“Lo que está en juego, después de mucho tiempo en Brasil, es la misma democracia. El derecho que uno tiene de seguir votando, el derecho que uno tiene de ser oposición a un gobierno, el derecho que uno tiene de expresar su felicidad, sus alegrías o sus tristezas, y el poder disentir… La posibilidad de la discrepancia en la participación política es lo que está en juego”.
La drástica sentencia precedente, pertenece a la politóloga brasileña Verena Hitner Barros y fue vertida ante la consulta formulada por PERFIL CÓRDOBA pocas horas antes del último debate previo al balotaje de hoy entre Jair Messias Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva.
Fallido enredado. En el cara a cara televisivo, escenificado en la noche del viernes en los estudios cariocas de la Red Globo, el actual mandatario que va por su reelección y quien fuera ya dos veces presidente y busca regresar 12 años después al Palacio del Planalto, cruzaron otra vez duros ataques con munición gruesa y no exenta de golpes bajos y chicanas. Medios y analistas del gigante sudamericano coincidieron en expresar sus dudas de que el cruce televisado haya movido de modo sustancial el amperímetro de las simpatías electorales.
Sin embargo, la mayoría puntualizó su visión de que Lula salió mejor parado, a la vez que Bolsonaro no logró prevalecer y mucho menos conectar algún golpe de efecto como para acortar la distancia que su rival le lleva en casi todos los sondeos previos de intención de voto.
Un acto fallido final, en el que pidió a Dios que le conceda cuatro años más como diputado federal (su anterior cargo), o su enésimo desplante ante los periodistas frente a una pregunta que lo incomodaba y a la que debió responder su reinsertado como inseparable ladero, el ex juez y flamante senador electo Sérgio Moro, marcaron el cierre de una noche difícil para Bolsonaro en la antesala de la votación definitiva.
Modelos diferentes. Las redes sociales, ese universo donde el bolsonarismo construyó parte de su poder sembrando noticias falsas y demonizando o denigrando a quienes se le oponen, hizo luego lo suyo y dio al ex capitán del ejército a beber su propia medicina. Justo en vísperas de la batalla decisiva, del round definitorio. Batalla o round que, según Hitner Barros, pone en juego “dos modelos civilizatorios diferentes”.
“El modelo de Bolsonaro ve al rico como más importante y valioso que el pobre, al blanco como mejor que el negro, al flaco como una persona superior al gordo y así va…”, afirma Hitner, quien además es socióloga y experta en integración y desarrollo y forma parte del Centro de Gestión y Estudios Estratégicos de Brasil.
“Bolsonaro es más pequeño que el bolsonarismo, así como Lula es más pequeño que el lulismo. El lulismo y el bolsonarismo son mucho más que los mismos candidatos. Son dos modelos civilizatorios diferentes los que se juegan en esta elección. Dos maneras de ver a la gente, de hacer la política, de hacer la economía y de entender para qué son las personas”, agrega.
Matemática electoral. En un escenario de polarización marcada, que pareció adelantar el balotaje a la primera vuelta del 2 de octubre, cuando entre los dos candidatos más votados se quedaron con casi el 92 por ciento de los sufragios válidos, los sondeos previos al balotaje de hoy auguran una puja apretada.
Hace cuatro semanas, Lula quedó en el umbral de un triunfo por nocaut en la primera vuelta, tras cosechar más de 57 millones de votos que equivalieron a un 48,43 por ciento del total. Un porcentaje casi idéntico a aquél con el que en 2006 fue reelegido en balotaje frente a Geraldo Alckmin, su actual candidato a vicepresidente.
En esa ocasión, el actual mandatario sorprendió al lograr un 43,20 por ciento, muy por encima del 33 al 37 por ciento que le vaticinaban la mayoría de los encuestadores. De ese dato se tomó Bolsonaro para desacreditar a cuanto guarismo lo ha dado hasta aquí como perdedor, aunque ahora las diferencias oscilen entre ocho puntos porcentuales como máximo y un “empate técnico” en las hipótesis más favorables al presidente ultraderechista.
Tras los últimos apoyos. Recostarse solo en el conservador arco oficialista de las tres “B” -Biblia, Bala y Buey, con las que se identifica a los evangélicos, las fuerzas armadas y de seguridad y el sector de agronegocios- no le alcanzaría al actual jefe de Estado para revertir la diferencia de poco más de seis millones de votos que Lula le sacó en el primer turno. Más aún cuando es casi una certeza de que el grueso de los sufragios de quienes terminaron entonces tercera, Simone Tebet, y cuarto, Ciro Gomes, migrarán mayoritariamente a favor del carismático líder del PT, que el pasado jueves cumplió 77 años. Además, oficialismo y oposición luchan por evitar que la abstención de hoy supere al casi 21 por ciento que mostró la primera vuelta. El oficialismo porque intentará sumar de entre esos 32 millones de brasileños que no votaron el 2 de octubre los apoyos que necesita para revertir la historia. La oposición porque buscará pescar en ese mismo río de indecisos o escépticos y porque históricamente en Brasil la segunda vuelta tiene menos votantes y, sobre todo, menos de los sectores humildes (a quienes cuesta desplazarse), tradicionales votantes del ex tornero mecánico y líder sindical.
