En medio de la marea alta de pañuelos verdes y lenguaje inclusivo, la publicación de Ida, la primera novela de Lu Xia, supone un acontecimiento notable. Se trata de la primera obra literaria escrita en castellano y publicada en la Argentina por una autora china radicada en nuestro país (en rigor tampoco hay antecedentes masculinos, lo cual no significa nada, pero pone a prueba la forma de comunicar la novedad). Pero, además, esta doble condición de chin@ y mujer en la Argentina es la materia prima básica de la narración.
Por lo pronto, hay una historia real y es que Lu Xia –al igual que Ida, su personaje cuasi álter ego– decidió hacer de Buenos Aires su lugar en el mundo. Nacida en Zhejiang, cerca de Shanghái, se sabía destinada a trabajar y a casarse en la fábrica familiar de cuchillos, pero optó primero por irse a buscar empleo y vivir sola en la cosmopolita Beijing; después se animó a probar suerte en Miami, donde se hastió “de la superficialidad de la vida en Estados Unidos”, y finalmente optó por la Argentina: antípodas geográficas y también de las otras. “Este es un país donde todos leen libros y diarios”, nos define.
Amante de los gestos y los simbolismos, arribó a Buenos Aires el 1º/1/11 con veintipico de años. Salió a ganarse la vida; lo consiguió y hoy es una joven empresaria y licenciada en Economía que se dedica a exportar vinos nacionales a su país natal. También asiste a cursos de literatura y cultura china y lee apasionadamente a Ricardo Piglia, de quien le fascinan “su humor inteligente y su ironía”. Por otra parte, es saludable advertir que nada en su aspecto personal, en su casa –donde suena música tradicional china en Youtube– o en su conversación destila bohemia ni tics de campo cultural. En Lu no hay impostura: su especialidad no es amagar sino concretar.
Los hechos hablan por sí mismos. Actuó (con su nombre artístico Eva Blanco) en un corto junto al actor de Un cuento chino; tradujo al chino el libro La presidenta, de Sandra Russo; escribió su novela Ida y hasta se encargó de sacar ella misma, en la Antártida, las fotos que ilustran la tapa. “Acá me siento una mujer libre, mucho más que en China,donde pesan mucho los mandatos y la historia”, explica hablando un castellano correcto aunque a veces le faltan palabras (¿a quién no?).
O tal vez no alcancen las palabras de ningún idioma para denunciar los atropellos históricos contra las mujeres en su país natal, que van desde el tradicional uso correctivo de vendas y fajas para tener el “pie de loto” hasta prácticas extremas de la Revolución Cultural de los 60 y 70 como el aborto obligatorio cuando se detectaba que el feto era de sexo femenino. “Se necesitaban varones para trabajar, así que éramos discriminadas antes de nacer”, reflexiona, aunque aclara que apoya sin dobleces la interrupción voluntaria del embarazo. “Ser feminista es el camino de Ida, no hay retorno”, es la frase con doble sentido que abre la novela.
En contraste, o más bien como reacción contra todo ese lastre, su heroína Ida es una mujer joven y mundana que vive una vida sexual rica y sin complejos con parejas dentro y fuera de la colectividad, bien lejos de la existencia resignada que padecen –o ni siquiera eso– sus amigas de la infancia, a las que visita alguna que otra vez. E igual de lejos que el arquetipo del chino del supermercado argentino, con el que tampoco se identifica a pesar de comprenderlo: “Es la forma más fácil de empezar a ganarse la vida sin conocer el idioma”. Pero Ida también será, en 2025, la primera mujer china elegida diputada en Argentina (ya existe uno, varón, en la vida real: el legislador porteño Fernando Yuan), aunque en el presente de la narración la protagonista todavía está lejos de imaginarlo.
La narración arranca justamente ese año, cuando una joven periodista cultural también nacida en China, Su Xiao Nuan, recibe el encargo de escribir la biografía de la diputada electa. Quien se lo pide es una avasallante funcionaria, Victoria Wang, directora de la Casa de la Cultura Argentina en Beijing. Las tres son, de algún modo, álter egos de Lu Xia a distintas edades y etapas de su realización personal, vistas a través de un juego de espejos y capas superpuestas.
Por lo pronto, este dispositivo le permite a Lu describir en detalle esa Casa de la Cultura donde se traducen al chino autores argentinos, se dictan cursos y hasta funciona un Instituto del malbec. “La Casa de la Cultura es mi sueño, quiero hacerlo realidad y ya lo tengo diseñado. Necesito apoyo económico, pero ya estoy hablando con empresarios de China”, cuenta muy convencida. Tanto que resulta imposible no darle algo de crédito a esta emprendedora que ya demostró saber abrirse camino en los negocios y en la literatura.
También por esto, puede decirse que la existencia de Ida constituye el primer eslabón de un proyecto de mucho mayor alcance del cual el primer paso, que es el hecho de haberlo concebido, ya fue dado. No importa que no haya formado parte de los treinta acuerdos comerciales firmados en Olivos ente Macri y Xi Jinping.