Vertiginosos y destellantes, erráticos y oscuros, mágicos e insurgentes, estos textos de Félix Guattari presentados por el psiquiatra y filósofo Stéphane Nadaud dan una idea de su influencia en la creación de El Anti-Edipo (1972), de su concepción del inconsciente productivo y del esquizoanálisis, de su pensamiento político y de sus lecturas excéntricas del lingüista danés Louis Hjelmslev, además de revelar cuál era el trabajo que realizaba Gilles Deleuze con sus contribuciones a la conceptualización de las “máquinas deseantes”. Guattari, en realidad, que no duda en apropiarse a su modo de las categorías deleuzianas, aporta a esa escritura de a dos el estilo fluido y agramatical, rítmico y sinuoso, pero sobre todo una extraordinaria capacidad dionisíaca para jugar con los conceptos, hasta hacerlos estallar en una multiplicidad cuasi infinita.
Las referencias a Freud y Lacan, y en especial a las de este último, no solo desarticulan los principios y patrones de la teoría y la clínica psicoanalítica, sino que, más todavía, los desplazan hacia un campo minado por la política, la esquizofrenia, la filosofía, la lingüística de Hjemslev y la semiótica de Pierce, entre otros recursos destructivos, con un impresionante efecto de derrumbe.
Es que Guattari asedia al psicoanálisis, en estos escritos anteriores y posteriores al Anti-Edipo, desde varios flancos y por medio de un sofisticado léxico que incluye neologismos y vocablos científicos, y algunos felices acrónimos, como Urstaat para designar el Estado despótico. En suma, una parte no menor de la materia prima con la que se construyó esa “introducción a la vida no fascista”, según lo definió Foucault.