Pese a todo, y quizá por la experiencia de los “errores de cálculo” de cuatro semanas atrás, casi nadie se anima a pronosticar con certeza cuál será el resultado que conoceremos esta noche.
“Hay una polarización social grandísima. Bolsonaro ha utilizado la máquina del Estado en el límite de lo que es legal y aumentó un montón el gasto público en estos últimos meses. También hay un tema importante que es el rol de las iglesias en este momento, sobre todo las iglesias evangélicas, que cumplen un papel fundamental de colocar la agenda de las costumbres como una agenda mucho más importante que cualquier agenda social”, dijo Hitner, consultada por este medio sobre las razones de este “final cerrado”, pese al trágico desmanejo de la pandemia, la denostación de sus rivales, los atropellos institucionales y el comportamiento autoritario que Bolsonaro no disimuló en estos cuatro años.
Cuestiones de “fe”. “Cuando se encara la discusión sobre el sueldo mínimo, la necesidad de viviendas, el aumento de las cosas, la disminución de la posibilidad del Estado de hacer política, eso no tiene tanto impacto en términos de votos. Hay un tema de costumbres en la agenda colocado por las iglesias, que está muy fuerte y se presenta aún más novedoso en el sentido de que es un campo de batalla desconocido por la izquierda. Es desconocido por los campos más progresistas de la sociedad y tiene una injerencia en el voto de los fieles que es muy grande. Esa es la principal razón por la que llegamos a esta polarización y en parte explica esta falta de certezas”, sostuvo la politóloga brasileña.
A esas razones apuntadas más arriba habría que agregar el papel de sectores que siempre fueron refractarios al PT y sus políticas, incluso en los años en que sacaron de la pobreza a millones de brasileños. Sectores mayoritariamente de clase media alta y alta y habitantes de estados del sudeste de Brasil a quienes Lula trató de conquistar sumando a Alckmin ex gobernador paulista y referente del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) que fundara con Fernando Henrique Cardoso.
Frente democrático. Cardoso, o FHC, como muchos otros líderes de diferentes fuerzas que en su momento se enfrentaron con Lula llamaron esta a vez a votar por él como único reaseguro de una democracia que ven amenazada si Bolsonaro sigue en el poder.
“Está claro que la sociedad brasileña no quería un gobierno solo conformado por la izquierda”, sostuvo Hitner, quien ocho meses atrás avaló el binomio Lula-Alckmin, cuando para muchos era intentar unir el agua y el aceite. Los resultados del primer turno no fueron todo lo esperado en cosecha de adhesiones en el principal estado de Brasil. Habrá que ver lo que arroja este domingo singular.
En política exterior, y en especial con sus vecinos, no habría que esperar grandes cambios de Brasil ante un eventual segundo mandato de Bolsonaro. Sí aparecerían señales diferentes, acordes con las ya vistas a comienzos de este siglo 21, si regresa al poder el líder pernambucano.
“Son tres cuestiones importantes que presenta el canciller de Lula, Celso Amorim. El fortalecimiento del Mercosur y -sobre todo- el reacercamiento a Argentina, que es uno de los temas fundamentales; la reconstrucción de la Unasur, y la recuperación de la Celac. Esos son los foros regionales que van a garantizar el proceso de desarrollo y el impulso de Brasil -junto a la región- en el sistema internacional”, explicó la experta en integración y desarrollo. Habrá que ver cuál es hoy el veredicto de las urnas.
Sábado a la tarde en la antesala de un día histórico. La penúltima pincelada del clima que vive el país más poblado, extenso e influyente de Latinoamérica se la brinda a este cronista Fernando, un gaúcho cincuentón afincado en Brasilia desde hace años por razones laborales. “Decidimos ir con Renata a mitigar el calor tomando una cervecita en un bar cercano a la Explanada de los Ministerios. Nos levantamos antes de hacer el pedido, cuando escuchamos a tres personas de la mesa de al lado, jóvenes de visible buen pasar económico, decir que si Lula ganaba prohibiría WhatsApp… Nos miramos con mi pareja y coincidimos en que fue una campaña muy larga, tensionante y traicionera como para soportar fake news hasta el último día…”
Brasil define hoy su destino político inmediato pero también una forma de acometer un futuro global cargado de urgencias. De la decisión a la que están llamados a tomar más de 156 millones de votantes estaremos pendientes nosotros, sus vecinos, pero también la región y el mundo entero.