CORONAVIRUS
Coronavirus

Trabajar en el telemundo

En estos tiempos de pandemia se ha desarrollado un individualismo masivo que nos lleva a la soledad.

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Sólo en la Ciudad de Buenos Aires, casi cuatro de cada diez hogares son unipersonales. | Cedoc

A partir de la bomba biológica del Coronavirus, que al mundo le estalló en las manos, 250 millones de personas pasaron a desarrollar su vida laboral en forma virtual. Si sostenemos aún que el trabajo hace al hombre, la humanidad se encuentra desplegando su actividad diaria principal de forma remota, y  accede así, repentinamente,  a una comunidad diferente. La tecnología ha pasado a ser el reorganizador del mundo laboral.
Todos los estudios psicológicos  laborales coinciden en que  los mayores logros en los trabajos se deben al buen ambiente y al trabajo en equipo.

Los estudios psicológicos  laborales coinciden en que  los mayores logros en los trabajos se deben al buen ambiente y al trabajo en equipo

¿Se tratará esto de un crepúsculo que dará lugar a una nueva aurora? Nada es más saludable que salir adelante. Pero para ello hace falta un proceso de duelo. ¿Podemos consustanciarnos con el mundo social y personal que estamos dejando atrás? Nuestros pensamientos no se ven. La profundidad de nuestro dolor aún no puede reflejarse en una pantalla.

Nuestra pulsión nos lleva a sobrevivir, pero no debemos ignorar que el mundo está en descomposición, en donde todo se desarma por la aceleración de los cambios, por la deconstrucción de las instancias y las instituciones, y el tejido social que  nunca fue armónico,  ahora nos muestra sus bordes difusos. Es el derrumbe de un mundo conocido. Se pierden las referencias fuertemente, se desarma el espacio psico físico y pasamos de ser trabajadores  libres para el consumo  a trabajar en el gran encierro. Esta colonización de la tecnología del cuerpo del que trabaja, hace del empleado una presencia espectral, una presencia que tal vez, si no vuelve, nadie lo note. ¿Qué es la tele presencia en relación a la presencia? La tecnología nos permitió dar este paso de manera veloz, pero ¿nuestros pensamientos y emociones nos acompañan? La velocidad es agotadora, el hombre pierde su capacidad de reflexionar y es puro reflejo.

¿No estaremos sufriendo claustrofobia en la inmensidad de la tierra en la cual nos creíamos libres? La velocidad de un cambio no nos indica que ha podido ser reflexionado. Nos encontramos frente al umbral de un acontecimiento o es un acomodarnos con la pretensión de seguir igual? ¿Cuál va ser mi lugar y el de los otros?

Atentar contra las identidades colectivas no es liberador, es un empuje a la soledad

En el momento en que los cuerpos corren peligro, se dice S.O.S (salvemos nuestras almas). Y es sobre todo un llamado al otro. El otro aparece claramente cuando algo de lo propio peligra.

¿Nuestras casas pasan a ser el único refugio? ¿Y los demás? Hay algo en mí que es más que yo mismo.
Es cierto que estamos ahora inmersos en un mundo de preguntas y no de certezas. El hombre va dejando de ser trabajador, padre, amante... entonces, nos queda ser individuos lanzados a la tecnología? Nos queda contraer nuestro mundo a  la web chata, sin aroma y profundidad?

El mundo de preguntas nos puede conducir a algo creador a algo diferente del pesimismo. Hoy podemos apostar más que nunca a la posibilidad de transmitir una experiencia a  otros. Hay aún un fuerte lazo entre la gente, eso se produce y no se puede controlar. Si bien es muy difícil pronunciarse sobre la evolución general de las cosas, también es muy extraño que como personas dejemos de buscar refugio en el amor, en la posibilidad de lo que se gesta cuando nos encontramos con otros.

La propuesta del individualismo es una quimera que nos lleva a lo peor de la especie.

La propuesta del individualismo es una quimera que nos lleva a lo peor de la especie


Corremos el riesgo de un individualismo masivo. El riesgo de disolución de las estructuras sociales, conocidas hasta hoy, puede llevarnos  a pensar que el hombre solo, es posible.

El mundo tal cual lo veníamos viviendo  ha cambiado. Pero lo que no cambia es que hay otros, que  hay generaciones detrás nuestro. Si lo deseamos y trabajamos para ello, tal vez logremos que nuestras comunidades y proyectos alcancen ser nuestro amparo. Atentar contra las identidades colectivas no es liberador, es un empuje a la soledad, es cortar raíces y vínculos y así nos presentamos solos, en una situación de debilidad frente a la mutación del mundo.

Freud  nos enseñó que escuchar quiénes somos, solo  es posible con otro.  
No les dijo a sus pacientes, digan lo que piensan racionalmente, sino les dijo, digan los que se les venga al espíritu, que es algo muy diferente. Así inauguró  que lo fundamental de nosotros es totalmente misterioso, incomprensible,  nos enseñó a dejarnos tocar por el misterio y amarlo para que sea posible; para que podamos escuchar quién habla en nuestro interior. Ese acto tan íntimo, solo es posible si hay alguien que esté dispuesto a escuchar.

*Coordinadora de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino