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Córdoba, después del 25 de mayo de 1810: contrarrevolución y “clamor”

Las autoridades locales no reconocieron a la Junta, que envió tropas y fusiló a los sublevados. Uno de ellos era Liniers, el héroe durante las invasiones inglesas.

Liniers
Santiago Liniers. | Museo de la Reconquista.

La postura contrarrevolucionaria que adoptaron las autoridades cordobesas luego del 25 de mayo de 1810 aún despierta polémica.

Una vez conformado el primer gobierno patrio en Buenos Aires, el exvirrey Baltasar Hidalgo de Cisneros envió a Córdoba al joven Melchor José Lavín con instrucciones para el también exvirrey Santiago de Liniers con el propósito de que encabezara un movimiento de resistencia a la Junta.

En territorio cordobés había dos grupos de poder: uno liderado por Santiago de Liniers, el héroe que enfrentó a los ingleses, y por el gobernador-intendente Juan Gutiérrez de la Concha, ambos en sintonía con España. El otro estaba integrado por los hermanos Gregorio y Ambrosio Funes, quienes mantenían una postura favorable a la junta presidida por Cornelio Saavedra.

Lavín, que había estudiado en el Colegio Monserrat, llegó a la ciudad el día 30 de mayo y fue recibido por el deán Gregorio Funes, que lo llevó a la casa del gobernador después de enterarse de los acontecimientos de Buenos Aires.

Al día siguiente, Liniers, que residía en Alta Gracia, Gutiérrez de la Concha, y otros notables se reunieron y resolvieron no acatar a la Junta, decisión que fue ratificada en otro cónclave del día 4 de junio.

Argumentos. "Gutiérrez de la Concha reafirma su decisión de no prestar obediencia a una junta que considera ilegal e impuesta por la fuerza, con cuyo parecer coinciden todos a excepción del deán Gregorio Funes que se pronuncia por aceptarla, sin entrar al examen de su legalidad, para evitar los riesgos de una guerra civil y sostiene que un asunto tan importante debe discutirse en cabildo abierto", sostiene Héctor Ramón Lobos en su obra "Historia de Córdoba" (Lobos; 2009: 539).

Había nacido la contrarrevolución. Ni las cartas de Belgrano y Saavedra a Liniers para que se abstuviera de intervenir lo hicieron cambiar de actitud.

Ante la gravedad de los hechos, la Junta mandó al comandante Francisco Ortiz de Ocampo para que detuviera y fusilara a Liniers y a los notables que lo respaldaban.

Tras la detención de los sublevados, la intercesión de los hermanos Funes para todos fueran trasladados a Buenos Aires hizo que se postergara la ejecución.

Sin embargo la Junta insistió con la medida y ordenó a Juan José Castelli y Domingo French, que cumplieran la orden en cualquier lugar en que fueran encontrados.

“Clamor”. Santiago de Liniers, el gobernador Juan Gutiérrez de la Concha, el coronel Santiago de Allende, el doctor Victorino Rodríguez, y el oficial real Joaquín Moreno fueron ejecutados el 26 de agosto de 1810 en el Monte de los Papagayos, en cercanías de Cabeza de Tigre, y sus cuerpos fueron enterrados en Cruz Alta.

Las iniciales de los fusilados, más la del obispo Rodrigo de Orellana que salvó su vida por su condición de sacerdote forman el acrónimo "CLAMOR", con el que posteriormente se conoció al grupo de contrarrevolucionarios.

Lobos considera en su obra citada (Lobos; 2009: 558) que "el pueblo de Córdoba se ha volcado masivamente en favor del nuevo gobierno. Con ello demuestra que el intento de resistencia ofrecido por los legitimistas es cuestión de algunas personas, la mayoría funcionarios o exfuncionarios de origen español o europeo”.

 

Fuentes:

Fotografía: Museo de la Reconquista.

Héctor Ramón Lobos. 2009. “Historia de Córdoba”. Córdoba. Editorial El Copista.

Esteban Dómina. Página web: Estebandomina.com.ar