CULTURA
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Experiencia tangible

Kabinett, la plataforma creada por Eduardo Costantini hijo, un espacio que no solo exhibe material de distintos géneros artísticos –performance, videoarte, instalaciones, cine–, sino que además produce piezas artísticas, las desarrolla y exhibe obras de músicos, videoartistas y cineastas.

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kabinett. En estos últimos meses han participado artistas internacionales como Patti Smith, Mikhail Baryshnikov y Sophie Auster. | cedoc perfil

En 1957, el estadounidense Philip K. Dick publicó una novela llamada Eye in the Sky, donde un grupo de personas visita un desviador de radiaciones protónicas de Bevatrón y sufre un accidente. De pronto la máquina tiene un desperfecto, libera una suerte de rayo que disuelve la plataforma por la que caminaban y se estrellan contra el suelo. El impacto no los mata, y la radiación tampoco los convierte en superhéroes de Marvel, pero cuando despiertan la realidad se les va revelando cada vez más enrarecida, y más tarde –ojo: spoiler– descubren que el mundo al que se incorporaron es una proyección de la conciencia de uno de ellos.

En ese sentido, la novela se puede leer en clave profética, como el resto de la obra de Dick. De hecho, hoy tenemos suficientes indicios para creer que en algún momento de la década de 2000 el Gran Colisionador de Hadrones tuvo un desperfecto y sin darnos cuenta, porque se sabe que estas cosas suceden en una billonesima de segundo, pasamos a vivir en la conciencia de uno de nosotros, probablemente de Mark Zuckerberg o Larry Page.

Por supuesto, todavía no hay una prueba que lo confirme, pero tampoco hay aún pruebas que lo impugnen. La res extensa (y si no que lo diga René Descartes) es impermeable a cualquier especulación racionalista o pesquisa empirista.

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En todo caso, lo que sí sabemos es lo siguiente: por un lado, que la realidad cuántica de la materia se parece sospechosamente a un píxel –la unidad básica de una imagen digitalizada en pantalla a base de puntos de color o en escala de grises–; y por otro, que cada vez se pueden hacer menos actividades sin compartirlas en alguna red social o sin tener la aplicación correspondiente que facilite su ejecución.

Hoy ya tenemos aplicaciones para ver cómo nos quedará el peinado que nos queremos hacer antes de pasar por la peluquería, para saber dónde hay que viajar según el estado de ánimo, para aprender a besar, para llevar un seguimiento de todos los lugares –y esto es cierto, lo tenemos chequeado– en los que uno defecó, o hasta para recordar cómo era que se hacía el nudo de la corbata –exactamente 85 maneras, a juzgar por los físicos Thomas Fink y Yong Mao. Digamos que donde hay una necesidad, nace una aplicación; o tal vez (depende de la perspectiva, o a lo mejor del lugar que se asuma en la dialéctica del amo y el esclavo) donde hay una aplicación, nace una necesidad.

De cualquier modo, lo que llama la atención es que entre esa constelación de aplicaciones no había una sola que se dedicase a producir contenidos artísticos de calidad, y lo enunciamos en pasado porque hace un tiempo Eduardo Costantini, hijo del presidente del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), vio el nicho y no dudó en empezar a explotarlo.

Kabinett –www.wearekabinett.com/–, la plataforma que creó, y que tal vez no casualmente comparte varios grafemas con Ubik, otro libro de Philip Dick, es un espacio que no solo exhibe material de distintos géneros artísticos –performance, videoarte, instalaciones, cine–, sino que además lo produce.

En estos últimos meses han participado artistas internacionales como Patti Smith, Mikhail Baryshnikov, Sophie Auster, locales como Daniel Melero, Diego Tuñón y otros cuyo objetivo es cuestionar, entre otras cosas, lo mismo que cuestionaba ese gran escritor norteamericano que mencionamos: la naturaleza de la realidad.

En este sentido, quizá lo más interesante es lo que hizo Soundwalk Collective, un grupo de música experimental que tomó material audiovisual inédito de los sets de Jean-Luc Godard y creó una composición que, apelando a varios recursos del cineasta francés, y a través de sucesivos planos detalle de distintas máquinas, sugiere entre otras cosas la idea de un mundo que ya puede prescindir de la presencia del Homo sapiens.

Pero Kabinett, que por cierto no prescinde del Homo sapiens aunque contempla la mirada del Homo videns, además tiene otra veta. La plataforma también puede utilizarse como red social. Por supuesto, no está permitido compartir los platos de ravioles a la bolognesa, la selfie boba en el baño o la foto del caniche que uno sube habitualmente a Facebook. Aunque si debajo hay un epígrafe que explica que esos humeantes ravioles de calabaza representan el das man heideggeriano sustrayéndose de su autenticidad –o mejor digámoslo en lengua germánica: de su eigentlichkeit–, está todo bien: entonces es arte.

Naturalmente, se sabe que esta plataforma no será colonizada por youtubers ni tampoco por instagrammers, a quienes de hecho se excluye de manera explícita en el manifiesto que se puede leer en la página de presentación, aunque puede que lo habiten otros seres aun más monstruosos de nuestro bestiario: aquellos que entienden, y en parte con razón, que para “llegar” hay que estar “entongado” con algunos señores respetables, de manera que se dedican a likear compulsivamente lo que sea que suba el galerista correcto, ese que hay que adular, porque en una de esas en algún momento se ligan una invitación a un cóctel y pueden continuar la rosca ya in praesentia.

Pero claro que esto no tendría por qué empañar esta iniciativa que, al menos por ahora, promete mucho. Si en su momento la pelota no se manchó, no se comprende por qué debería mancharse el arte.

“Kabinett es la primera plataforma digital dedicada a producir y exhibir trabajos de músicos, artistas y cineastas emergentes y reconocidos mundialmente. Estamos muy contentos de volver luego de diez años al Festival de Tribeca para exhibir Crime Cutz, nuestra primera producción filmada en Nueva York un año atrás”. Eso dijo Eduardo Costantini en abril de este año, cuando el éxito de su plataforma era esperable pero no tangible como ahora.