Una competencia de productores; una economía argentina endeble y un único objetivo: que Frank Sinatra venga a la Argentina a brindar al menos, un show. Todo el entramado de este episodio ocurrido a comienzos de la década del ‘80 se revela en una minuciosa investigación a cargo de los periodistas Diego Mancusi y Sebastián Grandi, quienes plasmaron detalles de este hecho en el libro Operación Sinatra, la trama oculta de la visita de “La Voz” , publicado a finales de 2018. La breve estadía del afamado artista en el país tuvo de todo: nexos políticos: un misterioso mensaje, 17 pizzas de muzzarella y un concierto tan esperado como fallido.
En el imaginario colectivo —y lo que se cuenta de generación en generación cuando alguien menciona a Frank Sinatra— es que el cantante visitó la Argentina y, más aún en detalle, que fue Ramón ‘Palito’ Ortega quien la organizó. Como nada salió como se esperaba en cuanto a recaudación de los shows, se recuerda, el tucumano quedó en la ruina. A raíz esto, y en el 35° aniversario de ese hecho, en 2016 Mancusi escribió una nota en La agenda Buenos Aires y comenzó a inmiscuirse en el tema. “Me gusta Sinatra de toda la vida y con motivo de esa fecha empecé a investigar cómo había sido su llegada a la Argentina y me corrí un poco de esa versión que todo el mundo conoce y que se dice ‘A Sinatra lo trajo Palito’. Con la primera persona con la que hablé fue con Nora Lafón, que me aconseja contactar a quien era socio de Ortega en ese momento, Ricardo Finkel. Ahí me di cuenta que había otra historia, entonces con Sebastián Grandi nos pusimos a investigar un poco más",cuenta Mancusi a PERFIL.
En ese sentido, revela: "La familia de Sinatra no quiere que se diga que él tenía vínculos con la mafia ni que trabajaba para la CIA. Pero por ejemplo, en su libro biográfico Tina Sinatra, hija de Frank, cuenta que cuando buscaba al padre llamaba directamente a la Casa Blanca y desde ahí la contactaban con el artista, en donde sea que estuviera. Además, hay expedientes que se encuentran públicos en Internet que hablan de cómo Sinatra se reunió con George Bush y se ofreció a trabajar para la CIA. Él estaba cerca del poder y estaba orgulloso de eso. Hay documentos de todo esto”.
Una leyenda, dos productores. El libro cuenta con el testimonio, además del de Finkel, del propio Ortega. Allí queda expuesto que ambos tienen sus propias versiones de los hechos.“Hay una anécdota muy divertida en el libro que es lo que ocurre con respecto a Sinatra y la pizza, donde Finkel cuenta que el artista le pide que le traiga una pizza exclusivamente a él porque le tiene confianza y lo considera casi un hijo, mientras que Palito sólo resume ‘Sinatra sabía a quién pedirle una pizza'. Ellos no quedaron en buenos términos, aunque Palito se refiere de modo sutil sobre quien fuera su socio y lo define como ‘el hijo de un amigo mío’, en alusión a José Finkel, padre de Ricardo, quien trabajaba en la compañía RCA”, resume el periodista.
Pérdida millonaria. “En el imaginario colectivo todos sabemos que lo trajo Palito y que perdió mucha plata, eso es lo primero que aparece cuando uno habla de Sinatra en la Argentina, entonces la primera pregunta que se me dispara es ‘¿por qué perdió plata si traía a uno de los artistas más importantes del siglo XX?’. A partir de ahí nos encontramos con la devaluación feroz de Lorenzo Sigaut, ministro de Economía del presidente de ese momento, Eduardo Viola. Luego comenzamos a buscar a personajes que comenzaron para completar la historia de Sinatra en la Argentina, que es una historia de vértigo porque la gestión fue en pocos meses y la estadía fue corta y todo cambiaba económicamente todo el tiempo. A tal punto que Palito sufrió un estrés que casi lo deja fuera de la primera fecha del Luna Park, dado que todo el tiempo cambiaban las reglas del juego. Además había una relación con el poder (político) que no sabía si los ayudaban o no y empresarios que le sacaban auspicios. Desde que llegó al país Sinatra, la devaluación fue del 400%", completó Mancusi.
Desde que llegó al país Sinatra, la devaluación fue del 400%, remarcó Mancusi
Diez días. Eso fue lo que duró la estadía de Sinatra en la Argentina, a donde arribó el 2 de agosto de 1981. “Cuando él llega, ya no era una figura súper vigente sino que era un tipo de 65 años, pero lo que llegaba al país era un leyenda, una de las primeras de la música popular. Ese mote de ‘leyenda’ hacía pensar en la época, que era imposible que viniera al país, al punto tal de que era más factible que vinieran Los Beatles y no él. Palito decía que quería ser el primero en traerlo porque no quería ser como los otros que habían prometido hacerlo pero no lo concretaron”, recordó Mancusi. El coautor desestimó también algunos de los dichos del tucumano: “Él nos negó cuando lo entrevistamos para el libro que Sinatra haya salido del hotel para juntarse con Viola en la Quinta de Olivos, y sin embargo nosotros tenemos fotos de ese momento,y Víctor Bugge, el fotógrafo histórico de Presidencia, nos lo confirmó”.
