La literatura del siglo XX ha dado pocos escritores tan enigmáticos y tan extraordinarios. A 92 años de su muerte, ocurrida en Kierling, Austria, el 3 de junio de 1924, los estudios que lo tienen como centro exclusivo de atención siguen prosperando, las interpretaciones se siguen sucediendo, pero el misterio permanece. Tal vez los últimos que hayan dado un vuelco en esa carrera interpretativa hayan sido Gilles Deleuze y Felix Guattari, quienes en Kafka. Por una literatura menor, arriesgan una tesis extravagante, pero difícil de no aceptar con silenciosa sumisión: lo kafkiano, lo que consideramos “lo kafkiano”, es otra cosa: todo Kafka debe ser leído en clave humorística.
La tesis se apoyaba en el testimonio del amigo de Kafka, Max Brod, quien en la biografía del escritor checo declara que Kafka le leía fragmentos de sus novelas teniendo que interrumpir cada tanto para dar rienda suelta a su risa, inspirada por lo que él mismo escribía.
Como se sabe, a su muerte Kafka había publicado sólo dos libros, Descripción de una lucha y Contemplación, este último una breve serie de relatos que debían demasiado al suizo Robert Walser (en una de las pocas reseñas aparecidas en la época, esto es 1913, Robert Musil le criticaba precisamente eso: que se parecía demasiado a Walser).
Al morir, víctima de la tuberculosis, a la edad de 41 años, en el lecho de muerte le pidió a Max Brod que destruyera todos sus escritos, cosa que naturalmente su amigo no hizo.
Escribió novelas (El proceso, El castillo, La metamorfosis), relatos (la lista es muy larga, pero citemos En la colonia penitenciaria, Informe para una academia y Ante la ley), un diario personal, aforismos (Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero) y un extenso epistolario. Toda su obra fue traducida al español, en ciertos casos por dos traductores excelentes: Juan Rodolfo Wilcock y David J. Vogelmann.
Pocos autores han generado tantas lecturas críticas como Kafka. Tal vez Borges esté a su altura, pero tampoco es seguro. Lo que sí es seguro es que la lectura de sus libros va a seguir deparando placer y misterio en partes iguales durante al menos cien años más.