CORONAVIRUS
Nuevos desafíos

Las fragilidades que la pandemia puso al desnudo

Para hacer frente a esta crisis es necesario hacer una agenda argentina que la integren los diferentes actores políticos y sociales y se que trabaje en forma conjunta.

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coronavirus 20200825 | AAFP

Contar con una(s) vacuna(s) contra el coronavirus en un plazo no muy lejano es la noticia más importante y esperada de los últimos meses. La vida de millones de personas y  una “normalización” de las rutinas sociales, dependen de su concreción. Habrá cambios en la forma de relacionarnos, de aprender, de producir. Una reducción de notorias desigualdades será una condición necesaria para que la nueva normalidad sea sustentable.

América Latina, foco hoy de la pandemia, nos muestra otra de sus vulnerabilidades. A la par de ser la región más desigual somos la más “urbanizada”, claro que en forma informal y como reflejo de la pobreza y de la falta de oportunidades en gran parte de su extenso territorio. Diseñar otro entramado poblacional es un desafío para los gobiernos, empresas, bancos de fomento y la propia población.

Estos desequilibrios se convierten en fragilidades sociales como la pandemia pone al desnudo. En este contexto, sin embargo, nuestro país ha desarrollado tanto un complejo científico tecnológico de valía -por encima de nuestros logros en otras áreas- como una industria farmacéutica capaz de invertir y producir con elevados estándares. Seguramente algunas de sus prácticas comerciales y de relacionamiento con el sector público puedan ser cuestionadas. Estas características no suelen diferir en los países más avanzados ni en otro tipo de negocios, lo que no significa su aprobación. Por otra parte el precio de los medicamentos es mucho más alto en los países con poca producción local.

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América Latina, foco hoy de la pandemia, nos muestra otra de sus vulnerabilidades

Sin estos dos componentes, excelencia científica e industria, La Argentina no podría estar asociada a proyectos que lucen como los más sólidos y promisorios. Esta es la segunda noticia a destacar tras la calamidad de la pandemia. No sólo por motivos de reconocimiento a alguna virtud propia, sino porque traerá beneficios indudables: más producción de vacuna, mejor y más democrático acceso para la castigada población de la región.

Esta realidad parece disociada de nuestro fracaso ostensible en construir una sociedad desarrollada y equilibrada: con sus más y sus menos, la que se vivió hasta mediados de la década del setenta. De la misma quedan islotes que han conseguido mantenerse a flote y en algunos pocos casos expandirse o crearse.

Así como el Covid-19 promovió en casos diversos una búsqueda compartida entre instituciones de índole diferente (empresas, universidades, gobiernos, fundaciones) y de países distintos sería deseable un intento similar  para alcanzar soluciones a nuestros problemas.

Lo dicho no implica uniformidad  ni hegemonía de una ideología sobre otras, sino la posibilidad de pensar y actuar juntos. Lo sabemos, por motivos económicos y culturales somos un país muy dividido-como lo son hoy muchos-pero en nuestro caso y desde hace mucho tiempo ninguna de las partes logró evitar un declive casi incomparable.

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Vivimos una “democracia polarizada” como las llama Pierre Rosanvallon .Las diferencias políticas aparecen como espejo aumentado de las divisiones reales de la sociedad. No creo que la solución a un problema de tal naturaleza surja de una multiplicación de fragmentos.

Este año está jugado: la caída del PBI será superior al 10%, la pobreza aumentará, trabajadores perderán sus empleos y empresas cerrarán. El año escolar está casi perdido. El gobierno hace todo lo posible por mitigar estas calamidades  producto de  la pandemia.

Los sectores con responsabilidad política y social debieran ser capaces de elaborar algo así como una agenda argentina para hoy, el siglo XXI. No es posible que sólo estemos preocupados en demostrar que el otro es peor.

Temas tales como el de la productividad -en su acepción más amplia- y competitividad de nuestra economía. Los desequilibrios casi permanentes del sector externo y fiscal, el irresuelto problema inflacionario que motiva que el ahorro nacional se convierta en dólares ociosos alejados de la producción. Todos enfocados a la necesidad de crecer y bajar la pobreza pueden ser ítems económicos de esa agenda para abordar sin esquematismos ni dogmatismos. La política exterior, de por sí área relevante, debe estar alineada con estos objetivos

Lo mismo puede hacerse con la educación. Temas tales como compatibilizar inclusión con calidad, la repitencia y abandono en la escuela media, la situación del docente en todos sus aspectos, el trípode irresuelto entre creación, innovación y salida laboral, la relación entre autonomía y un necesario planeamiento en la universidad, merecen ser abordados sin prejuicios y escapar de la lógica binaria.

Esta es una forma concreta en que la política, la academia y diferentes sectores sociales trabajen para una Argentina que supere sus carencias.

*Ex embajador.