El el discurso que pronunció ante la Cepal, el presidente Alberto Fernández habló de la educación pública, y volvió a atribuir la implementación del guardapolvo blanco a Domingo Faustino Sarmiento. Pero si bien el gran educador sanjuanino hubiera estado de acuerdo con la intencion de igualar a los educandos a través de un sencillo guardapolvo blanco, no fue idea suya.
En defensa del presidente, hay que decir que no es el primero que lo confunde. Pero no fue Sarmiento quien promovió si uso sino Matilde Filgueiras de Díaz, una maestra de la escuela porteña Cornelia Pizarro, sita en la calle Peña 2670 entre Laprida y Agüero, del barrio de Recoleta. Fue en el invierno de 1915, cuando la docente convocó a una reunión entre colegas y padres de los alumnos para proponerles que los chicos usaran un delantal en las horas de clase, para que, al menos en el ámbito escolar, se evitaran las diferencias entre las vestimentas de los alumnos de origen humilde y los de mejor situación económica, y evitar los problemas de limpieza. La idea fue aceptada por los presentes y se dice que eligieron el color blanco.
Guardapolvos blancos | El error que cometió Alberto Fernández al evocar a Sarmiento
En aquel año, el Consejo Nacional de Educación registraba la existencia de 357 escuelas, atendidas por 884 trabajadores a las que concurrían 29.691 alumnos.
Entusiasmada por concretar su idea, la señorita Matilde pagó de su bolsillo la tela, que según algunos era gris, y otros dicen que era blanca, en una tienda de la calle Florida. Se la regaló a las mamás del colegio con las instrucciones para confeccionar los delantales que se usarían en clase.
Adelantada a su época, quizá con la inocencia de su buena intención, Filgueiras no tuvo en cuenta que su iniciativa podía generar polémicas y el Consejo de Educación recibió denuncias anónimas, de parte de quienes pensaron que con el guardapolvo se estaría imponiendo el uso de un uniforme en las escuelas públicas, algo que estaba prohibido por la ley 1420, que disponía la educación laica, gratuita y obligatoria, promulgada el 8 de julio de 1884, durante la primera presidencia de Julio Argentino Roca. Otros señalaron que el guardapolvo blanco sería un gasto más que las familias pobres no podrían afrontar.
Pero la docente ganó la batalla. El Consejo envió un inspector que no solo no desautorizó la medida, sino que recomendó su adopción en todos los establecimientos educativos.
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Tres años después, durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, el Consejo de Educación envió una circular a todas las directoras de escuelas recomendando el uso del guardapolvo que imaginó Filgueiras pensando en los médicos y sus auxiliares, como sinónimo de higiene. Se recomendaba también que las cooperadoras escolares ayudaran a las familias a pagarlos. Si bien no se mencionaba el color en la información oficial, el blanco se generalizó, y hasta se adoptó en países limítrofes. Finalmente, en 1942 se convirtó en obligatorio para todos los establecimientos educativos de la Argentina.
Antecedentes del guardapolvo blanco. Pedro Avelino Torres propuso la idea de un uniforme a principios del siglo XX, el educador Pablo Pizzurno, en un escrito de aquellos años, se quejó de los vestidos lujosos de algunas alumnas. También una maestra, que trabajaba en Avellaneda, Julia Caballero Ortega, propuso en 1905 que sus alumnas vistan un delantal blanco. Un año después, el maestro de sexto grado Antonio Banchero, quien ejercía la docencia en la Escuela Presidente Roca, en la zona de Tribunales, sugirió que alumnos y docentes usaran un delantal blanco. Oficialmente, en la circular N° 67 del Consejo Nacional de Educación, del 16 de abril de 1913, acerca de la vestimenta de los alumnos, solo se exigía el uso de trajes sencillos, sin mencionar ningún tipo de guardapolvo o uniforme.
Pero no lograron avances sino hasta que Filgueiras en aquel invierno de 1915 tomó la iniciativa. Lamentablemente, de Matilde Filgueiras de Díaz no se conservan fotos ni precisiones acerca de su fecha de nacimiento ni muerte. Parafraseando a otra gran educadora, Herminia Brumana, “A Buenos Aires le falta una calle”, que recuerde a la impulsora del guardapolvo blanco, símbolo de la escuela pública, tan bastardeada por unos y tan importante a la hora de brindarle educación, integración social, alimento e igualdad de oportunidades a todos los chicos.