En 1981 se detectaron en los Estados Unidos 270 casos de pacientes portadores de un virus hasta entonces desconocido: el VIH, causante del sida. Desde entonces, más de 75 millones de personas contrajeron la enfermedad, y aproximadamente 32 millones fallecieron desde el comienzo de la epidemia. En 2009 un brote de gripe A N1H1 causó la primera pandemia de gripe en cuatro décadas. Entre abril y noviembre de ese año, momento en que la Organización Mundial de la Salud deja de contar los fallecimientos, el virus infectó aproximadamente a 600 mil personas, de las cuales fallecieron algo más de 18 mil. En junio de 2009, y dado que la enfermedad se estaba propagando aceleradamente, la OMS declaró una pandemia.
Las enfermedades infecciosas globales no resultaban, por tanto, completamente desconocidas para buena parte de la población mundial cuando, en diciembre pasado, se reportaron en China casos de personas enfermas con un tipo de neumonía desconocida. Sin embargo, varios fenómenos se combinaron para producir una situación casi sin antecedentes en la historia de la humanidad: la velocidad de la propagación alrededor del globo –desde entonces hasta el 21 de julio la Universidad Johns Hopkins confirmaba la existencia de más de 15 millones de contagiados y más de 600 mil fallecidos, distribuidos literalmente por todo el mundo–; la ausencia de una respuesta farmacológica adecuada y la consiguiente reacción de los gobiernos de proponer u ordenar a las poblaciones que se encerraran en sus casas y evitaran los contactos con cualquier persona con la que no convivieran; el hecho de que, a fines de marzo, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, mil seiscientos millones de niños y jóvenes en 161 países, es decir, casi el 80% de los alumnos escolarizados del mundo, estuvieran “privados de escuela”…
¿Transformará la pandemia las formas en las que nombramos las cosas?
Aun si las epidemias no son ajenas a las generaciones actuales, la humanidad está enfrentándose con experiencias inéditas o de las que no queda memoria viva: el encierro masivo, el aislamiento, el conteo diario de contagiados y fallecidos local y globalmente, la aparente inevitabilidad de un colapso económico como resultado de la suspensión de las actividades a nivel global, la cancelación de prácticamente todos los intercambios de personas entre naciones y dentro de los países y la presunción, más o menos justificada, pero extendida, de estar en las vísperas de un cambio de época cuyos rasgos no es posible anticipar dada la magnitud de las disrupciones que afectan todas las esferas de la actividad humana, públicas y privadas.
El carácter excepcional de la situación nos llevó a preguntarnos por los múltiples significados de los términos con los que tratamos de dar sentido a estas experiencias novedosas y extrañas. Pensamos que palabras como aislamiento, solidaridad, confinamiento, responsabilidad, comunidad, soledad, egoísmo, esperanza, o paciencia, entre otras, merecían ser revisitadas para interrogar sus significados en el contexto actual. ¿Transformará la pandemia las formas en las que nombramos las cosas, los sentidos que asignamos a esas palabras, el campo de significados al que refieren? ¿De qué manera estamos usando viejas palabras para explicar nuevas experiencias? En tanto nos costaba dar con respuestas a esas preguntas, elegimos consultar a quienes podrían hacerlo.
El Léxico de la Pandemia, que aquí presentamos, un proyecto realizado gracias al apoyo de la Fundación Medifé y el diario PERFIL, se propone explorar algunos de esos nuevos significados. Consiste en una serie de conversaciones sostenidas –no podría ser de otra manera– por medios digitales con intelectuales y académicos de diversos campos del conocimiento, de diferentes tradiciones y territorios, para contribuir a la construcción del vocabulario de este tiempo. En cada conversación el invitado indaga en los nuevos sentidos de un concepto particular, con un lenguaje no especializado, pero con un razonamiento exigente. La intención no es interrogarse por las formas del nuevo orden mundial que podría o no emerger de la crisis presente. Tampoco consiste en evaluar las respuestas de instituciones públicas ante el desafío ni en calibrar las consecuencias económicas de la pandemia. Su objetivo es, más bien, comprender mejor los términos que usamos para poner en palabras nuevas experiencias compartidas.
* Analista político y cultural ** Doctor en Historia.
Nuevo ciclo en perfil.com
El ciclo Léxico de la Pandemia estará disponible a partir del martes en perfil.com. La serie de conversaciones entre Alejandro Katz y Nicolás Kwiatkowski con prestigiosos invitados se presentará dos veces por semana, los martes y jueves.
La primera charla será con Daniel Innerarity, filósofo y ensayista español, quien analiza los nuevos sentidos del término Confinamiento, una palabra que remitía principalmente a las condiciones excepcionales del encierro como forma de castigo, y que se convirtió en la situación de cientos de millones de personas.
José Emilio Burucúa, historiador e investigador del Conicet, piensa el sentido de la Esperanza.
Joan Subiratas, catedrático de ciencia política y miembro del gobierno municipal de Barcelona, se pregunta cómo debe ser pensada la Ciudad a partir de la crisis pandémica.
La doctora en ciencias sociales Claudia Hilb interroga, desde una perspectiva arendtiana, la idea de Soledad. La Globalización es analizada por Federico Merke, profesor de la Universidad de San Andrés. Y Hugo Vezzetti, investigador del Conicet, interroga el concepto del Miedo.