“Si un pájaro hace sonar su canto, podemos estar casi seguros de que no hay peligro evidente acechando por ahí. Es un indicio claro de que los pájaros están relajados, en un estado de base, una condición de tranquilidad”, escribe David Abram en su libro Devenir animal. Una cosmología terrestre. El filósofo y ecologista cultural mira de cerca la continuidad entre el resto de las especies y la humanidad en estos ensayos que publicó en 2021. A su vez, pone el oído (y todos los sentidos) para escuchar el lenguaje de esa extrañeza de lo natural. Abram vive con sus dos hijos al pie de las montañas Rocallosas, en el sur de Estados Unidos, y ese lugar es el escenario para la exploración que hace de su hábitat; allí hace contacto con el viento, la vegetación y, por fin, con el canto de los pájaros.
Con un poco de imaginación (auditiva) podemos escuchar el trino de los pájaros que pinta Hernán Salamanco. Cuelgan de las paredes de la sala de la galería, inmensos, radiantes. Un benteveo, un churrinche, el surucuá, un federal. Una monjita está estratégicamente en la ventana. Un vuelo sostenido de alas desplegadas. Conecta el exterior con la intimidad de la muestra que se llama Biopcs y reúne un conjunto de obras de este artista.
Cuando creíamos que estábamos acostumbrados al brillo de los cuadros de Salamanco, nos vuelve a deslumbrar. Una primera aproximación será la explicación técnica: que es la del uso de carteles de venta de inmuebles como lienzos de chapa que dejan ver, a modo de hallazgos o capas geológicas, las imperfecciones de sus vidas pasadas en agujeros, oxidaciones, incluso letras que se traslucen, según pegue la luz y el esmalte sintético de los años 70 que compra en una pinturería en la ciudad de Balcarce.
Ese stock limitado del producto cuya calidad prefiere propone una línea de investigación sobre las materialidades que, en este caso específico, ata el gesto pop de la recuperación de los carteles a la producción industrial, en una suerte de vanitas, no solo como género pictórico, ese que resalta la vacuidad de la vida en el tema de las naturalezas muertas, sino en la finitud literal de los componentes y elementos.
En esta oportunidad, además se convierte en la luz de los pájaros: todos los seres alados gritan y parlotean para decirnos, una vez más, que están en el planeta desde mucho antes que nosotros. Nos desafían con su existencia inmemorial. Nos interrogan sobre nuestro presente y las condiciones de vida, las formas de vida, las experiencias y vínculos entre las especies.
La historia del arte y la historia natural son practicadas de manera muy diferente en la actualidad, aunque en algún tiempo anduvieron juntas. Carl Nilsson Linnæus, conocido como Carlos Linneo (1707-1778), revolucionó el campo de las ciencias, las taxonomías, ya que creó un sistema propio. Fue reconocido como Príncipe de Botánicos, el Plinio del Norte y el Segundo Adán, aunque, sobre todo, un poeta que se convirtió en naturalista. También un excelente artista que refrendó el sentido de una clasificación a la manera de una ars poética.
Todas las cosas vivientes tienen forma. Ellas tienen geometría. Pero su geometría es animada. Es orgánica. Se curva. Respira, como la sofisticada geometría de los pájaros que pinta Salamanco.
“Medir cuidadosamente es importante en la taxonomía de la forma de las letras, así como es contar dientes y dedos, medir oídos y colas en la taxonomía de los mamíferos, así mismo contar estambres, pétalos, es fundamental en la taxonomía de las plantas”, escribe el poeta Robert Bringhurst. Asimismo, nos indica que los pájaros forman parte de Una ecuación cuadrática, un poema que escribió y dice así: “La voz: el diente de la respiración/ El pensamiento: el hueso del cerebro/ El canto de los pájaros: una extensión del pico/ El lenguaje: las astas de la mente.
Biopics
De Hernán Salamanco. Curadora Lara Marmor.
En Smart Gallery BA
Av. Alvear 1580 - PB
De lunes a viernes de 14 a 19.
