En Guerra de libros: la revolución digital en la edición (Polity Books), publicado en mayo de este año, John B. Thompson, profesor emérito de Sociología en la Universidad de Cambridge, traza un mapa del fenómeno editorial en habla inglesa invadido por un acumulador de información sobre consumidores: Amazon. Esta empresa “representa alrededor del 45% de todas las ventas de libros impresos en los EE.UU. Y más del 75% de todas las ventas de unidades de libros electrónicos”. Se trata del mayor distribuidor de libros y nexo con los lectores.
Pero lo importante es que Thompson revela datos de ventas digitales y libros físicos, información cedida por Olympic y la Asociación de Editores de Reino Unido. Para e-books en el primer caso, “los ingresos totales en ficción para adultos aumentaron del 1% en 2008 al 43,4% en 2014, antes de volver a caer al 37,4% en 2015 y luego repuntar ligeramente al 38,9% en 2016”. Mientras que en no ficción para adultos, “los ingresos totales aumentaron del 0,4% en 2008 al 16,6% en 2015, antes de volver a caer al 13,2% en 2016”. En obras juveniles e infantiles, la tendencia es la compra del libro físico.
Tomando el límite de la pandemia, los datos de la Asociación revelan que la venta de e-books pasó del 0% en 2008 a un pico del 18,3% sobre el total facturado en Reino Unido (1.709 millones de libras) para caer paulatinamente al 13,1% en 2018. El libro físico retoma la iniciativa. La intrusión digital modifica el rol de los actores. Así, agentes literarios y editores enfrentan la autoedición y las reseñas de influercers en Instagram, TikTok y YouTube, que rivalizan con la crítica de los medios tradicionales
El caso modelo, para Thompson, es el del programador Andy Weir, quien publicó en un blog en 2011 The Martian, novela de ciencia ficción que en 2015 llegaría al cine de la mano de Ridley Scott (con Matt Damon protagonista) y a librerías, con venta de derechos a 30 idiomas. Es decir, del anonimato al estrellato. Tal vez por eso Scribd, plataforma digital paga para e-books, audiolibros, PDFs y podcasts, que sobrevivió a Amazon, cotizaría en bolsa en breve en 1.000 millones de dólares.
Aquí es donde aparece Salman Rushdie, quien acaba de anunciar que en la plataforma Substack publicará por capítulos su próximo libro. Los mismos serán gratuitos al principio y luego se cobrará una suscripción mensual de 5 dólares a cada lector. La iniciativa le llegó por su agente, Andrew Wylie (el Chacal, quien enfrentó a Google cuando intentó digitalizar libros a mansalva), por lo que Rushdie cobró por anticipado un año de trabajo en dicha plataforma.
El aspirante al Premio Nobel de Literatura, con una fatwa encima (condena islámica) y gestos de ayuda humanitaria a granel, intenta acercar su escritura a los lectores para requerir opinión y trabajar en el texto en consecuencia (salmanrushdie.substack.com). En sí, revive la forma semanal de publicación como ocurrió, entre otros, con Dickens, Conrad y Flaubert, pero de manera digital, en un blog pago. Allí también publican Patti Smith (pattismith.substack.com) y varios periodistas. Al igual que con la música, los productos literarios también ingresan al sistema “pagar para ver”.
Rushdie quiere escribir crítica cinematográfica, deuda de su juventud, y en este nuevo sitio refiere en un artículo a Luis Buñuel, Jeanne Moreau y Charles Chaplin. Camino inverso al del cubano Guillermo Cabrera Infante: del cine a la novela.