“Cuando empezamos a trabajar en el libro nos impresionó mucho la figura de Sinatra más allá de lo artístico, que es descomunal. Era alguien difícil de etiquetar unidimensionalmente: un tipo que cantaba como nadie y tenía su pasión por acercarse al poder, llámese crimen organizado o CIA, entonces no sabés cómo abordarlo, porque te preguntás ‘¿es el Sinatra mafioso, el Sinatra cantante, el amigo de Ronald Reagan?'. Es un personaje complejo y muy lindo de describir en palabras porque era todo eso junto en la figura de un cantante indiscutible: tenía talento y carisma, fue un cantante que revolucionó la manera de cantar por su entonación y tenía un aura de personaje que excede lo estrictamente musical, que atraía por su elegancia; su poder y la manera en la que se imponía. Fue el primer ídolo juvenil, uno lo tiene como un señor de 60 años pero en los años ‘40, era el que hacía delirar y llorar a las fanáticas. Inventó la figura del ídolo adolescente, mucho antes que Elvis Presley o Los Beatles, y a partir de ahí supo reinventarse y siempre mantuvo su estilo y su talento”.
“Nos planteamos con el libro la idea de escribirlo en una estructura de thriller policial, y logramos cierto interés literario más allá de que todo está sustentado por datos, y con gente sorprendida con esta historia de la relación de Sinatra con el poder”, concluyó Macusi.
Finkel, el ‘hijo’ argentino de Sinatra. Admirador incluso desde antes de nacer, por un fanatismo que le transmitió su padre, Ricardo Finkel es quizás el mayor fanático que la Argentina tenga de Sinatra. El productor, quien actualmente tiene 71 años, deja a la luz esto no sólo por la cantidad de publicaciones que tiene en su Facebook de “La Voz”, sino también por su promesa a los 12 años a sus compañeros de colegio de traer alguna vez al país al artista, que si bien creía que nunca vendría, estaba seguro que si lo hacía, era que si lo hacía sería por él.
“En una nota que me hicieron para un medio español, le dije a quien me hizo el reportaje, que tengo que pedirle perdón a mis hijos porque yo los amo con locura, pero lo que yo siento es que los dos mayores orgullos que tengo en mi vida es ser hijo de José Finkel, y que Frank Sinatra me llamara ‘hijo’”, recuerda el productor en diálogo con PERFIL.
Tras recordar cómo fue la negociación y la competencia con otros 12 productores para traer a Sinatra al país, aseguró: “Palito no era mi socio, yo hablé con él días antes y le pregunté si estaba la plata para traer a Sinatra y me dijo ‘para traer a Sinatra la plata está todos los días del año porque para traer a alguien más grande que él hay que bajar a Jesús del cielo’. Esa noche lo llamé y él estaba filmando en Mendoza una película creo de la Fuerza Aérea, hablamos por radio y coordinamos encontrarnos en Buenos Aires a los dos días, que yo iba a estar con el abogado de Sinatra en Buenos Aires. Ahí empezó la historia”.
En ese marco, agrega: “Palito hace un relato a la gente desde hace treinta y pico de años que yo escucho y no lo desmentí nunca por el recuerdo de lo que él fue en mi vida y sobre todo lo que mi papá fue con él, productor suyo durante 14 años. Él fue un hijo para mi papá y un hermano para mi".
La mejor pizza porteña, con mensaje incluido. “Una de las noches que Sinatra estuvo acá, le hice traer 17 pizzas de muzzarella y dos de fugazzeta de la pizzería Angelin de Córdoba y casi la barrera de Juan B. Justo, la mejor de Buenos Aires para mi. Mandé un coche de la División de Asuntos Internos con un principal y un amigo mío de la infancia de Almagro y le dije ‘te vas allá pero no decís para quién es la comida, te mato si hablás’. Pusieron todas en el baúl del auto, el principal puso la sirena en el auto y tardaron cuatro minutos en llegar al Sheraton de contramano por Libertador y Palermo, y la pizza llegó caliente. Cuando le pregunté a Frank qué tal estuvo, me respondió ‘the best ever’ (la mejor de todas). Esa misma madrugada, antes de irse a la suite, cerca de las 4 de la madrugada, Frank me dice en uno de los ascensores que quería hablar conmigo a solas, alejó a su custodia y nos fuimos a la barra del bar y me dijo: ‘Yo hablé dos veces con mi presidente, y le conté que estuvimos en la residencia de tu presidente invitados, y el me dio un mensaje para él, pero le respondí que siendo yo americano, me parecía más lógico que el mensaje se lo dieras vos que sos mi amigo y sos argentino. Ron estuvo de acuerdo’. Entonces Sinatra me dio el mensaje y yo al día siguiente lo llamé a Viola a la mañana y le transmití el mensaje de Reagan", recordó Finkel para luego definir: "Cuando me dicen cómo defino a Sinatra diría como ‘amigo’, porque no conocí en toda mi vida alguien con el código tan alto de la amistad como el que él tuvo”.
Punto de disidencia. En contrapartida con lo que plantean Mancusi y Grandi, Finkel se encargó de remarcar con énfasis: "Desmiento terminantemente lo del entramado del Gobierno de Reagan; la Junta Militar y la CIA planteado en el libro. La negociación (de la visita de Sinatra al país) la hice yo. No existió CIA ni nada de eso", concluyó.
F.D.S./F.F.