CULTURA
derecha y cultura

Donald Trump quiere el control de los museos y también de la historia

La Casa Blanca publicó una carta donde se instaura el control curatorial que abarca desde las exhibiciones públicas del Smithsonian, el contenido online, los procesos de selección internos, la planificación de las exhibiciones, el uso de las colecciones y las subvenciones a los artistas. ¿El objetivo?: “Eliminar las narrativas partidistas y restaurar la confianza en nuestras instituciones culturales”. Las reacciones no se hicieron esperar: ya comenzaron las renuncias.

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Smithsonian. Arriba: el museo ubicado en Washington. Abajo, el presidente de los EE.UU. Donald Trump. | cedoc

Ni en sueños (o pesadillas) habría imaginado James Smithson (1765-1829) –científico inglés– que la donación de su fortuna al gobierno de Estados Unidos, casi 180 años después, tendría la forma de un pulpo del conocimiento histórico, científico e, incluso, político. El Smithsonian Institution hoy abarca a 19 museos, un zoológico, centros de investigación y distintas instituciones asociadas. Un núcleo del saber que recibe más de treinta millones de visitantes al año.

Si en su historia, como tal financió expediciones naturalistas con fines de expansión territorial, económica, e incluso de espionaje, supera el espacio de esta página. Institución administrada por una fuerte presencia de legisladores, recibe fondos tanto del Tesoro norteamericano como de privados. Este reservorio de una tradición ecléctica hoy es víctima del uso político.

En marzo de este año una carta de la Casa Blanca titulada “Restaurar la verdad y la cordura en la historia estadounidense”, expresaba que Donald Trump “pretende garantizar que el Smithsonian sea una institución que despierte la imaginación de los niños, celebre la historia y el ingenio estadounidenses, sirva como símbolo de la grandeza estadounidense para el mundo y enorgullezca a Estados Unidos”.

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El efecto de tales conceptos tuvo como respuesta que la junta de regentes del Smithsonian acordara realizar una revisión exhaustiva de todo el contenido de sus instituciones para eliminar la influencia y el sesgo político. Esta política de adecuación (al fin, el mayor aporte para su existencia lo realiza el Estado norteamericano) produjo la renuncia de Kim Sajet, directora de la Galería Nacional de Retratos, quien, según Trump, participó en iniciativas de diversidad a las que se oponía.

De hecho, la nube censora en ciernes hizo que la pintora figurativa Amy Sherald cancelara una retrospectiva sobre su obra en el Smithsonian, incluyendo un retrato de Michelle Obama, preocupada porque el instituto cuestionaría su cuadro titulado Trans Forming Liberty, retrato de una mujer transgénero con cabello rosa y un vestido azul sosteniendo una antorcha como la Estatua de la Libertad.

Pero la autocensura no se detuvo. A principios de este mes, el museo retiró y posteriormente modificó una exposición sobre los juicios políticos a presidentes estadounidenses que mencionaba los dos juicios políticos a Trump durante su primer mandato. Funcionarios del museo declararon que “ninguna administración ni ningún otro funcionario gubernamental les pidió que retiraran contenido de la exposición”.

El martes pasado, la Casa Blanca publicó una nueva carta al respecto, dirigida a Lonnie Bunch –secretario del Smithsonian– donde se instaura un control curatorial que abarca desde el texto de las exhibiciones públicas, el contenido en línea, los procesos de selección internos, la planificación de las exhibiciones, el uso de las colecciones y las subvenciones a los artistas. El objetivo es “eliminar las narrativas divisivas o partidistas y restaurar la confianza en nuestras instituciones culturales compartidas”.

Lindsey Halligan –una de las tres firmantes de esta carta– fue designada para supervisar el Smithsonian bajo la tutela de James D. Vance, exmarine de 41 años, veterano de la guerra de Irak y vicepresidente de Trump, miembro del consejo directivo de la institución. Halligan emitió un comunicado donde ilumina sobre la revisión que comanda, afirma que es para “preservar la confianza en una de nuestras instituciones más preciadas”, también que “los museos y exhibiciones del Smithsonian deben ser precisos, patrióticos y esclarecedores, asegurándose de que sigan siendo lugares de aprendizaje, asombro y orgullo nacional para las generaciones futuras”.

La revisión se centrará inicialmente en los siguientes espacios del Smithsonian: Museo Nacional de Historia Americana, Museo Nacional de Historia Natural, Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, Museo Nacional del Indio Americano, Museo Nacional del Aire y del Espacio, Museo Smithsonian de Arte Americano, Galería Nacional de Retratos y el Museo y Jardín de Esculturas Hirshhorn.

El fin inmediato de todo esto es la revisión de las exhibiciones previstas para el 250º aniversario de Estados Unidos, festejos que la Casa Blanca imagina fastuosos en 2026. Pero también es leído por el campo cultural como una forma de ejercer la supervisión sobre un amplio espectro de instituciones culturales y académicas.

Este avance de un renovado nacionalismo, que puede ubicar a la reunión de ayer entre Putin y Trump en Alaska como un revival de la que tuvieron Roosevelt y Stalin en Yalta (1945), espanta a los historiadores académicos. Por ejemplo, Tiya Miles, profesora de historia en la Universidad de Harvard, expresó a The Wall Street Journal: “Los museos del Smithsonian nunca han reflejado la perspectiva de una sola persona, ni siquiera la de una sola administración, han reflejado la investigación, el análisis, el debate y los hallazgos de diversas personas, académicos e investigadores”.

The Huffington Post obtuvo la opinión de Karrie Koesel, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Notre Dame, quien expresó: “Censurar las artes es una estrategia propia del autoritarismo, y resulta especialmente escalofriante cuando los museos se sienten presionados a autocensurarse”. El mismo medio entrevistó a voluntarios de los museos afectados, quienes reconocen el miedo a la supervisión y que eso los lleva a la autocensura, también temen una brutal transformación del pasado.

Tal vez Estados Unidos ganó la Guerra de Vietnam y el año que viene una muestra en el Smithsonian revele semejante secreto histórico…