la furia contemporánea una mayor creencia en el prójimo? Seguiré confiando en las profecías borgeanas, su ficción redentora.

Me quedo con el planeta que inventó nuestro escritor, tan imaginativo y visionario: Tlön, allí donde ya no rigen las fuerzas del cielo, que equivalen a “leyes inhumanas”, según Borges. “Tlön será un laberinto, pero es un laberinto urdido por hombres, un laberinto destinado a que lo descifren los hombres”. Sin dioses, ni tampoco líderes siniestros que pretendan capitalizar los votos de una circunstancia democrática para volverlos devotos de una causa mesiánica.