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El mundo de 2022 / Una carga que traspasa calendarios

Guerra, polarización, virajes y regresos que hacen historia

El conflicto entre Rusia y la Otan que arrasa a Ucrania; la llegada al poder de Boric en Chile y Petro en Colombia; la destitución de Castillo en Perú; la resiliencia de Lula, que hoy vuelve al Planalto. Secuencias diversas de películas cuya acción no acabó en el año que se fue.

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Lula asume este domingo como presidente de Brasil. | CEDOC PERFIL

Enero de 2022 amanecía con una escalada verbal entre Moscú y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, con Estados Unidos a la cabeza. El eje de disputa era Ucrania y su intención de sumarse a la Alianza militar occidental, que extendería así su influencia y sus misiles hasta la mismísima frontera con Rusia, contrariando una promesa de no expansión lanzada en los años ’90.

Con despliegue de tropas y pertrechos militares para una “disuasoria” demostración de fuerzas, Moscú subió el tono. Y la idea de que la sangre no llegaría al río fue refutada a fin de febrero. Allí Vladimir Putin reconoció como independientes a Donetsk y Lugansk, partes de la región del Donbass, donde la mayoría ruso hablante había realizado referendos de autodeterminación tras la guerra librada contra nacionalistas ucranianos en 2014. La protección de la población del Donbass y la misión de “desmilitarizar y desnazificar” Ucrania fueron algunos de los argumentos que Putin esgrimió al anunciar “operaciones militares especiales” en el país vecino.

Los líderes de la Otan, que disfrazan sus intervenciones armadas con eufemismos como “guerra preventiva” u “ofensiva democratizadora”, rotularon lo ordenado por el presidente ruso como una invasión injustificable. La guerra había comenzado. Expertos vaticinaron una operación relámpago.

Más de 10 meses después, el conflicto continúa, su final y su vencedor son inciertos y las consecuencias no se agotan en los campos de batalla. Más de 120 mil soldados muertos entre ambos bandos, 10 mil civiles víctimas fatales de bombardeos, decenas de miles de heridos y ocho millones de desplazados indican algunos recuentos. El “aislamiento” a Moscú no surtió los efectos esperados, aunque la Otan puede jactarse de que ahora no solo Ucrania, sino también Suecia y Finlandia quieren sumarse a sus huestes.

Las potencias europeas alineadas con la Casa Blanca asisten a la disputa de un tablero que se redefine a bombazos, mientras sufren en un crudo invierno el efecto boomerang por las sanciones económicas con las que quisieron torcer el brazo a Putin y acabaron por encarecer la energía, el gas y los alimentos a escala planetaria, atizando una inflación y una desaceleración económica globales.

El final de la historia está aún por escribirse y un actor como China, que en 2022 ratificó en lo más alto de su poder a Xi Jinping, da implícitos respaldos a su estratégico socio euroasiático pero expresa inquietud por una inestabilidad en Europa que afecta a sus planes para la Nueva Ruta de la Seda. Además, ciertos argumentos rusos chocan con el principio de integridad territorial esgrimido por Beijing ante Taiwán. Disputa esta que a comienzos de agosto la congresista norteamericana Nancy Pelosi exacerbó con una visita a Taipei.

Sismos chilenos. El verano pasado comenzó y acabó con una histórica renovación al otro lado de la cordillera. El ex líder estudiantil Gabriel Boric, quien el 19 de diciembre de 2021 ganó con 55,87% de los votos el balotaje, juró el 11 de marzo como el presidente más joven de la historia de Chile. Un gabinete con preeminencia de mujeres pareció dar continuidad a demandas de cambio que siguieron al estallido social de octubre de 2019. Reclamos de igualdad y democracia real que inundaron calles, desafiaron represión y desembocaron en una Convención que debía redactar una nueva Carta Magna con la que sepultar el último vestigio de la dictadura de Augusto Pinochet: la Constitución de 1980.

Aunque la Constituyente sesionaba desde antes de su llegada a La Moneda, Boric tomó como propio el desafío de que el nuevo texto fuera aprobado en el plebiscito de salida del 4 de septiembre. Pero el proyecto recibió el rechazo de un 60 por ciento de los consultados. El presidente prometió buscar la reforma por otras vías.

Ahora el Congreso tiene en sus manos generar la nueva Carta Magna. Así, partidos tradicionales repudiados en las marchas y las urnas tendrán una injerencia inmerecida.

Vientos colombianos. El 19 de junio Gustavo Petro se convirtió en el primer mandatario de izquierda en la historia de Colombia, al derrotar en balotaje al empresario conservador Rodolfo Hernández.

Petro y su vice, Francia Márquez, la primera afrodescendiente en llegar a ese cargo, canalizaron el descontento y las movilizaciones en reclamo de más derechos e igualdad y a favor del cumplimiento de los acuerdos de paz firmados en 2016, que el uribismo y la derecha torpedearon.

 Tras asumir el 7 de agosto, Petro reabrió la frontera con Venezuela y se reunió con Nicolás Maduro. En el arco andino, el resultado colombiano parecía dejar solo al ex banquero ecuatoriano Guillermo Lasso fuera de un variopinto eje de izquierda integrado por Boric en Chile, Luis Arce en Bolivia, Petro en Colombia y Pedro Castillo en Perú.

Temporal limeño. La inestabilidad peruana, marcada por las disputas entre los poderes Ejecutivo y Legislativo de ese país, cercenó el 7 de diciembre el mandato que el maestro rural había comenzado el 28 de julio de 2021 y debía expirar en 2026.

Castillo quiso anticiparse al tercer y definitivo intento de vacancia en su contra de parte de un Congreso que le fue siempre hostil y al que intentó disolver para convocar a nuevas elecciones legislativas con facultades constituyentes. Su destitución y la asunción de su vice, Dina Boluarte, desataron protestas y enfrentamientos en el Perú profundo. La represión dejó ya más de 30 muertos. En los últimos siete años Perú tuvo siete presidentes de diferente signo y origen y la puja de poder no ha terminado.

Frío europeo. En un continente que extraña a Angela Merkel, que recela de Emmanuel Macron, y que el 22 de octubre convirtió a la ultraderechista Georgia Meloni en la primera mujer en gobernar Italia, poco espacio hubo para homenajear a Mijail Gorbachov, último gobernante de la Unión Soviética, quien murió el 30 de agosto, a los 91 años.

Quien sí tuvo fastuosas honras fúnebres fue Isabel II, fallecida el 8 de septiembre a los 96. Permaneció en el trono de Inglaterra 70 años y 214 días y quedó segunda en el podio de los reinados más prolongados, detrás de Luis XIV. Como monarca vio pasar por la Casa Blanca a 14 presidentes y a 15 primeros ministros británicos por el número 10 de Downing Street; desde Winston Churchill a Liz Truss, la presentada como nueva “dama de hierro” que duró apenas 44 días al frente del gobierno del Reino Unido. Isabel II legó su corona a su hijo, quien este año será ungido oficialmente como Carlos III.

Velo iraní. Si repasamos muertes capaces de movilizar multitudes o marcar un hito en el devenir de pueblos o naciones no deberíamos soslayar la de Masha Amini, la joven iraní de origen kurdo que había sido detenida por la Policía de la Moral del régimen teocrático, por llevar mal puesto su velo.

El deceso de Amini, el 16 de septiembre, produjo reacciones inéditas en el Irán de las últimas décadas y se replicaron en el mundo. Mujeres que se quitaban sus velos pese a las reacciones policiales y varones que se plegaron a los reclamos de las chicas y enfrentaron a las autoridades en protestas que dejaron decenas de muertos y heridos. El descontento social hizo disolver la Policía de la Moral y encendió alarmas en un país que impone la pena capital como castigo a la rebeldía.

Irán, que disputa con Arabia Saudita la influencia entre musulmanes, es la principal hipótesis de conflicto para Israel, otra pieza clave en el ajedrez de Medio Oriente y quien este jueves repuso en el poder al derechista Benjamin Netanyahu. “Bibi” protagonizó ya graves conflictos con los palestinos y su vuelta suma tensiones.

Calor brasileño. En octubre, los focos estuvieron puestos en Brasil, donde un resiliente Luiz Inácio Lula da Silva enfrentaba en las presidenciales al ultraderechista Jair Messías Bolsonaro.

Era la pulseada que en 2018 impidieron las condenas y proscripción impuestas al expresidente y líder sindical por el otrora modélico juez Sérgio Moro, artífice de la hoy devaluada operación Lava Jato. Las sentencias que costaron a Lula 580 días de prisión y el impedimento para ser candidato hace cuatro años facilitaron la llegada al poder del ex capitán y diputado. Éste, en lugar de traspasar hoy el mando a su sucesor eligió irse a Estados Unidos y alentó manifestaciones antidemócraticas y violentas de sus seguidores, para impedir el regreso del líder del PT.

Desde que el Supremo Tribunal Federal anuló en marzo de 2021 las condenas y restituyó derechos a Lula se supo que el pernambucano, con 77 años, sería por sexta vez candidato a presidente y buscaría un tercer mandato que nadie había logrado en su país.

La agresividad en la campaña y la polarización entre Lula y Bolsonaro se vio ya en la primera vuelta del 2 de octubre, cuando el ex tornero obtuvo un 48,43% frente al sorpresivo 43,20% de quien detentaba el poder.

El 30 de octubre Lula consumó su histórico triunfo del regreso con un 50,90% equivalente a 60.345.999 votos, frente al 49,10 de Bolsonaro, a quien apoyaron  58.206.354 brasileños.

La reticencia del ex militar a reconocer su derrota y sus ambiguos mensajes posteriores alentaron a que los bolsonaristas más radicales, como los seguidores de Donald Trump en Estados Unidos, alegaran fraude y hasta promovieran un golpe o atentado que impidiera a Lula volver a subir la rampa del Planalto a recibir la banda.

Amén de agujeros presupuestarios, suba de precios, salud resentida, regresión en pobreza e inclusión y degradación de la Amazonia, que recibe como “herencia”, Lula deberá desde hoy intentar que las nuevas alianzas en su gabinete y el Congreso sirvan para restañar heridas. Quizá sea esa su prueba más difícil.

Comienza 2023. Pleno de expectativas pero también con pesadas mochilas que cargó a sus espaldas el año que acabamos de despedir.